Sus intereses comerciales avalados por una creciente burguesía tanto catalana, valenciana como aragonesa, van a ser en gran medida los que fomenten esta conquista, siendo el término “catalán” con sus variantes y discursos, el que aparezca como elemento generalizador.

Habíamos dejado la Corona de Aragón partida en dos a la muerte de Jaime I, por esa costumbre que tenían los reyes de repartir entre sus hijos, un territorio que ellos se habían empeñado en unificar. Concepción medieval que tenían todos los nobles de que ese territorio era suyo de pleno derecho, con el que podían hacer lo que quisieran aún a costa de debilitar su poder y supuestamente evitar que no hubiera conflicto entre hermanos, terminando de esta manera por romper una unidad que parecía consolidada.

Así pues los reinos de Aragón, Valencia y el condado de Barcelona fueron para Pedro y tomando un camino distinto el reino de Mallorca para Jaime.

La Casa de Barcelona

 

Pedro III de Aragón “El Grande”: Rey de Aragón, Valencia y Sicilia, conde de Barcelona.

Sucedió a su padre Jaime I, tras su fallecimiento en 1276. A los 22 años contrajo matrimonio con la princesa siciliana Constanza Staufen, (Constanza de Sicilia o de Suabia) hija del rey Manfredo de Sicilia y nieta del emperador alemán Federico II de Hohenstaufen. Este matrimonio fue transcendental para la política de expansión Aragonesa en el Mediterráneo, unido a los consulados del mar y a los comerciantes y marinos mallorquines, quienes inician una ruta hacia Canarias (aunque más tarde la acabaran abandonando). Esta expansión comercial iría acompañada de otra militar que chocó con los intereses de la corona francesa y del Papa por la hegemonía en los estados italianos.

Tras la ocupación de Sicilia por las tropas de Carlos de Anjou en 1272-1274, el todavía infante Pedro, acogió en su casa a varios exiliados de aquel reino como Roger de Lauria, al que nombró Almirante el 20 de marzo de 1283, Corrado Lancia (Conrado Lanza) o Giovanni da Procida (Juan de Prócida). Pero antes de recuperar las tierras de su mujer una vez coronado rey, Pedro tuvo que contentar a la nobleza levantina y sofocar la revolución que los mudéjares valencianos habían iniciado el mismo año en que subió al trono. Sofocada la revuelta en 1279, conseguiría ese mismo año que su hermano Jaime, rey de Mallorca, le rindiera pleitesía, por lo que una vez consolidado su poder y guardadas sus espaldas, su política se centró en la expansión mediterránea.

Conrado Lanza, al mando de una flota aragonesa recorría las costas tunecinas para restablecer la soberanía feudad de Aragón sobre Túnez, cuando el lunes de Pascua de 1283, en las conocidas como “Vísperas Sicilianas”, una revuelta organizada por Juan de Prócida, se rebeló contra el rey francés Carlos de Anjou, nombrado por el Papa rey de Sicilia.

Pedro que se encontraba en el norte de África armando una flota para invadir Túnez, solicita al Papa Martín IV, una bula de cruzada para dicha acción, pero el papa de origen francés y partidario de Carlos se la niega, en este momento una embajada siciliana le ofrece la corona a Pedro a la que tenía derecho gracias a su matrimonio con Constanza. El rey de Aragón acepta zarpando hacia la isla desembarcando en Trapani el 30 de agosto y entrando en Palermo el 2 de septiembre, siendo coronado rey de Sicilia dos días más tarde.

El papa siempre favorable al francés reaccionó excomulgándolo, esto pondrá al monarca aragonés en una situación preocupante pues cuando un príncipe era excomulgado sus súbditos y vasallos eran libres de desobedecerlo, lo que le obligó a  negociar con sus nobles y las ciudades de su territorio haciéndoles importantes concesiones para contar con su ayuda cuando más adelante Francia invada Cataluña.

Entre tanto avanzó directa pero lentamente hacia Mesina, ciudad que resistía el sitio de Carlos, este para evitar quedarse atrapado entre los aragoneses y el mar pasó al otro lado del estrecho el 24 de setiembre, esperando recibir refuerzos. Pedro III entra triunfalmente en Mesina el 2 de octubre, consiguiendo el dominio de la isla sin haberse enfrentado directamente a las fuerzas de Carlos. El 14 de octubre ambas flotas se enfrentan ante Nicotera, la flota aragonesa al mando de Pedro de Queralt infligirá una dura derrota a una flota de suministros angevina que perderá 22 navíos y 4.000 hombres, esta victoria dará el dominio del mar a Aragón, convirtiéndola en la primera potencia del Mediterráneo.

A finales de 1282, y coincidiendo con el lógico parón invernal, se produce un suceso bastante peculiar: Carlos de Anjou reta a Pedro III a zanjar la guerra en combate singular, un “Juicio de dios” que se efectuaría en Burdeos (territorio neutral pues pertenecía a Eduardo I rey de Inglaterra). Acordaron que el duelo seria el 1 de junio de 1283 y que combatirían cien caballeros por cada bando aceptando las reglas que fijaba el juez, a la sazón el rey inglés, quien declinó el cargo en uno de sus representantes.

