Alfonso II “el Casto” o “el Trovador”:. Rey de Aragón, conde de Barcelona.

Heredó el reino tras la muerte de su padre y la renuncia de su madre Petronila dos años más tarde «aragonensis regina et barchinonensis comitissa» (reina de Aragón y condesa de Barcelona), quien siendo la heredera del reino no podía reinar por ser mujer, pero si transmitir la potestad regia.

Es el primer monarca titular de la Corona de Aragón y el primero que se titula “Rey de Aragón” pues hasta entonces se intitulaban como “Rey de los Aragoneses”, reuniendo también bajo su corona, junto con el de conde de Barcelona, el título de marqués de Provenza.

Según los cronistas fue alto, delgado y perezoso. Durante su minoría de edad tuvo como tutor a Enrique II de Inglaterra, que le apoyó en la consolidación de su dominio sobre las tierras occitanas, pero también fue tutelado por el obispo de Barcelona y el senescal Guillermo Ramón de Moncada, tras la muerte sin descendientes del conde Ramón Berenguer III de Provenza y conseguir la renuncia a sus derechos del conde de Toulouse, Raimundo V, alcanzó la máxima expansión de la Corona de Aragón en Occitania.

Colaboró con Alfonso VII de León en la conquista de Cuenca obteniendo la renuncia del rey leones al vasallaje recuperando la ciudad de Zaragoza, al que se había obligado su padre, Ramón Berenguer IV.

En 1179 ambos reyes firmaron el “Tratado de Cazola”, en donde ambos reinos delimitaban la zona de conquista sobre Al-Ándalus, Aragón se adjudica el derecho de conquista sobre el reino islámico de Valencia, mientras que cede a Castilla el derecho de conquista sobre el reino de Murcia, definiendo los límites entre ambos reinos.

Ensanchó sus dominios peninsulares llegando hasta tierras de Teruel, según cuenta la leyenda, fundó la ciudad en 1171 sobre la muela en la que se encontró a un toro sobre el que brillaba una estrella. Casó con Sancha de Castilla hija de Alfonso VII de León, con quien tuvo nueve hijos siendo su primogénito Pedro, su heredero y sucesor.

Pedro II “el Católico”:. Rey de Aragón, conde de Barcelona, señor de Montpellier.

Nació en Huesca en 1178, su reinado estuvo marcado por el apoyo a Castilla contra Navarra y el dominio Almohade culminado en la batalla de las Navas de Tolosa y por su política al otro lado de los Pirineos, en un intento de consolidación de su poder en Occitania.

Según el testamento de su padre se le nombraba rey de Aragón y conde de Barcelona, Rosellón y Pallás, mientras que su hermano Alfonso heredaba el condado de Provenza, Aimillán, Gavaldán y Redón, en el sur de Francia.

Se casó con María de Montpellier, siendo su único interés la rica ciudad mediterránea y su señorío que la reina aportaba de dote, un matrimonio político donde el rey en ningún momento intentó disimular su rechazo a la reina, pues una vez conseguido el señorío y tras haber nacido su primogénita Sancha, intento repudiarla mientras preparaba su nueva boda con la heredera del trono de Jerusalén (ya inexistente), María de Montferrato, y la de su hija con el conde de Tolosa, pero topó con la oposición del Papa Inocencio III, que no accedió a la anulación del matrimonio.

Sabedora la reina de que su única salvación era tener un heredero acudió a una estratagema junto con los cónsules de Montpellier quienes concertaron una cita con una de las amantes del rey con la única condición de que fuera a oscuras a lo que el rey deseoso accedió, por supuesto la supuesta amante era la reina María. Al descubrir el engaño el rey no se lo tomo a mal pero advirtió que no lo volvieran a repetir, a los nueve meses nació su hijo Jaime.

Pedro viaja a Roma para hacerse coronar rey por el Papa Inocencio III, el 11 de noviembre de 1204 declarándose vasallo de él y su reino de la Santa Sede, a partir de él los monarcas aragoneses debían ser coronados en la Seo de Zaragoza de manos del arzobispo de Tarragona tras solicitar la corona al Papa, lo que implicaba de facto pedir permiso a Roma.

