Pulida claridad de piedra diáfana,

lisa frente de estatua sin memoria:

cielo de invierno, espacio reflejado

en otro más profundo y más vacío.

 

El mar respira apenas, brilla apenas.

Se ha parado la luz entre los árboles,

ejército dormido. Los despierta

el viento con banderas de follajes.

 

Nace del mar, asalta la colina,

oleaje sin cuerpo que revienta

contra los eucaliptos amarillos

y se derrama en ecos por el llano.

 

El día abre los ojos y penetra

en una primavera anticipada.

Todo lo que mis manos tocan, vuela.

Está lleno de pájaros el mundo.