Pedro III traslada a su mujer Constanza, (la auténtica heredera del reino) a Sicilia junto con los infantes Jaime y Federico, regresando él a la península, con esta jugada maestra afianza su poder en la isla ya que trasmite a la población que no será abandonada al dejar en la isla a la poseedora de los derechos dinásticos y a sus hijos. Pero además el desafío del duelo suponía para ambos contendientes una tregua que les permitía volver a sus dominios y conseguir refuerzos para continuar la campaña,

Camino de Burdeos, Pedro envió al caballero Gilabert (Gilberto) de Cruïlles, para consultar al rey de Inglaterra si ofrecía garantías de las normas acordadas. El senescal de Gascuña, Jean de Grailly, designado como juez por el rey inglés, le informó que Carlos de Anjou iba a acudir a la cita con los 100 duelistas más 12.000 hombres que le enviaba su sobrino el rey Felipe III de Francia, con la intención de apresar al rey aragonés, con lo que el senescal ingles no podía garantizar su seguridad recomendándole que no acudiera. Pedro se encontró en la tesitura de llevar también a su hueste, lo que presentaba todo un problema logístico y estratégico o no acudir al duelo, lo que le deshonraría, entonces ideó una argucia para no faltar a la palabra dada, pidió ayuda al mercader de caballos Domingo de la Figuera, que conocía los caminos y senderos que llevaban a Burdeos y haciéndose pasar por su escudero se dirigió a la ciudad.

Gilabert de Cruïlles convocó al senescal para que acudiera con un secretario (notario) y seis caballeros al lugar donde se habría de realizar el duelo indicándole que allí le esperaba un caballero del rey de Aragón, Pedro se presentó junto a algunos de sus mejores caballeros (su consuegro Blasco de Alagón, el siciliano Corrado, el alcalde de Barcelona Lanza y Bernat de Cruïlles y Peratallada, más el padre de éste, Gilabert IV de Cruïlles), el monarca aragonés desveló su identidad exigiendo que constara por escrito su presencia en el torneo y su protesta por la celada que le habían intentado tender, reclamando que se le reconociera la victoria al haber vulnerado su rival los términos del acuerdo, tras cumplir con este trámite se dio una vuelta por el palenque volviéndose acto seguido a Aragón, dejando burlados a Carlos de Anjou y a Felipe III. Tras esto Jean de Grailly se fue a informar a Carlos de Anjou, el cual, temiendo una emboscada, también se fue de Burdeos al día siguiente, eso sí, reclamando también la victoria.

En suma, el torneo no llegó a celebrarse en sentido estricto y si los franceses querían recuperar Sicilia tendrían que renunciar a aquel juicio de Dios y hacerlo en una guerra convencional declarada cruzada por el papa siempre favorable al francés. Pero ahí Aragón se mostró superior en todos los ámbitos: el ejército de Felipe III fracasó en su intento de invasión de Cataluña a pesar de que contaba con la ayuda del rey de Mallorca, Jaime II, que al ser también conde del Rosellón y la Cerdaña, facilitó el paso de la hueste francesa por sus tierras y a una revuelta que estalló en Barcelona protagonizada por Berenguer Oller.

El rey que se encontraba en Huesca, rápidamente se desplazó a Barcelona deteniendo y ahorcando a Oller poniendo fin a la revuelta. Pero la población rosellonesa no estaba de acuerdo con la injerencia francesa y al igual que había pasado en Sicilia, se enfrentó a los franceses en Salses, Perpiñán, Elna y el Collado de las Panizas. En el Mediterráneo  la flota angevina volvió a ser derrotada por Roger de Lauria en las islas Formigues, (frente a Palamós) y el golfo de Rosas.

La batalla de Formigues suponía, en la práctica, el final de la cruzada, pues el ejército invasor dependía de la flota francesa para llevarles suministros, sin bastimentos, el ejército quedaba a merced de los aragoneses. Al mismo tiempo una epidemia se extendió entre sus filas, diezmándolo. De esta forma, llegó el final del conflicto y el Reino de Sicilia quedó definitivamente bajo la órbita de la Corona de Aragón. En 1283 Roger de Llúria ocupaba la isla de Malta y las tunecinas de Djerba y Querquena en 1284, obligando además al sultán a pagar un tributo anual de 33.333 besantes de oro y a tener a su servicio un destacamento de soldados aragoneses.

Ya hemos dicho que la excomunión del rey fue aprovechada por los nobles aragoneses que en 1283 se rebelaron en las Cortes de Tarazona para defender sus intereses y privilegios, constituyendo la llamada Unión aragonesa. Ésta exigió al monarca que jurase el Privilegio General. El Privilegio impulsaba tres instituciones fundamentales: el Justicia de Aragón, juez medio que dirime los conflictos entre el rey y la nobleza, el Consejo del Reino, integrado por representantes de todos los estamentos, y las Cortes, de esta forma la autoridad real veía recortadas sus facultades frente a los nobles, que impusieron a los sucesivos monarcas la obligación de jurar los fueros y libertades del reino de Aragón antes de ser proclamados reyes.

Liberada Cataluña en octubre de 1285, Pedro volvió su mirada hacia Mallorca, feudo de su hermano Jaime II a quien consideraba un traidor, se dirigió a Tarragona para embarcarse cuando enfermó súbitamente, sintiéndose morir manifestó su deseo de morir en el seno de la Iglesia con el fin de obtener el perdón y no morir excomulgado ordenó que se devolviera al Papa el Reino de Sicilia. Cuando era trasladado a Villafranca del Penedés, su enfermedad se agravó falleciendo el 11 de noviembre de ese mismo año, siendo enterrado en el monasterio de Santes Creus (Tarragona). Curiosamente en este año fallecieron todos los protagonistas de esta historia, el papa Martín IV, Carlos de Anjou, Felipe III y Pedro III “el Grande”.