En la península seguramente influenciado por su madre Sancha, mantuvo buenas relaciones con Castilla delimitando las fronteras entre ambos reinos y dando el apoyo necesario en las campañas de Castilla contra Navarra, que acabaría concretándose en la alianza contra el imperio almohade, a la que se sumó in extremis el rey navarro, culminada en la decisiva batalla de las Navas de Tolosa en 1212, abriendo para los cristianos la conquista del sur de Al Ándalus.

Mientras, en el Languedoc las cosas se complican pues la herejía albigense, centrada en la ciudad de Albi, se va extendiendo. Tras el intento de convertir a los Cataros (del griego “katharos”, puro), que se auto titulaban los “buenos hombres” (hay que recordar que la iglesia católica denomina hereje a todo aquel que niegue sus dogmas o cuestione su autoridad), Inocencio III vinculado al reino francés hizo algo que nunca antes se había hecho, declaró una cruzada contra personas que eran cristianas favoreciendo de esta manera los intereses franceses, la cruzada albigense.

Mediante cartas y legados pontificios, el Papa presionó a los reyes, condes, duques y caballeros católicos de Europa, ofreció indulgencias y las riquezas de Languedoc a todo aquel que luchara para erradicar la herejía por cualquier medio. El reino francés que siempre había tenido aspiraciones sobre el territorio occitano será el principal apoyó a la cruzada, Pedro II aunque no apoya a los cataros, no permitirá una intromisión en sus tierras e intentara defender su territorio y a sus súbditos de los franceses.

El enviado papal el abad de Cîteaux, Arnaud Amaury, propuso a varios nobles el tomar posesión de los títulos y bienes del vizconde Trencavel, Carcasona, negándose todos menos Simón de Montfort, que aceptó. Pedro negoció con Simón el matrimonio de su hijo Jaime, con su hija entregándole a este como garantía, concediéndole la tutela del joven príncipe y único heredero del linaje, quien permaneció en Carcasona, evitando de esta manera una matanza tras la toma de este último de Carcasona.

Finalmente un gran ejército al mando de Simón de Montfort, personaje cruel y sanguinario, ocupa a sangre y fuego prácticamente todo el Languedoc. Excomulgado por el Papa que lo coronó, Pedro se declaró protector de los señoríos occitanos y de Toulouse y aunque su hijo estaba en poder de Montfort, reunió un ejército cruzando los pirineos, poniendo sitio a la ciudad de Muret, a donde llego Simón con su ejército, aunque la situación era ventajosa, Pedro quedo aislado y rodeado por los franceses muriendo en el combate. Fue enterrado entre los caballeros Hospitalarios de Toulouse, hasta que en 1217 el papa Honorio III autorizó el traslado de sus restos al panteón real del Monasterio de Santa María de Sigena en Huesca.

Jaime I “el Conquistador”:. Rey de Aragón, de Mallorca, de Valencia, conde de Barcelona y de Urgel, señor de Montpellier. 

Nacido el 2 de febrero de 1208 en palacio de Mirabais de Montpellier, ya hemos relatado como fue la picaresca concepción del monarca pero no menos sorprendente es la elección de su nombre por parte de su madre, la reina encendió doce velas con los nombres de los apóstoles, escogiendo aquella que se apagara la última que resultó ser la del apóstol Santiago, « Santiago, Jaime, Jacobo, Yago, Thiago, Lago o Diego son distintas variantes del mismo nombre que proceden del Jacob hebreo (Ya’akov, que significa sostenido por el talón), que paso al griego como Iakóbos y al latín como Iacobus o Iacomus, siendo Jacob y Jacobo en castellano. “En latín medieval, Iacobus se transformó en Jacomu, de donde, en la región oriental de la península ibérica surgió la forma Jacme”. Esta ‘c’ se vocalizó dando lugar a Jaume en Cataluña y a Jaime en Aragón ».

