La luciérnaga lucía redonda
prendida en la oscura noche
se desbordaba en el viejo tejado
caía sin fuerza
sobre el blanco pavimento
El ancestral silencio
cimbreaba en el aire
mientras, el soplo de un latido
adormecía
Había una frontera,
abierta a la boca de la noche
donde el camino era incierto
Pero aquel farolillo
de trémula luminaria
cedía un espacio
a la luz de la memoria
más, a su pesar,
ese muro de impenetrable velo
rebatía los pensamientos
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