 

 Jaime II: rey de Mallorca:. Señor del Rosellón y Montpellier.

Ya hemos dicho de Jaime I partió su territorio dejando a su hijo Jaime el reino de Mallorca, el Rosellón y la ciudad de Montpellier. A los 13 años su padre Jaime I le ordenó desplazarse a Mallorca para jurar los privilegios del reino y ser jurado como heredero de este territorio, a su muerte Mallorca se desgajo de Aragón, como curiosidad Jaime I le dejó libertad para contraer matrimonio con quien quisiera, el infante escogió a Esclaramunda de Foix, hija del conde de Foix Roger IV de Foix y de Brunisenda de Cardona, de manera que instauraba una nueva dinastía de reyes privativos de Mallorca, unida fraternalmente a la casa de Barcelona pero independiente, de manera que solo la falta de herederos legítimos la retornarían a la Corona de Aragón.

Su hermano Pedro, que no admitía la partición de la corona le sometió a un tratado de vasallaje, pero no fue el único, el rey de Francia, Felipe III Capeto “el Atrevido”, le presionaba en Montpellier debido a los derechos feudales de la ciudad, ya que los reyes de Mallorca eran vasallos de los obispos de Magalona y estos a su vez de los reyes de Francia, el senescal de Bellcaire, ocupo Montpellier y esto determinó la claudicación de Jaime; quien en una reunión bilateral con Felipe, aceptó las nuevas condiciones.

La consecuencia ya vimos cual fue, alineado con Francia en contra de su hermano, dejó el paso franco por sus tierras a las tropas francesas en su intento fracasado de invasión de Cataluña, la respuesta de Pedro III fue enviar a su hijo Alfonso contra su tío Jaime para conquistar Mallorca e Ibiza como castigo ante el incumplimiento de los deberes de un vasallo para con su señor natural; Alfonso consiguió sin grandes esfuerzos el sometimiento de ambas islas cuando recibió la noticia de la muerte de su padre, proclamándole soberano de los reinos y territorios peninsulares, mientras que su hermano menor Jaime fue proclamado rey de Sicilia.

A mediados de 1286 se firmó una tregua, entre Aragón, Francia y el rey de Mallorca, que debía prolongarse hasta el año siguiente. En este contexto, Alfonso III de Aragón decidió dar un golpe por sorpresa conquistando la Menorca musulmana, tributaria de Aragón y cuyas operaciones apenas duraron dos meses. Esta nueva situación reactivó la guerra entre Aragón y Mallorca, llegando Jaime II a retar a un duelo a su sobrino Alfonso III.

La realidad fue que entre 1285 y 1298, Jaime II fue un rey sin reino, pues aunque mantuvo la titularidad como rey de Mallorca, solo conservaba los condados continentales del Rosellón y la Cerdaña desde donde realizo cuatro invasiones llegando a sitiar Castelló de Ampurias y a apoderarse de los castillos de Rocabertí, Requesens, Carmançó y las poblaciones de Cantallops, la Jonquera y el monasterio de san Quirce de Colera, que no tuvieron graves consecuencias ni militares ni políticas. El aislamiento internacional de la Corona de Aragón y su alianza con la Santa Sede no dejaron de alentar a Jaime II el recuperar la integridad de sus territorios, esperanzas que finalmente vio realizadas en el tratado de Anagni, de 1295, aunque siguió sometido al vasallaje de Aragón.

A partir de aquí y a pesar de contaba con 55 años, se lanza de lleno a reformar el reino teniendo todo el control, designando directamente todos los elementos rectores del municipio de Mallorca. En materia económica impuso una “sisa” (tributo que se paga por razón de las cosas vendidas), sobre todos los habitantes de Mallorca, salvo los caballeros y eclesiásticos. Realizó una vasta política de colonización agraria, con la creación de núcleos rurales.

Creó consulados en el Norte de África y en el reino de Granada, un nuevo sistema monetario y una política de inversiones inmobiliarias desde grandes señoríos a compras selectivas, promocionando la industria textil. Por último un hecho ajeno vino a dotar de nuevos ingresos a la corona, la caída de la Orden de los Templarios, lo que le permitió la incautación de las rentas de la Orden en las islas. Impulsó la reforma de las sedes reales como el Palacio de los reyes de Mallorca, en Perpiñán, consolidándola como capital del reino o el antiguo castillo musulmán de la Almudaina, en la ciudad de Palma de Mallorca, así como la construcción de nuevos castillos como el de Bellver.

Jaime II tuvo con Esclaramunda seis hijos: Jaime el primogénito renunció a la sucesión para ingresar en la Orden de San Francisco, sucediéndole su hermano Sancho I de Mallorca. Fernando de Mallorca se casó con Isabel de Sabran, con quien tuvo a Jaime III de Mallorca. Isabel de Mallorca, se casó con Don Juan Manuel, hijo del infante Manuel de Castilla y nieto de Fernando III de Castilla. Sancha de Mallorca, contrajo matrimonio con Roberto I de Nápoles y por último Felipe de Mallorca, fue regente de Mallorca entre 1324 y 1329.