Tras la muerte de Pedro II en Muret, la situación de la corona quedo comprometida pues ese mismo año murió también la reina María de Montpellier en Roma, quedando Jaime huérfano con 5 años bajo la custodia del enemigo de su padre Simón de Monfort. Esta situación marcó el inicio del fin de la política de expansión de Aragón en Occitania, que quedaría definitivamente vinculada a Francia, mientras la corona aragonesa dirigiría sus intereses hacia el Mediterráneo. Una delegación aragonesa viajó a Roma para pedir la intervención del Papa Inocencio III, que emitió una bula obligando a Montfort a ceder la tutela del Infante a los Templarios de Aragón, quienes lo acogieron e instruyeron en el castillo de Monzón (Huesca).

Según había dispuesto la reina María, un consejo de regencia integrado por aragoneses y catalanes, presidido por el conde Sancho Raimúndez, hijo de Ramón Berenguer IV y tío abuelo de Jaime, gestionaría los asuntos públicos en los primeros años de su reinado, pero como nada es sencillo, su tío y abad de Montearagón, Fernando, le disputó la soberanía al regente.

La educación del joven rey por parte de los templarios fue muy dura y austera, tal y como correspondía a los monjes guerreros, pero a su vez también eran muy eruditos de manera que no solo le transmitieron su religiosidad y destreza en el manejo de las armas, sino que además le inculcaron el don de la diplomacia y la paciencia “escucha, valora y luego decide”, confiriéndole su rasgo más característico el saber escuchar a todos para luego tomar la decisión más acertada.

Recordemos que la mayor parte de sus conquistas fueron negociadas, esta dura educación fue importantísima para el desarrollo futuro de su reinado. Aconsejado por los templarios, asumió la corona con tan solo nueve años poniendo fin a las disputas entre el regente y su tío y haciendo jurar fidelidad a él y a todos los nobles, justo en el momento en que los nobles aragoneses y catalanes estaban a punto de un conflicto por la soberanía. Esto cambió por completo el reino dándole la estabilidad que necesitaba y cambiando sus objetivos hacia el Mediterráneo primero y Valencia después.

Más adelante uno de sus consejeros, el dominico Raimundo de Peñafort, le aconsejó introducir la Inquisición, tribunal eclesiástico de origen francés creado para perseguir la herejía albigense.

Pero su más leal consejero fue don Blasco de Alagón, que lo ayuda a escapar cuando había sido apresado por varios nobles y posteriormente lo acompaña a la villa de Ágreda (Soria), para recibir a su primera esposa Leonor de Castilla, hija de Alfonso VIII y Leonor Plantagenet cuando apenas tenía trece años, tras los esponsales el sequito se dirigió a Tarazona donde Jaime fue armado caballero y nombra al de Alagón, Mayordomo del Reino.

Esta boda le da tranquilidad en la frontera occidental pudiendo entonces dedicarse de lleno a sacudirse la regencia de un nuevo consejo encabezado por el arzobispo de Tarragona, pero la nobleza aragonesa seguía siendo muy levantisca y se produce un nuevo levantamiento otra vez dirigido por su tío el infante Fernando, que aspiraba al trono alegando la nulidad del matrimonio de su hermano con María de Montpellier, liderando una nueva revuelta contra Jaime. El rey tras una accidentada campaña contra su tío y los nobles que lo apoyaban consigue imponerse, reuniéndose las partes en Alcalá del Obispo (Huesca) en marzo de 1227, aquí se firma un acuerdo “la Concordia de Alcalá”, por la que deciden someterse al arbitraje del arzobispo de Tarragona Espárago de la Barca, el obispo de Lérida Berenguer de Erill, y el maestre de la Orden del Temple Francesc de Montpesat, poniendo fin a las revueltas nobiliarias.

Con este triunfo Jaime consigue la ansiada estabilidad que necesitaba el reino y le deja las manos libres para iniciar las campañas contra los musulmanes.

Jaime tenía en la cabeza la expansión de Aragón fijando su objetivo en Valencia, pero sus nobles aragoneses no están tan seguros y acaban convenciéndole de que sus fuerzas están muy mermadas por sus disputas internas, hay que tener en cuenta que en este momento la Corona Aragonesa está prácticamente despoblada, Aragón tendría unos 200.000 habitantes y Cataluña unos 400.000, ante este panorama Jaime termina descartando la conquista de Valencia, pero entonces una nueva oportunidad se le brinda en el horizonte, la presión que mantenían los musulmanes de Baleares sobre las naves catalanas decidió su suerte.

