Al inicio de 2023, en la pulseada electoral, entran tres actores principales: el gobernante Frente de Todos; la oposición neoliberal, aglutinada en Juntos por el Cambio, con varios aspirantes a la presidencia, incluyendo al ex mandatario Mauricio Macri (2015-2019); y una fuerza ultra derechista, los Libertarios, encabezada por el diputado nacional Javier Milei.
El Frente de Todos se confronta al desgaste propio de la gestión de gobierno desde hace tres años en condiciones nacionales e internacionales muy complejas. Y con un ejecutivo que muchos sectores de su propia fuerza califican como extremadamente “tímido” en su gestión. Integra sectores muy diversos del peronismo (y el kirchnerismo), del socialismo y de los comunistas. La figura relevante sigue siendo la ex mandataria Cristina Fernández de Kirchner, que en diciembre pasado anunció que no disputará cargos públicos en las próximas elecciones, considerándose “proscripta” a raíz de una condena jurídica proveniente de un sistema judicial controlado por la derecha.
En segundo lugar, la coalición opositora Juntos por el Cambio. Con numerosos caudillos y sectores que se disputan el poder interno, es difícil asegurar que llegue unida para las elecciones de octubre. Mauricio Macri, su figura más conocida internacionalmente, ya anticipó que, en caso de ganar en 2023, su programa de gobierno promoverá un ajuste estructural profundo. Sin importarle las consecuencias nefastas que podrían resultar de una mayor polarización económico-social. Anticipó, que, si fuera necesario, aplicará ese ajuste por la fuerza y reprimiendo toda protesta.
Un tercer actor, con encuestas que muestran un sorpresivo crecimiento, es el diputado Javier Milei, de sólidas relaciones con la extrema derecha mundial, en particular el VOX español. En la primera vuelta electoral, Milei podría robarle votos a la derecha “tradicional”. Pero en caso de ballotage, muy posiblemente daría su apoyo a Juntos por el Cambio negociando importantes cuotas de poder en un eventual gobierno de derecha.
En este contexto, entrevistamos a Germán Martínez, jefe de la bancada de diputados del Frente de Todos. Diputado nacional desde 2019, Germán Martínez fue designado jefe de su bancada en febrero de 2022. Originario de Rosario, Santa Fe, donde desarrolló desde muy joven su militancia política ligada a sectores populares, pertenece a una generación intermedia de la “nueva” dirigencia argentina. Licenciado en Ciencias Políticas, de 47 años y con un mandato válido hasta fines de 2023, Martínez es hoy una de las personalidades de primer nivel del frente gobernante, tanto en el esfuerzo por mantener su unidad interna, como en la difícil negociación cotidiana con la oposición en un complejo año electoral.
En octubre próximo Argentina decidirá en las urnas la continuidad de un proyecto progresista (aunque tímido en la actual gestión) o la vuelta a un modelo neoliberal y antisocial.
Sergio Ferrari: Acaba de cerrarse el año 2022 que, a pesar de la euforia futbolística resultante de la victoria en el Mundial de Catar, fue muy complejo para Argentina. En lo económico, con una enorme inflación que afecta, en particular, los ingresos más modestos. En lo político, si se piensa en la polarización creciente entre el Gobierno y la oposición. ¿Cuál es su balance?
German Martínez (GM): Como en todo proceso político con las complejidades propias de Argentina y de América Latina, sería injusto si no comenzara por los aspectos positivos de esta etapa tan desafiante. No nos podemos quedar solo con la mirada del vaso medio vacío, sino que prefiero hablar del vaso medio lleno. Esta es la visión que nos empuja a seguir hacia adelante.
Y para situar ese balance retrospectivo es importante enumerar tres elementos que tienen un impacto significativo. La herencia de la gestión económica de Mauricio Macri (ndr: presidente entre 2015 y 2019), y en particular su endeudamiento de 45.000 millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional (FMI). El enorme impacto de la pandemia del Covid-19, que tuvo repercusiones planetarias y de las cuales Argentina no pudo escapar. Y la nueva coyuntura internacional generada por la guerra Rusia-Ucrania, con un impacto fenomenal para nuestros países latinoamericanos y del Sur del planeta en general.
Especialmente por el desbarajuste que la guerra crea en los precios de alimentos y energía. Si bien Argentina produce tanto alimentos como energía, también los consume. Solo la importación de energía le significó al país 5.000 millones de dólares de gastos adicionales dado el incremento de sus precios internacionales. Esto es solo una parte del costo que nos toca pagar por esa guerra lejana.