 

Alfonso III “el Liberal”: rey de Aragón, Valencia, conde de Barcelona y rey de Mallorca entre 1285 y 1291.

Nada más subir al trono su padre Pedro III, le reconoció como heredero al trono en 1280, comenzando rápidamente a actuar en nombre de su padre que le otorgo plenos poderes con motivo de la revuelta de los nobles catalanes, en la que tuvo un papel principal para controlarla. Ocupó la lugartenencia general de todos los reinos y condados cuando su padre partió para la costa tunecina y más tarde a Sicilia en 1282, enviándolo en su lugar a conquistar Mallorca por la traición de su tío Jaime, siendo durante esta empresa cuando recibió la noticia de la muerte de su padre, pero no regresó hasta obtener la sumisión de Mallorca e Ibiza, donde fue jurado rey.

Pedro II, en su testamento dejaba a Alfonso (el primogénito), la corona de Aragón y su segundo hijo Jaime, el reino de Sicilia, especificando que en caso de muerte sin descendencia de Alfonso, sería Jaime el nuevo rey, dejando Sicilia a su hermano Fadrique (Federico).

Dos años más tarde y acusando al Almojarife (administrador musulmán que ejercía como gobernante tributario local semiindependiente, sometido a vasallaje), de haberse aliado con Francia, invadió y conquisto Menorca (todavía musulmana pero feudataria de Aragón), sus habitantes pasaron a ser siervos del rey de Aragón y todos sus bienes, excepto las ropas, incautados a menos que pagaran siete doblas y media de oro en el plazo de seis meses, los que no pudieron pagar fueron vendidos como esclavos y la isla quedo despoblada, siendo repoblada en su mayoría por gentes venidas de Cataluña.

Con respecto a su política peninsular se enfrentó a Castilla por no haberle ayudado en la invasión francesa, tomando partido a favor de los infantes de la Cerda frente a Sancho IV, proclamando en Jaca a Alfonso de la Cerda como rey de Castilla, aunque posteriormente abandonó su causa. En la política mediterránea Alfonso como cabeza de la familia real aragonesa, defendió sus intereses en el Mediterráneo apoyando a su hermano Jaime como rey de Sicilia de manera que continuó el enfrentamiento con el rey francés y el papa que había excomulgado a los reyes de Aragón donando el reino a Carlos de Valois. Alfonso libero al príncipe de Salerno, futuro Carlos II de Anjou, que su padre había hecho prisionero previa renuncia al reino de Sicilia en favor de su hermano Jaime, pero quedándose como rehenes en Barcelona sus dos hijos, Luis y Roberto.

La solución del conflicto llegó en 1291, en el tratado de Tarascón, en él, el papa levantaba la excomunión del rey de Aragón, reconociendo sus derechos sobre Mallorca, a cambio Alfonso renunciaba a Sicilia en favor de Carlos II de Anjou, comprometiéndose a convencer a su hermano Jaime para que renunciara al trono e incluso a hacerle la guerra en caso de que se negase. Debía pagar nuevamente el tributo a la Iglesia y a satisfacer los atrasos, así como organizar una cruzada, pero la inesperada muerte de Alfonso, cambio el panorama. Alfonso III, había contraído matrimonio por poderes con Leonor, hija de Eduardo I de Inglaterra y Leonor de Castilla, pero este no llegó a consumarse pues cuando se estaban iniciando los preparativos para recibir a la infanta, Alfonso murió repentinamente el 18 de junio de 1291 a los 27 años de edad. Al morir sin descendencia y cumpliéndose el testamento de su padre Pedro III, la corona paso a manos de su hermano Jaime y el reino de Sicilia a su hermano Fadrique.

 

Jaime II “el Justo”:. Rey de Sicilia entre 1285 y 1302, Aragón, Valencia, conde de Barcelona.

La súbita muerte de Alfonso III sin descendencia, reactiva el testamento de su padre Pedro III y la corona pasa automáticamente a manos de su hermano Jaime, que deja como regente en Sicilia a su hermano Fadrique (Federico), lo que dejaba claro su intención de no cumplir el tratado de Tarascón firmado por su hermano mayor. Se acerca a Castilla firmando el Tratado de Monteagudo, buscando una alianza matrimonial con Isabel de Castilla, hija de Sancho IV. La unión fue frustrada por el papa Bonifacio VIII, que no concedió la dispensa matrimonial por consanguineidad y al no ser consumado el matrimonio pues en el momento de la boda Isabel tenía 8 años, la muerte de Sancho IV en 1295 anuló el matrimonio, volviendo Isabel a Castilla.

Tras esto, restableció contactos con los franceses y el papado llegando finalmente a un acuerdo en la ciudad italiana de Anagni, “el Tratado de Anagni”. En él Jaime II renunciaba a Sicilia devolviéndosela a la casa de Anjou, debía contraer matrimonio con la princesa Blanca, hija de Carlos II de Anjou, rey de Nápoles; a cambio el rey de Francia desistía de sus pretensiones históricas sobre Aragón y Cataluña renunciando a la investidura de la Corona de Aragón y el Papa anulaba la excomunión y el entredicho sobre su reino y su Monarca. Jaime II devolvía a su homónimo el Reino de Mallorca, aunque se reconocía el vasallaje a la Corona de Aragón. Pero también hubo una cláusula secreta en la que el papa como compensación de la perdida de Sicilia le enfeudaba las islas de Córcega y Cerdeña.

