Una marea humana que atraviesa naciones y vadea ríos que, los de siempre, llaman fronteras. Se juegan la vida porque no tienen nada que perder. Hombres, mujeres y niños desde Honduras hacia un destino incierto. Van ligeros de equipaje, llevan sus pocos enseres, sus peluches, sus adornos y sus sonrisas. Ya sólo les queda eso… y un pedacito de esperanza. Por las noches los niños ríen a pesar del cansancio, confiados en una vida mejor y, a escondidas, lloran las madres sabiendo que en la tierra prometida del norte está el ogro.

Méjico les ve pasar sin asombro, ellos conocen esta ruta, sus peligros y sus desencantos. Tal vez por eso tratan de ayudar en lo que pueden. Al paso de la caravana de emigrantes  por las comunidades mexicanas a las afueras de Ciudad Hidalgo les reciben con aplausos, cánticos solidarios y donaciones de comida y ropa; es la solidaridad del que tiene poco para el que tiene menos. Sin embargo, lo más difícil está por llegar, porque allá en el norte vive el ogro.

Estados Unidos, la nación de las libertades teóricas, la de las oportunidades, si se reza al dios de capitalismo, espera. Mientras, los hijos y nietos de otros emigrantes preparan la contraofensiva, no tienen sangre norteamericana porque esa está ahora encerrada en reservas o reducida a la leyenda. Por sus venas corre plasma de alemán, polaco, irlandés, griego o italiano, pero ellos estaban antes y sus ancestros ya se ocuparon de los aborígenes en su día. Ahora tratan de que otros no tenga la oportunidad que ellos tuvieron. Al frente de los exclusivistas, de los xenófobos y de los intolerantes, está el ogro.

“Se hacen todos los esfuerzos para detener la arremetida de extranjeros ilegales para que no crucen nuestra frontera sureña”, ha dicho Trump, nacido en el barrio neoyorkino de Jamaica (Queens), hijo de una emigrante escocesa y nieto de emigrantes alemanes, con nombre de personaje de dibujos animados. Es posible que, los niños de la caravana de la esperanza, hayan disfrutado con el pato antropomórfico de voz cascada, su tocayo de la Casa Blanca les espera con las garras afiladas… cosas de los ogros malos. A mí sólo me resta desearles toda la suerte del mundo, mañana, sus hijos  o sus hijas pueden llegar a ser presidentes de los Estados Unidos de América del Norte.