Decidido a hacerse con el control del Mediterráneo aprovechó el poder naval de Barcelona y organiza una flota de 155 naves para transportar sus tropas, unos 15.000 infantes y 1.500 jinetes, su objetivo Mallorca. Pero como no se fía de sus nobles para no dejar a nadie a su espalda involucra en esta campaña a todo el condado, nobles y prelados, mercaderes y ricos hombres, además de las órdenes militares se sumaron a ella a cambio de botín.

Sitiaron y tomaron la capital Mallorca en diciembre de 1229, sometiendo poco a poco el resto de la isla, tras la toma comienza un periodo de repoblación trayendo sobre todo pobladores catalanes, después de Mallorca van cayendo una tras otras el resto de las islas Baleares. Las nuevas tierras se sumaron a la corona de Aragón como “Regnum Maioricarum et insulae adyacentes”, consiguiendo su propósito pues al desaparecer el peligro de los piratas sarracenos dio gran estabilidad a la zona levantina, lo que supuso un gran beneficio sobre todo al comercio de los mercaderes catalanes, contribuyendo decisivamente a su expansión por el Mediterráneo.

Exaltado como estaba tras el gran éxito obtenido en Baleares, ahora sí, Jaime se lanzó al asalto de Valencia, pero en esta ocasión el peso lo llevarían los nobles aragoneses. Comenzó con la conquista de Morella por Blasco de Alagón. Jaime le había prometido que todo cuanto conquistara seria suyo, pero el rey que cumplía todas sus promesas esta vez no lo hizo, no podía permitir a ningún noble (ni al más fiel) que tuviera un poder superior al suyo, pues eso contribuiría a su fortalecimiento frente a la corona, algo que el rey trataba de evitar; una plaza tan importante como Morella tenía que ser de realengo, a cambio le compensó con la concesión del señorío de Sástago como juro de heredad.

Tras Morella, ocupó Burriana y Peñíscola en 1233 y Valencia en 1238, terminando con la toma de Biar en 1245, límite geográfico de la expansión aragonesa según los tratados con la corona de Castilla, Tratado de Almizra (Campo de Mirra, Alicante), firmado en 1244 entre Jaime I y el infante Alfonso.

Entrada de Jaime I en Valencia

Tal y como ya hiciera con Mallorca convirtió el nuevo reino en independiente de Aragón, unido dinásticamente pero con una entidad jurídica propia, lo que no gusto a los nobles que veían truncados sus afanes de adquirir nuevos territorios. A diferencia de lo ocurrido en la conquista de Mallorca, repobló Valencia con gentes de Aragón, para lo cual el rey inventó un curioso sistema de reparto de tierras “las Jobadas”, esto consistía en la cantidad de tierra que podía arar una yunta de bueyes en un día, a cada familia que se instalaba en las nuevas tierras se le concedía tantas jobadas como miembros tuviera, pero gracias a las capitulaciones firmadas por los musulmanes valencianos estos constituyeron las dos terceras partes de la población, viviendo y trabajando libremente en su tierra como mudéjares, pagando el tributo pactado.

Entre tanto el matrimonio de Jaime y Leonor no iba bien, las discordias entre ambos esposos hicieron que el rey a los 21 años iniciara el proceso de separación de su esposa, el legado papal Juan de Santa Sabina, disolvió el matrimonio el 29 de abril de 1229 invocando razones de parentesco, pues ambos eran biznietos de Alfonso VII de Castilla, legitimando eso si al hijo de ambos Alfonso de Aragón.

Leonor marchó con su hijo a Castilla, viviendo en la Corte junto a su hermana Berenguela y el rey Fernando III, su sobrino, retirándose finalmente al monasterio de Las Huelgas de Burgos, donde falleció en 1251.  Jaime se volvió a casar el 8 de septiembre de 1235 en Barcelona, con Violante de Hungría, mujer inteligente que rápidamente se implicaría en la política real apoyándole en la conquista de Valencia y aconsejando al rey en el Tratado de Almizra en 1244, en donde se acuerda que Castilla se hará cargo de la reconquista de Alicante y Murcia, cerrando el occidente y sur peninsular definitivamente a Aragón.