Los sicilianos manifestaron su rechazo al acuerdo firmado en Anagni, coronando a Fadrique como rey lo que provocó la guerra entre los hermanos, pero la resistencia de los sicilianos fue tenaz obligando al rey de Nápoles y al papa a firmar el Tratado de Caltabellota, entre Fadrique y Carlos de Anjou, donde el reino quedaba separado en dos partes, la insular Sicilia por un lado y la peninsular Nápoles por otro, aceptando el angevino la soberanía del aragonés con el título de rey de Tinacria (Sicilia), debiendo casarse con Leonor, hija de Carlos II de Nápoles. El título era vitalicio y no transmisible, de forma que al morir Fadrique la isla volvería a los angevinos.

La muerte de Sancho IV de Castilla, cambió radicalmente la política entre ambos reinos, aludiendo que el papa no le concedía la dispensa necesaria devolvió a la infanta Isabel, rompiendo de esta forma el compromiso contraído con el monarca castellano y vuelve a cambiar de bando apoyando de nuevo al infante Alfonso de la Cerda, que disputaba el trono al rey Fernando IV de Castilla, tan solo un niño de nueve años, a cambio del reino de Murcia y curiosamente apoyado también por Francia, Sicilia, Portugal y Granada.

Entre 1296 y 1301 invade al frente de dos ejércitos Castilla, uno al mando del infante Pedro hermano de Jaime II, acompañado de Alfonso de la Cerda quien fue declarado rey de Castilla en Sahagún, sitiando la ciudad de León. Pero el infante Pedro fallece de peste, enfermedad que estaba mermando todo el ejército aragonés que termino levantando el sitio y regresando a Aragón. El segundo encabezado por el mismo conquistó y se anexionó el reino castellano de Murcia, otorgándole un nuevo fuero, el “Fuero Nuevo de Murcia”, en sustitución del otorgado por Alfonso X “el sabio”, redactado en catalán-valenciano y apoyado en los “furs (fueros) valencianos” que consideraba óptimos y completos, manteniendo vigentes sus fueros locales propios, de origen castellano unos, y otros, los más recientes, aragoneses.

Pero ante la sucesiva concesión de privilegios forales a Murcia y distintas villas del reino, el monarca se obligó a una revisión de los fueros apenas cinco años después, de manera que el 18 de febrero del año 1301 hizo expedir a su cancillería la suma de cambios, correcciones, adiciones y omisiones, solicitadas, bajo el título de “Constitutiones Regni Murcie”, que en lo sucesivo deberían servir de complemento foral añadido al Nuevo Fuero de Murcia del 1296.

En 1301 se proclamó la mayoría de edad de Fernando IV de Castilla, por otra parte el papa Bonifacio VIII, publicaba una bula por la que se legitimaba el matrimonio de su padre Sancho IV y Dª María de Molina, lo que suponía su legitimación como sucesor al trono de Castilla, dejando sin fundamento jurídico la causa dinástica de Alfonso de la Cerda y obligaba a su vez a Jaime II a reconocer “de jure y de factoa Fernando IV como el único soberano legítimo de Castilla y León. A esto el rey aragonés suma problemas internos ante una nueva sublevación de la nobleza, la nueva situación le obliga a llegar a un acuerdo pues Jaime II había invadido unos territorios plenamente castellanos, para ello se formó un tribunal presidido por el rey de Portugal Don Dionís.

La sentencia arbitral del “Tratado de Torrellas” en 1304, puso fin a la ocupación aragonesa volviendo a manos castellanas casi todo el reino aunque dividido en dos a uno y otro lado del río Segura, a excepción de Cartagena y Guardamar, que pese a su ubicación en la margen derecha del río fueron adjudicadas a Aragón. Pero como las fronteras no quedaban claras al año siguiente una nueva comisión firmaba el “Pacto de Elche”, en él Caudete y Jumilla se adscribían a Aragón, mientras que Yecla se reserva para Castilla, a la vez que Cartagena, como compensación a la pérdida sufrida por esta al donar el señorío conquense de Alarcón, al noble don Juan Manuel.

En 1308 se firma con Castilla el “Tratado de Alcalá de Henares”, por el que ambos reinos reemprenden la labor reconquistadora contra el reino musulmán de Granada, pero los problemas internos en Castilla redujeron la campaña a la toma de Gibraltar, teniendo que levantar el sitio de Algeciras, mientras que una mal planteada campaña por parte aragonesa fracasa en la toma de Almería, lo que provoca el abandono de Jaime de todo intento de tomar territorio granadino y se vuelca en el Mediterráneo dirigiéndose hacia Cerdeña y Chipre.

Dos sucesos destacados tienen lugar en esta época y que incidirán en el futuro del reino, el primero es la boda entre su primogénito y heredero Jaime con la infanta castellana Leonor. El infante había de esperar a que la infanta castellana llegara a la mayoría de edad, mientras fue nombrado procurador general de la Corona de Aragón, ocupando también la lugartenencia en Sicilia, durante la espera comenzó a dar muestras de un extraño carácter que culmino cuando le confesó a su padre su deseo de entrar en alguna orden, Jaime II le presiono para cumplir con su deber e incluso el propio papa Juan XXII tuvo que mediar para que la boda se realizara.

