Entonces casi todos los que hoy son diputadas y diputados de VOX, o no habían nacido o estaban aprendiendo a leer –no digo a comprender–. Una de ellas, Marta Fernández, ha sido elegida, tras los pactos con el PP, presidenta de las Cortes de Aragón.

Uno debería alegrarse de que una mujer presida las Cortes Aragonesas; sin embargo, hay algunas cosas de la parlamentaria que son en extremo sospechosas. Nuestra amiga Marta se siente, según ha dicho: «nieta de los cristianos que echaron a los moros de la península para que las feminazis pudieran pasear en tetas por la calle». Y es que Marta es, antes que presidenta de todos los aragoneses, recen en el Pilar o mirando hacia La Meca, xenófoba, antifeminista y fanática.

Estamos frente una guardiana de la fe y vigilante sobre los engaños que traten de sortear la espada de la Justicia. Tiempo atrás, dijo la esplendente presidenta en sus redes sociales y lo copio textualmente porque es un lujo de sintaxis: «Los violadores también podrán fluir y autopercibirse mujer y así, tranquilamente, podrán ir a una cárcel de mujeres», toda una declaración de intenciones. Tampoco traten de convencerla de que estamos frente a un cataclismo universal por el cambio climático, es una convencida negacionista. Aragón no sufre sed ni sequía, es un invento de la izquierda,  por eso ella y su partido están abiertos a cualquier trasvase. Por supuesto no le hablen de vacunas, no cree en ellas. Y aquí debo darle la razón en parte: para evitar que vengan los de Vox no las hay. Demasiados cómplices.

Sé que en algunas de sus intervenciones a Marta le gusta jugar con el tema de las genuflexiones, ya saben las jugadas que pueden hacer el subconsciente y el deseo reprimido. Por Dios, por Dios, ella, ¡tan religiosa! que con respecto a la canción de Tangana, Ateo, dijo aquello de: «Seguid pisoteando a Dios y burlándoos de lo sagrado. Nada es impune, cuestión de tiempo». Y ahí es donde yo entro, ha sido cuestión de tiempo que un personaje así presida las cortes de una autonomía y es cuestión de tiempo que estos tipos, gracias al mamporrero Feijóo, entren en el gobierno. Psst, psst, que vienen… se escuchó en Castilla León, entre inauditos insultos y latidos fetales.  Psst, psst, que vienen… que vienen, se percibe en los callejones y en los ayuntamientos; cuéntenselo a las gentes de Ripoll. Psst, psst, que vienen… que vienen, se oye en Valencia. Psst, psst, que vienen… que vienen, se oirá en Murcia y en Extremadura a pesar de lo que digan.

Y yo voy más allá de la advertencia: Mantengo que ya están aquí, gracias ingenuos votantes; gracias patrañeros peperos. Pronto sentiremos sus porras… aunque sea desde un rostro relleno de  toxina botulínica, es decir de bótox o debería decir voto-vox.