A diferencia de su anterior matrimonio, con Violante el rey se encontraba feliz dando muestras de cariño hacia ella y llamándola a su lado constantemente lo cual no le impedía tener a la vez diversas amantes con las que tuvo varios hijos, con Blanca de Antillón tuvo a Fernando Sánchez de Castro, con Berenguela Fernández a Pedro Fernández de Híjar, con Teresa Gil de Vidaure tuvo a Jaime de Jérica y Pedro de Ayerbe, mientras que con Berenguela Alfonso no tuvo descendencia.

Violante y Jaime tuvieron ocho hijos, así tras la conquista de Mallorca y Valencia y una vez asentado su poder tanto sobre los nobles aragoneses y catalanes, como en los territorios transpirenaicos que le quedaban, el Rosellón y la Cerdaña, Jaime fue modificando su testamento a medida que nacieron estos, en principio Alfonso era el heredero de la corona mientras que sus hermanastros recibirían los territorios patrimoniales del rey por conquista o por herencia. Pero Alfonso muere en 1262 y Jaime vuelve a hacer un nuevo reparto, dejando a Pedro, Aragón, Cataluña y Valencia y a Jaime las Islas Baleares.

Otro importante acuerdo se produce con Francia, el 11 de mayo de 1258 se firma el Tratado de Corbeil, donde Luis IX “San Luis”, renuncia a la Marca Hispánica y Jaime renuncia a sus derechos sobre el mediodía francés, para ratificar el tratado casó a su hija menor Isabel con Felipe, el hijo y heredero de Luis.

Ante el alzamiento de los mudéjares de Murcia, Alfonso X “el Sabio”, pidió ayuda a sus suegro Jaime I, pero una vez más la nobleza se mostró disconforme con el rey negándose a cooperar con Castilla, a pesar de esto el monarca ayudó a su yerno sometiendo Murcia e iniciando una repoblación del territorio con aragoneses y catalanes devolviéndosela a Alfonso una vez pacificada.

Estos tratados no contentaron a los nobles aragoneses y catalanes ya que les cerraba la puerta a la expansión por los territorios ultra pirenaicos por el norte y por el sur la cesión de Murcia a Castilla terminaba con la reconquista para la corona aragonesa.

Su espíritu cruzado le llevo a proyectar una cruzada a Tierra Santa zarpando con una flota desde Barcelona, pero una tempestad le obligo a refugiarse en Aigües-Mortes, cerca de Montpellier, donde desembarcó regresando a Cataluña por tierra y olvidándose de la empresa, lo que hizo de manera definitiva en el Concilio de Lyon de 1274, este abandono de una empresa tan importante no está nada claro pues hay historiadores que lo achacan a la avanzada edad del monarca 60 años y otros a su deseo de estar junto a Berenguela Alfonso con quien tenía amores, constituyendo uno de sus mayores fracasos.

En el ocaso de su reinado Jaime, se tuvo que enfrentar a diversas revueltas nobiliarias que pretendían medrar el poder del rey y frenar el ascenso social de los grupos urbanos y su apoyo a la Monarquía, aliándose los nobles con sus distintos hijos.

Por otro lado se dedica a escribir la crónica de su reinado “el Llibre dels feits del rei En Jaume (Libro de los hechos del rey Jaime)”, primera crónica en catalán, en donde se nos muestra como un gran comunicador que con mucha intención nos define su imagen de rey religioso, guerrero y magnánimo, buen señor de sus súbditos y como cristiano protegido por la divinidad, impregnado de un espíritu cruzado que le lleva a emprender empresas contra los musulmanes.

Asistió al Concilio de Lyon para que el Papa Gregorio X le coronara como rey, pero este último exigió la ratificación del acuerdo de feudo y tributo que ofreció su padre a lo que Jaime se negó, ante el desacuerdo entre ambos Jaime abandonó el Concilio.