Ante toda esta presión el infante Jaime accedió y el compromiso se realizó el 18 de octubre de 1319 en Gandesa, Tarragona, pero nada más terminar la misa el infante huyó, lo que enrareció nuevamente las relaciones entre ambos reinos, teniendo que dar explicaciones Jaime II ante María de Molina por la actitud de su hijo. Finalmente el infante Jaime terminó renunciando a sus derechos al trono y recibiendo el hábito de San Juan de Jerusalén, su hermano el infante Alfonso paso a ser el heredero al trono y acabó casándose en segundas nupcias con la agraviada Leonor de Castilla, normalizando de nuevo la situación antes provocada.

El otro hecho destacado fue la supresión de la Orden del Temple por Felipe IV “el Hermoso” de Francia. Los templarios eran una de las ordenes más poderosas y ricas del momento, en sus conventos y comunidades se depositaban dinero, joyas y documentos importantes, llegando a tener sus propias reservas en dinero. Viajar en esta época con el dinero encima era muy peligroso, para evitar esto uno podía entregar un depósito de dinero en un convento templario y con una carta de pago viajar al otro extremo de Europa y cobrarlo en otro de sus conventos, lo que posteriormente fue la letra de cambio, convirtiéndose en los banqueros más competentes de la Edad Media.

El viernes 13 de octubre de 1307, el rey Felipe IV de Francia ordenó arrestar a todos los templarios de Francia. Sus motivos siguen sin estar claros, pero los historiadores modernos sugieren como posibilidades la amenaza militar de los templarios, el deseo de adquirir riqueza, la oportunidad de ganar una ventaja política y prestigio sobre el papado, aunque lo cierto es que Felipe estaba endeudado hasta las cejas incluso con la propia Orden a quien había pedido un préstamo para una nueva cruzada.

Acusados de herejía, de negar a Cristo y deshonrar la cruz, el 17 de septiembre de 1307 fueron detenidos los caballeros templarios en Francia y sus bienes confiscados, mientras que el Papa el 22 de noviembre por la bula Pastorales praeminentiaeordenaba a los príncipes de la cristiandad que arrestaran a los templarios de sus estados y  confiscaran sus bienes. Posteriormente el 22 de marzo de 1312 en el Concilio de Vienne, Clemente V abolió la Orden del Temple por la bula Vox in excelso”.

En la península Ibérica la Orden gozaba de un gran prestigio, sobre todo en Aragón, Jaime II evitó cuanto pudo las acusaciones contra la Orden, pero el movimiento anti templario era imparable y finalmente tuvo que ir contra sus fieles caballeros, estos ante las injustas acusaciones en vez de mostrarse sumisos tuvieron tiempo de prepararse atrincherándose en sus castillos desde los que mostraron una feroz resistencia, además contaban con el apoyo de la población aragonesa ya que los tenía en gran consideración, pero nada pudieron hacer los monjes soldados contra el bien pertrechado y organizado ejercito del rey Jaime, así que, poco a poco, fueron cayendo todas sus fortalezas, Peñíscola, Cantavieja, Castellote, Villel, Libro, Miravet y finalmente Monzón.

Los templarios de la Corona de Aragón fueron declarados inocentes en el Concilio de Tarragona de 1312. Jaime disputó con la Iglesia la posesión de los bienes de la Orden alegando que la Corona había perdido 300 caballeros que eran de Aragón. Tras muchas discrepancias se decidió que los bienes de los territorios aragoneses y catalanes pasaran a la Orden Hospitalaria, mientras en el reino de Valencia con los restos de la orden templaría se creó una nueva Orden la de Santa María de Montesa, cuya misión seria defender las fronteras contra los ataques andalusíes.

Pero quizá el episodio militar más sorprendente en el reinado de Jaime II, fue el protagonizado por la “Gran Compañía Catalana o de Almogávares”. Los almogávares eran pastores montañeses que tras la invasión musulmana de la Península Ibérica, ante el peligro de las continuas razias tanto musulmanas como cristianas, organizaban correrías o algaradas con el único objetivo de hacer botín, el vocablo árabeal-mugawarsignifica “el que hace algaradas”. Poco a poco esta forma de vida comenzó a atraer a nuevas gentes incluidos los musulmanes de los territorios conquistados hasta llegar a conformar una poderosa fuerza de choque. Aunque hubo almogávares en todos los reinos cristianos peninsulares su identificación se da fundamentalmente con los grupos provenientes del Pirineo aragonés y catalán y su repercusión en la expansión aragonesa por el Mediterráneo.

La Paz de Caltabellota, deja a Sicilia dentro del entorno de la corona aragonesa y a las tropas aragonesas almogávares sin ocupación, esto representaba que había una gran fuerza desestabilizadora dentro de la isla, de manera que se les empujaría a trasladarse a Oriente, partiendo la Compañía hacia Constantinopla hoy Estambul, bajo el mando del siciliano Roger de Flor.

El emperador del Imperio Romano de Oriente, (Imperio Bizantino), Andrónico II Paleólogo, ante el avance de los Turcos solicito ayuda a occidente, la respuesta fue tibia pues las potencias europeas o no tenían recursos para ayudar al bizantino o se enfrentaban entre sí como Francia e Inglaterra que se disponían a iniciar la guerra de los 30 años, finalmente la ayuda llegó desde Aragón. Roger von Blum, también conocido como de Roger de Flor, de madre italiana y padre alemán, antiguo templario y mercenario está al frente de la tropa almogávar, llega a un acuerdo con Andrónico, tendría que ser nombrado Duque del Imperio y admitido en la familia imperial mediante su matrimonio con una princesa imperial, María hija de Irene, hermana a su vez del emperador y el khan de los búlgaros. 1500 caballeros, 1000 marineros y 4000 almogávares con sus respectivas familias se presentaron en Constantinopla (reseñar que aunque la fuerza principal almogávar era la infantería también tenían caballería).

