Aunque en su día San Juan Bautista era el nombre de la isla y Puerto Rico el de su capital, con el tiempo ambos sustantivos se han intercambiado. Vinculada a la monarquía de los Reyes Católicos antes incluso de que Fernando de Aragón incorporara el reino de Navarra a la corona de Castilla, Puerto Rico se convirtió en 1897, junto con Cuba, en la primera autonomía reconocida como tal en España, un autogobierno con amplias competencias que apenas pudo ponerse en práctica, pues un año después Madrid se vería  obligado a entregarla a Estados Unidos en el Tratado de Paz de París que puso fin a la breve y desastrosa guerra hispano-estadounidense, hace ya más de 110 años.

Recientemente, este pequeño territorio no incorporado de los Estados Unidos ha ocupado páginas en periódicos y minutos en informativos de radio y televisión por las protestas que llevaron a la dimisión del que era su gobernador, Ricardo Rosselló, del Partido Nuevo Progresista, una formación de ideología liberal y partidaria de convertir a la isla en el estado número 51 de la Unión, la opción preferida por los portorriqueños en los últimos plebiscitos celebrados.

Aunque el detonante de las protestas fue las conversaciones mantenidas por Rosselló en un chat privado en el que se incluía una serie de comentarios homófobos y sexistas, cabe pensar que algunas acusaciones de corrupción; sus desastrosas finanzas; la situación de los insulares, que gozan de ciudadanía estadounidense desde 1917 pero que no pueden votar al presidente ni elegir más que un comisionado residente en la Cámara de Representantes de Washington, con voz pero sin voto; el abandono federal sufrido tras los daños causados por el huracán María en 2017, o la indiferencia, cuando no rechazo, del Capitolio y la Casa Blanca a sus demandas para lograr la condición de estado de pleno derecho, hayan encendido el ánimo de los boricuas, que tomaron las calles durante doce días hasta forzar la renuncia del gobernador dos años y medio después de que tomara posesión.

Al calor de las protestas, mucho se ha hablado del estatus político de la isla, administrada por Estados Unidos con un nivel de autonomía recogido bajo la fórmula de Estado Libre Asociado, mientras unos reclaman la plena integración en este país y otros abogan por su independencia. Sin embargo, apenas se ha tratado sobre un movimiento, no muy grande pero sí muy activo en las redes sociales, que busca devolver la isla a la soberanía española como una comunidad autónoma más, garantizando con ello, además, su entrada en la Unión Europea, cuyas ventajas para la población pregona su líder, José Rafael Nieves Seise, todos los últimos sábados de mes en el programa de radio ‘MRE al día’.

PROVINCIA DE ULTRAMAR

A diferencia de Cuba y Filipinas, los otros grandes territorios arrebatados por Estados Unidos a España en la guerra de 1898, el fervor independentista de Puerto Rico no llegó a ser mayoritario en los años previos, como bien recuerda recurrentemente Nieves Seise a través de las ondas, quien suele comenzar sus alocuciones saludando desde “la provincia española de ultramar ocupada de Puerto Rico”, para después apuntar que tampoco las fuerzas estadounidenses lograron conquistar la isla en la contienda, más allá de unos determinados enclaves, debido, a su juicio, al fuerte sentimiento de españolidad de los portorriqueños, el cual se habría diluido a lo largo del último siglo por efecto de la asimilación cultural que el Tío Sam, a través de las escuelas, los medios de comunicación y el  ‘american way of life’ (estilo de vida americano) habrían practicado sobre la población.

Frente a ello, un sábado al mes aprovecha su tribuna para abonar el legado español en la isla, la participación activa de portorriqueños como Ramón Power y Giralt (uno de los padres de la Constitución de Cádiz) en la política española, la resistencia de sus gentes a la ocupación por otras potencias europeas, negar la leyenda negra hacia los taínos y subrayar el carácter de Puerto Rico como provincia y no colonia española en el pasado, o criticar lo que, en este caso sí, tacha de colonialismo practicado por Estados Unidos en los territorios calificados ambiguamente de no incorporados, que también integran Guam o una parte de las Islas Vírgenes, entre otros, algo que llegó incluso a defender en la ONU.

Tampoco duda en calificar de ilegal el Tratado de París por el que la isla pasó a manos norteamericanas, pues en su opinión incumplía la Carta Magna española vigente en ese momento, la de 1876, en lo relativo a la integridad territorial de la nación, y recuerda algunos momentos negros de la administración estadounidense antes de la concesión del autogobierno en 1952, como la Masacre de Ponce de 1937 o la represión posterior al levantamiento independentista de 1950 iniciado con el conocido como Grito de Jayuya.

Quién sabe si este fenómeno, tal vez también fruto del desencanto boricua hacia la situación de la isla, podrá calar en la población, aunque parece harto improbable que los gobiernos de España y Estados Unidos puedan llegar a tomárselo en serio (ocurrencias como la de Trump de resucitar el apetito yanqui por Groenlandia dan pie a cualquier teoría descabellada), pero resulta interesante conocer en España este movimiento al otro lado del charco para volver a compartir nacionalidad.