El enfrentamiento entre sus hijos, el heredero Pedro y su hijo bastardo Fernán Sánchez de Castro y los partidarios de ambos mantuvo el reino en un estado de guerra civil y al rey dividido en sus sentimientosa intención de ambos grupos era la influir sobre el rey cosa que finalmente ocurrió. Declaró a Fernán traidor y se enfrentó a sus partidarios acabando el conflicto con la muerte de Fernán.

Por último en 1275 los mudéjares de Valencia se alzaron en armas, el rey acudió a sofocar la revuelta siendo derrotado en Llutxent, cansado y enfermo se trasladaba de Alcira a Valencia falleciendo en el camino, siendo amortajado con el hábito de los monjes blancos (cistercienses), tenía 67 años y había reinado 62.

La Corona se dividió según su testamento, a Pedro le correspondieron Aragón, Valencia y el condado de Barcelona, mientras que a Jaime le donó Mallorca, los condados de Rosellón y Cerdaña, además del señorío de Montpellier.

 

 

El reinado de Jaime I “el Conquistador”, fue un reinado de éxito a pesar de los fracasos del final del mismo, en pleno auge medieval expandió su territorio hasta límites impensables en ese momento, hombre culto e inteligente favoreció a la burguesía y las ciudades para contrarrestar el poder de los nobles al vez que se apoyaba en la doctrina jurídica romana consolidando las Cortes privativas de cada reino, produciéndose el nacimiento de la conciencia territorial de la Corona de Aragón.

Organizó el Consell de Cent (Consejo de Ciento) o gobierno municipal de Barcelona y promovió la redacción del Libro del Consulado de Mar, un compendio de derecho marítimo.

Otorgó a Valencia Los Furs de València, el primer corpus de leyes que rigieron el reino a partir de la reconquista de Jaime I. Ante la necesidad de un ordenamiento jurídico, se elaboró un conjunto inicial de normas para solucionar los problemas inmediatos que junto con otras normas previstas por el rey, constituiría la base jurídica del derecho valenciano. En ellos se recoge la costum (costumbre) en el sentido de derecho consuetudinario, y así comenzaron a llamarse Consuetudines Valentiae, nombre que cambió al poco tiempo por el de Fori, término utilizado en Aragón, y que se generalizó como Furs de València (Fueros de Valencia) al traducirse al romance, extendidas por todo el reino a pesar de la oposición de la nobleza aragonesa, fueron confirmados por el rey en 1271 en Aragón.

Desde Aragón se critica la figura de Jaime I acusándole de haber dividido un reino que llevaba 100 años unido al fijar la frontera entre Aragón y Cataluña en el río Cinca, lo que supuso la adjudicación de Lérida a los condados catalanes, separando ambas entidades con derecho y Cortes diferentes, al igual que su conquista pues con la creación de los reinos de Mallorca y Valencia creó una monarquía de carácter confederal sin nada en común más que el rey, algo que no se entendía en la mentalidad del momento.

Por otro lado, para Mallorca y Valencia es el gran rey, el punto de partida, fundador de ambos reinos, el creador de sus señas de identidad hasta nuestros días: territorio, lengua, fueros, moneda, instituciones, etc.

Pero quizás hay que mirar más allá, olvidando nacionalismos e ideologías actuales para volver al interior de los hombres del medievo y su visión de las cosas en esa época, donde la nobleza y el clero tenían mucho poder y al crear unas entidades jurídicas independientes con sus fueros, reforzaba la posición del monarca frente a esa nobleza díscola y ambiciosa, pues al igual que sucedió en los demás reinos de la península el rey consideraba las conquistas como patrimonio personal con el que podían hacer lo que quisieran.

A partir del Conquistador, Aragón llega a su mayoría de edad, lo que comenzó como un pequeño territorio de frontera para contener el ímpetu musulmán hacia el norte de Europa, se había extendido y consolidado como uno de los reinos importantes de la península, proyectando una expansión militar y comercial imparable hacia el Mediterráneo.

Cerdeña, Sicilia, Nápoles, Atenas y Neopatria quedan en el horizonte y no tardaran en convertirse en una realidad.