Al grito de desperta ferro y enarbolandoel senyal d’Aragó”, los almogávares arremetieron contra los turcos derrotándolos en cruentas batallas descritas con todo detalle por uno de sus más ilustres miembros y cronista Ramón Berenguer, atrayendo a otros líderes almogávares como Bernat de Rocafort. Tras varias campañas victoriosas luchando siempre en inferioridad, acaban con la dominación turca en Anatolia instalándose en Galípoli. Pero la relación de los Almogávares con sus socios no es buena, allá por donde pasan arrasan con todo creando cáos y terror entre la población pues no hacen prisioneros, llegando a enfrentarse a los propios bizantinos, griegos y alanos, aliados y patrones suyos.

Entrada de Roger de Flor en Constantinopla. Obra de José Moreno Carbonero (Palacio del Senado, Madrid).

Una vez alejada la amenaza turca, la actitud del emperador con respecto a los almogávares cambió, no solo ya no los necesitaba sino que además no estaba dispuesto a saldar las deudas contraídas con ellos. Además la llegada de Berenguer de Entença con refuerzos e instrucciones de Jaime II de negociar una alianza con Andrónico para apoyarle en la conquista de Cerdeña, mientras el emperador podría contar con las tropas aragonesas para lo que necesitara, fue vista con desconfianza por los bizantinos. Roger de Flor se desprende de sus insignias de megaduque entregándoselas a Entença ante un atónito Andrónico, al que además le exige ser nombrado “César”, título que finalmente le es concedido igualándose con el “Basileus” Miguel IX Paleólogo, hijo y co-emperador de Andrónico II. Pero Entença se comporta de manera inapropiada a un embajador, desprecia el nombramiento y abandona la corte sin despedirse del emperador, marchando a Galípoli.

Miguel IX desconfiaba de Roger de Flor, había rumores de que Roger quería unir los territorios bizantinos a la Corona Aragonesa, seguramente difundidos por el propio Miguel. El cinco de abril de 1305 Roger de Flor y ciento treinta de sus oficiales fueron invitados a un banquete, la trampa estaba servida, las puertas se cerraron y sobre Roger y sus hombres cayeron una turba de Alanos que cogiéndolos desprevenidos e indefensos los pasaron a cuchillo, así murió Roger de Flor traicionado por aquellos a los que dio un Imperio.

Miguel y Andrónico debieron pensar que se habían quitado un enemigo de encima, pero se engañaban y pronto se darían cuenta de su craso error. Miguel organizo un ejército y sitió Galípoli, acabando con los almogávares que encontró desprevenidos. Estos acostumbrados a luchar en campo abierto estaban en desventaja, aun así resistieron aunque con grandes bajas y los bizantinos no pudieron tomar la ciudad.

Clamando venganza por la muerte de su jefe y compañeros, los almogávares bajo las ordenes de Berenguer de Entença reunieron cuantas naves pudieron partiendo de Galípoli no sin antes comunicar al emperador la ruptura de su acuerdo y en cuanto pueden desembarcan sembrando la muerte y destrucción durante dos años en Tracia y Macedonia, lo que paso a la historia como la “venganza catalana”, consumada en la creación de dos ducados el de Atenas y Neopatria, gobernados por la corona de Aragón a través de la rama siciliana bajo el vasallaje a Federico de Sicilia, que nombra en 1312  a uno de sus hijos como nuevo duque de Atenas.

Finalmente serían los intentos de anexión definitiva de los territorios comunes a la casa de Aragón por parte de  Pedro IV “el Ceremonioso” de Aragón, lo que hizo reaccionar a las potencias comerciales italianas las cuales viendo que se estaba creando un nuevo gigante que podía arrebatarles su posición predominante en el Mediterráneo tomaron medidas para evitarlo, para ello aprovecharon un grupo de guerreros gascones y navarros muy similar al que una vez fueron los almogávares “La Compañía Navarra”, quienes aliados de los florentinos tomaron el 2 de mayo de 1388 el último reducto almogávar, Atenas, terminando de esta forma la presencia aragonesa en Grecia.

En el contexto peninsular Jaime basó su política en el sometimiento de los barones apoyándose para ello en el apoyo de la ciudades y vinculando patrimonios y títulos a la familia real, utilizando para ello la famosa política matrimonial casando a Teresa d’Entença, heredera de Armengol X, muerto en 1314, con el infante Alfonso y en otros casos la militar como en Ampurias que en 1325 pasó a manos del infante Pedro de Ribagorza, séptimo hijo de Jaime II.

Una vez resueltos los conflictos internos volvió su mirada hacia el Mediterráneo preparando diplomática y militarmente la conquista de Cerdeña. La isla muy dividida políticamente: pisanos, Doria, genoveses, Bas-Serra, giudices (jueces) de Arborea, Malaspina, Donoratico, necesitó de una ardua labor diplomática antes de pasar a la acción siendo la campaña muy dura contra sardos y pisanos. Pisa fue derrotada en dos batallas la de Lucocisterna y la del golfo de Cagliari, esto, junto con la capitulación de Iglesias (7 de febrero de 1324) y la rendición pactada de Cagliari (12 de Julio de 1324), provocó que Pisa tuviera que reconocer la soberanía de Aragón en Cerdeña.