A pesar de este contexto desfavorable, Argentina terminó 2022, con un crecimiento económico cercano al 5%. Una cifra más que significativa si se evalúa la situación global. Además, en 2022, se dio una caída manifiesta de la desocupación, así como una recuperación económica a partir del sector industrial, en particular en el interior del país (por ejemplo, en provincias como Catamarca y La Rioja), lo que implica más empleo de calidad. A partir de la asunción de Sergio Massa como nuevo ministro de Economía en agosto pasado, se está logrando recomponer las reservas, bajar la tasa de inflación y apuntalar el sector exportador.
“Mejorar la redistribución del ingreso”
P: Pero la vida cotidiana sigue siendo muy difícil para decenas de miles de argentinos…GM:
Ahí quiero llegar. No estamos logrando revertir la gran brecha resultante de la injusta distribución del ingreso que se abrió con Mauricio Macri y que se potenció con la pandemia.
La Argentina post-Macri y su modelo neoliberal acarrean grandes expresiones de injusticia. Esta tensión resultante de la distribución del ingreso entre el sector empresarial (el gran capital) y los trabajadores, todavía favorece a los más poderosos. Debemos avanzar más para beneficiar a los sectores socialmente más fragilizados.
Otro tema que produce enorme preocupación es la altísima inflación. Comenzamos con un 3% mensual al inicio del año 2022; vivimos un pico después del primer semestre, y a fines de 2022, con mucho esfuerzo, se pudo reducir al 5%. El nuevo ministro del ramo anticipó el objetivo de reducirla al 3% en el segundo trimestre de 2023. Sería un enorme logro teniendo en cuenta desde donde venimos, si bien para cualquier economía estable siguen siendo índices muy altos.
Es muy difícil sostener cualquier redistribución del ingreso con esta inflación que se aproximó en 2022 al 100% anual. Y que, si bien golpea a todos los trabajadores, tiene un impacto particularmente negativo para los sectores informales, que engloban a millones de conciudadanos.
A partir de este cuadro de situación surgen tres prioridades esenciales para 2023: bajar la inflación, mejorar la redistribución del ingreso y avanzar hacia una economía con más empleo formal.
Fortalecer la unidad
P: ¿Esta realidad tan difícil que vive Argentina, no amenaza con desalentar y desorientar a los actores sociales y los sectores que sostienen el actual Gobierno y su proyecto, al que define como Nacional y Popular?GM:
El movimiento popular está protagonizando una experiencia inédita: gestionar el Gobierno nacional con un formato de coalición. El peronismo, en muy buena parte de sus experiencias históricas desde su surgimiento, fue frentista. Ahora también se trata de una coalición, el Frente de Todos (FdT), conformada como tal para las elecciones de 2019 y que luego se convirtió en alianza para gobernar. Y esto, evidentemente, no es simple. Sin embargo, debemos entender que las coaliciones de todo tipo llegaron a la vida política argentina para quedarse.
Dentro del FdT existen diferentes trayectorias y marcos ideológicos. Puedo asegurar, sin embargo, que, a pesar de las dificultades, que nadie niega, nuestra experiencia es virtuosa y positiva. Las coaliciones, muchas veces, son atractivas a nivel teórico, pero cuando deben gobernar, se baja a un terreno práctico y terrenal de extrema complejidad.
Por ejemplo, el bloque que conduzco en la Cámara de Diputados está integrado por 118 parlamentarios provenientes de muy diversos horizontes y debemos buscar los comunes denominadores en nuestras propuestas y tareas.
Insisto: es un gran desafío por lo complejo, amplio y diverso. Sin embargo, prácticamente nadie dentro del FdT se concibe fuera de este proyecto de unidad. Cada sector le agrega condimentos propios que no son banales. Y ahí está el principal desafío: fortalecer ese proceso de unidad en la diversidad. Y para ello hay que fortalecer a las personalidades que lo representan, sea el presidente Alberto Fernández; la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, o el ministro de Economía Sergio Massa, que dirige un sector (el Frente Renovador) dentro de la coalición. Sin olvidar que existe, también, la dirigencia de las provincias en un país federal; el movimiento obrero organizado, y los movimientos sociales que integran este campo nacional y popular.
Estoy convencido de que en la medida en que se garantice la unidad en la diversidad, que se fortalezca a los referentes de este Frente y que se ponga toda la inteligencia política para resolver los problemas más acuciantes de los argentinos, tendremos fuertes posibilidades para las elecciones de octubre de 2023.
P: ¿Es posible, realmente, imaginar una victoria electoral a pesar de los profundos problemas actuales, en especial la grave situación económica y el aumento de los niveles de pobreza producido estos últimos años?
GM: Sí. Siempre y cuando nuestro Frente camine, avance y profundice su compromiso y calidad de gestión. Debemos convertir la gestión en un puntal para solucionar los problemas más agudos y proyectarnos para la disputa electoral.
