Don Luis es un tipo que militó en seis clubes españoles; en Primera división, en Segunda, Segunda B, Tercera y en un club de la liga Escocesa. En los cerca de trescientos partidos disputados como profesional, tanto en España como en Escocia, marcó solo un gol. Claro está que jugaba en la defensa, pero también lo hizo su amigo Piqué y pasó de los sesenta, eso sí con más del doble de actuaciones que el bueno de Rubiales. Pero, al parecer, le ha gustado poco la subida por la banda y el esfuerzo.

Rubiales es de esa clase de personas que allí donde va deja huella, sobre todo en los sillones, porque le cuesta mover la espalda. Como todo buen tunante se las apaña para ganar lo máximo posible con el mínimo esfuerzo. Que si la supercopa en Riad, que si manejos económicos supuestamente poco claros… También es amigo de polémicas que enturbian su gestión, pero se mantendrá en su puesto porque es poco cansado y muy lucrativo.

El pasado domingo se jugó la supercopa de España de fútbol femenino, allí acudió el hombre, con aspecto cansado y con su abrigo azul marino, como si volviese de un agotador viaje. Ante un buen conjunto como la Real Sociedad, el Barça se hizo con el trofeo. Sin embargo, las jugadoras tuvieron que recoger ellas mismas las medallas porque Rubiales no se movió del palco. Hay varias lecturas al respecto y ninguna buena para el mandatario. Si lo hizo porque varias jugadoras azulgranas no quieren estar en la Selección Española, por diferencias con el seleccionador o porque las considera inferiores a sus compañeros masculinos –en Riad sí entregó las medallas a los vencedores y a los finalistas–, es un gesto muy feo por su parte y si lo hizo por holgazanería es casi peor.

Mal vamos, si tenemos que mantener a gente que no cumple con sus obligaciones y no lo digo solo por Rubiales, lo hago extensivo a todas aquellas y aquellos que viviendo del chollo no tratan de esforzarse ni de ser diplomáticamente correctos. También incluyo a la reina Leticia que ni tan siquiera se dignó a acudir, el pasado mes de mayo, a la final de la copa que lleva su nombre. Cosas veredes, Sancho, que farán fablar las piedras, pero que no conseguirán mover a los gandules.