A pesar de esto la paz en la isla no estaba garantizada pues hubo varias revueltas apoyadas por Génova que como hemos dicho veía en Aragón un nuevo competidor de sus intereses en el Mediterráneo. La soberanía aragonesa no fue completa hasta 1420 comenzando una estrecha relación entre la corona aragonesa y Cerdeña que duraría hasta comienzos del siglo XVIII.

Su relación con África aunque de alto interés político fue más comercial, repartiéndose con Castilla la zona de influencia en el “Tratado de Monteagudo-Calatayud” en 1291, tomando como línea divisoria el río Muluya, se repartieron el oriente para Aragón y el occidente para Castilla. Sus acciones fueron sobre todo diplomáticas buscando zonas de influencia favoreciendo las relaciones comerciales existentes, como con el Sultán marroquí que en 1304 se declaró vasallo de Jaime II, que obtenía el pago de 10.000 dinares de oro.

Tras la muerte de Blanca de Anjou en 1311, Jaime II planeó casarse con una princesa chipriota, María de Lusignan, hija de Hugo III de Chipre. No están claros los motivos, si bien Chipre tenia evidentes ventajas comerciales al ser la llave del Mediterráneo oriental, también llevaba implícito el título de “rey de Jerusalén” (título que actualmente sigue ostentando el rey de España), pues el hermano de María, Enrique II de Lusignan, rey de Chipre, no tenía descendencia y ante el peligro turco que amenazaba la isla, intentaba fortalecerse sopesando emparentarse con las casas de Francia o de Aragón, siendo esta última la elegida pues dejaba abierta la posibilidad de recuperar los terrenos de Palestina que habían pertenecido al reino de Chipre, aunque lo cierto es que Jaime nunca tuvo la intención real de realizar una campaña para reconquistar la Ciudad Santa.

Tras unas largas negociaciones se llegó al compromiso de que María aportaría como dote 500.000 besantes y garantías sobre el derecho de sucesión al trono de Chipre. El matrimonio fue correcto pero frio, Jaime se encontró a una mujer madura y poco atractiva que le alejaba la posibilidad de tener hijos, circunstancia grave pues sin ellos estaba en peligro la sucesión al trono de Chipre. Los esposos se fueron distanciando hasta que María siempre delicada de salud falleció el 10 de septiembre de 1322 en el Palacio Real de Barcelona, truncando así todas las expectativas sobre la isla, pues Enrique en contra de los derechos de su hermana había prometido el reino a uno de sus sobrinos.

Pero el rey enseguida buscó nueva esposa, esta vez no necesitaba una razón de estado pues siendo ya mayor (tenía 55 años) solo buscaba compañía y afecto. La elegida fue la catalana Elisenda de Moncada, hija del senescal Pedro II Ramón de Moncada y de Abarca, señor de la baronía de Aitona, y la madre era Elisenda de Pinós. El monarca logró ante el papa Juan XXII la concesión de la dispensa de consanguinidad, pues la bisabuela de Elisenda, por línea paterna, era Constanza de Aragón, hermana de Jaime I, abuelo de Jaime II.

Aunque la nueva reina tenía 30 años, edad avanzada para la época, y no tuvieron descendencia, congeniaron aconsejando la reina a su marido en cuestiones de gobierno, pero su rasgo más característico fue su profunda religiosidad fundando en 1326 el monasterio de monjas clarisas de Pedralbes, convirtiéndolo en un centro espiritual y también político pues tras fallecer el rey se trasladó a vivir a un palacio inmediato al monasterio en el que mantuvo a una pequeña corte treinta y siete años, a él acudían distintos personajes a escuchar los consejos de la reina. Cuando la salud del rey se fue deteriorando Elisenda no se apartó de su lado hasta su fallecimiento en Barcelona el 2 de noviembre de 1327.

Con Jaime II la Corona de Aragón se consolidó al promulgar en 1319 en las cortes de Tarragona un estatuto o ley conocido como privilegio de la unión de reinoso de no separación de reinos”; en ella ordenaba que en lo sucesivo los reinos de Aragón y Valencia y el condado de Barcelona, junto con sus derechos en el reino de Mallorca, en los condados de Rosellón y Cerdaña, y otros territorios, permanecieran perpetuamente unidos y bajo un mismo dominio, de manera que no volviera a ocurrir lo que había pasado con Jaime I y Pedro III, dividiendo el territorio con gran perjuicio para la corona.

Mantuvo el vasallaje sobre Mallorca y recupero el Valle de Aran, ampliando el territorio e influencia aragonesa a Cerdeña, Sicilia y Grecia y en el sureste de la península a costa de Castilla. Reforzó su poder frente a la nobleza apoyándose en las ciudades y sobre todo el comercio catalán en el Mediterráneo, con él las Cortes del reino se formalizan y consolidan como institución. Su apodo “el Justo” se debe a ser respetuoso con los acuerdos con las cortes y las leyes con sus súbditos, convirtiendo a la Corona de Aragón en un importante actor a nivel internacional al que había que tener en cuenta.