Hace tiempo leí el libro de “Ilusiones” de Richard Bach, donde describía como una hoja aferrada durante años a la orilla de un río, se sentía hastiada y como un día, la hoja, a pesar de las advertencias de las demás hojas, decidió soltarse de la orilla.

El resto de las que allí permanecían comenzaron a burlarse de ella –Te estrellarás contra las rocas y terminarás sobre el cieno, no te sueltes, aquí entre nosotras estás segura –le dijeron entre risas ante la ignorancia y temor de lo inesperado- pero a pesar de ello, su decisión primó y decidió soltarse.

Por supuesto, el agua del río no era una balsa y en su descenso, se golpeó contra las orillas, pero se dejó arrastrar esperanzada, dejándose llevar hasta llegar a la inmensidad del mar. Durante su recorrido, encontró nuevas hojas de diferentes tamaños, formas, olores y colores abriéndose ante ella un nuevo mundo de aventuras.

Este cuento de la hoja, es un verdadero ejemplo de lo que ocurre en nuestra sociedad, una sociedad dominada por el miedo a la imaginación, miedo a destacarse, miedo al ridículo y no me refiero como’ “ridículo” al bolso coqueto de señoras, sino a ese “que dirán” que tanto nos hace vivir, en muchas ocasiones, la vida que no queremos.

Cada día se establecen más grupos gregarios actuando en manifestaciones, eventos religiosos o deportivos, aunque no sería necesario ir tan lejos pues lo tenemos incluso en nuestro ámbito familiar o profesional.

Debemos, a mi entender, no dejarnos guiar por esas manadas de grupos o actividades carentes de juicio y formación de opinión.

Tomemos las riendas de nuestras propias decisiones y obviemos el ridículo dando la espalda a la burla o crítica emitida por sonidos incoherentes dejando a las “Trompas de Eustaquio” en estas situaciones, en estado catalėptico.

María del Carmen Aranda es miembro de la Academia Norteamericana de Literatura Moderna Internacional y Vicespresidente del Capítulo Reino de España.