No fue lo que pasó, pero por lo menos en algunos casos, y por un tiempo, hubo un control de la inflación, que había multiplicado la deuda pública. Cuando los  efectos positivos se habían agotado, vino el discurso de que si era el mejor modelo, o si era el único posible en la era de la globalización.

Hoy, cuando la crisis regresiva se perpetua en Europa desde 2008, y mientras que ese efecto se arrastra por toda la economía internacional, ya no se ven rasgos positivos, y tampoco está claro que sea lo más positivo o que sea obligatorio mantener el modelo neoliberal, eje de la crisis a nivel nacional e internacional. Los partidos tradicionales, conservadores y social demócratas, que han asumido la política de austeridad – la forma que asume el neoliberalismo en ese continente – se ven castigados por los electores y cada elección se vuelve una desesperación para esos partidos.

En ningún lado la aplicación de los duros ajustes fiscales, eje de los modelos neoliberales, cumplió con sus promesas. Ni el control de las cuentas publicas y de la inflación, y menos todavía la vuelta al crecimiento económico. Su desempeño es globalmente considerado un fracaso, responsable de la recesión en la economía mundial.

En América Latina esto es igualmente evidente. Comparando las economías de Argentina y de Brasil con los gobiernos antineoliberales y con el retorno del modelo neoliberal, el resultado es escandalosamente claro a favor de los primeros. Hay que mirar todo lo que han mejorado países como Ecuador, Bolivia, Brasil, en comparación con la situación de México, o de Perú.

Pero, ¿por qué, a pesar del espectacular fracaso del neoliberalismo, ese modelo sigue vigente en grande parte del mundo, incluyendo EEUU, Europa, Japón, la mayoría de los países de América Latina, de Asia y de África?

En primer lugar, porque ese modelo refleja los intereses del capital financiero, que es el hegemónico a nivel económico, en el estado actual del proceso de acumulación del capital.

Hay fuertes intereses económicos en la preservación de ese modelo, que sólo incrementa la riqueza y el poder del capital financiero.

En segundo lugar, porque el propio capitalismo no posee alternativas. Llegado a su etapa actual, no lograría retornar a formas de regulación económica, que le permitirían no estar sometido a las presiones recesivas del capital financiero.

En tercer lugar, porque las fuerzas que se oponen al neoliberalismo no han logrado hasta ahora, en la gran mayoría de los países, comprender que la lucha fundamental en el período histórico actual es por la superación del modelo neoliberal y que hay que trabajar y coordinar para lograr una alternativa concreta a ese modelo, congregando a las fuerzas sociales y políticas necesarias.

Después del surgimiento con fuerza, el modelo neoliberal pasó a su fase de supervivencia, una fase marcada por la recesión económica y por una gigantesca crisis social, así como por una inmensa crisis hegemónica que apunta hacia su agotamiento y la búsqueda de alternativas de superación.

Emir Sader es profesor universitario brasileiro, autor, entre otros, de ‘El nuevo topo – Los caminos de la izquierda latinoamericana’ (Ed. El Viejo Topo).