Hay que mejorar mucho. Nada es color de rosa, fácil, ni automático. Pero, esos desafíos, lejos de desmotivarnos o frenarnos, deben empujarnos hacia adelante. Es cierto que en algunos momentos cunden dudas e incertidumbres en una parte de la militancia. Y lo digo no como diputado, sino como militante. Pero, aquí está la clave: fortalecer y mejorar más al Frente de Todos.
Todos son necesarios, cada uno en su rol
P: Insisto: ¿estas afirmaciones son parte de una retórica “oficialista” o nacen, realmente, de una lectura analítica de la coyuntura argentina?GM:
Mis orígenes militantes como peronista y kirchnerista nacen de un cristianismo popular. Me formé con los salesianos, fui activo en la Obra Don Bosco con experiencia de base. Y desde entonces, siempre tuve una gran preocupación personal: la búsqueda de una construcción ideológica que incorpore y enriquezca elementos teóricos y prácticas de y para las izquierdas latinoamericanas.
Recuerdo que el intelectual marxista Ernst Bloch afirmaba que las comunidades, para trascender, tenían que reunir cuatro tipos de expresiones y carismas: los que ordenan y mandan; los profetas, que vislumbran lo que hay que hacer para seguir avanzando; los cantores, que celebran lo que ya conseguimos y logramos; y los médicos, que se preocupan de los que van quedando en las orillas del camino.
En el Frente de Todos se integran estas cuatro perspectivas y tenemos aportes de estas diversas expresiones. Los que miran más lo que aún falta por construir y hacen un aporte fundamental en esa dirección. Otros, quienes valoran lo que ya conseguimos. Están aquellos principalmente preocupados por los conciudadanos con más dificultades. Y también los que tratan de unir las partes y dirigir el conjunto. Esto me da fuerza y me entusiasma. Lo veo con optimismo.
Los grandes desafíos movilizan
P: ¿No percibe un cierto inmovilismo en las bases del Frente de Todos y en parte de su militancia? GM:
No lo siento así. Al contrario, mi optimismo nace de un hecho objetivo: encausar un proyecto común aporta energías muy positivas en cada espacio. Tal vez haya que intensificar la búsqueda del cauce común entre todos los sectores para lograr el mismo objetivo.
A veces, a la militancia le cuesta ver el panorama más global. Y es comprensible, ya que estamos inmersos en una realidad internacional particularmente compleja. Por eso es muy importante, más que nunca, que cada actor social, cada militante, recupere la iniciativa y encarne su discurso político y que todos confluyamos para recuperar la iniciativa, con el convencimiento de que, aunque hay mucho para mejorar, no podemos arriesgar que nuestra nación caiga en nuevas aventuras neoliberales como las que padecimos los cuatro años de Gobierno de Mauricio Macri.
P: ¿Qué significa su lectura de lo “más global”?
GM: Que no solo en Argentina la militancia enfrenta desafíos y el Gobierno debe gestionar dificultades. Lo vemos también en democracias más desarrolladas. Si pienso en Europa, por ejemplo, vuelven a aparecer problemas que parecían resueltos desde hace décadas. La cuestión de la convivencia; de tolerar al otro; de aceptar las diferencias de identidades; de la paz… Son temas presentes en todo el mundo.
Tal vez en nuestra América Latina aparecen con mayor dramatismo porque hay sectores (el poder económico, los que controlan los grandes medios de comunicación, los poderes judiciales, los servicios de inteligencia, la oposición política) que apuestan a debilitar las instituciones, los gobiernos progresistas y la misma democracia.
Más que nunca, defender la democracia
P: ¿Con esto quiere decir que es una tarea importante de los sectores progresistas latinoamericanos reivindicar y cualificar la democracia?GM:
Sin duda alguna. En Argentina transitaremos en 2023 los 40 años desde que la nación recuperó la democracia. Debemos reivindicarlo con fuerza. Reivindicar a fondo este logro. Y en nuestro caso, subrayar el enorme aporte que desde el peronismo y el kirchnerismo hemos venido haciendo a esta nueva etapa democrática del país. Con sus debilidades, preguntas y dificultades. Pero no debemos arriesgar que nadie, ningún sector poderoso, intente arrebatarnos la democracia.
P: Todo esto en un momento muy particular de la vida de América Latina, con experiencias progresistas en muchos de los países del continente…
GM: Así es. Debemos consolidar las expectativas en cuanto a la integración continental sobre la base de las experiencias nacionales y populares que se dan, también, en muchos de nuestros países hermanos. No hay que olvidar que Alberto Fernández y la diplomacia argentina vienen jugando un rol muy importante en la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños. La integración continental y el reforzamiento de los proyectos progresistas en cada país constituyen un proyecto innegociable y una prioridad esencial para América Latina.
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