Tras seis años de desaceleración económica, la región de América Latina y el Caribe (ALC) reanudó en 2017 lo que parecía ser una senda de crecimiento modesto. 

Desafortunadamente, este camino no llegó a materializarse ya que se topó con algunos obstáculos que redujeron el crecimiento de 2018 de la proyección original de un 1,8 % a un estimado del 0,7 %.

En particular, la crisis macroeconómica que golpeó a Argentina en abril de 2018, la débil recuperación de Brasil tras la fuerte recesión de 2015 y 2016, el anémico crecimiento de México en medio de la incertidumbre política, y la continua implosión de la economía de Venezuela; todo esto se tradujo en una tormenta perfecta que frenó el crecimiento en 2018 a una tasa muy modesta del 0,7 % (excluyendo a Venezuela, el crecimiento en la región también se redujo de un 1,9 % en 2017 a un 1,4 % en 2018). Entre las economías más grandes de la región, Colombia representó el lado positivo con una tasa de crecimiento del 2,7 %.

Desafortunadamente, las perspectivas de crecimiento para 2019 (0,9 %) no muestran una mejora sustancial con respecto a 2018 como consecuencia del crecimiento débil o negativo en las tres economías más grandes de la región (Brasil, México y Argentina) y del colapso total en Venezuela (donde se espera que el PIB se contraiga en un 25 %).

En términos generales, se espera que Sudamérica, que representa más del 70 % de la producción de ALC, crezca solo un 0,4 % en 2019 (un 1,8 % excluyendo Venezuela). En contraste, se estima que Centroamérica y el Caribe crezcan fuertemente, a un ritmo del 3,4 % y el 3,2 %, respectivamente. Por último, se prevé que México crezca un 1,7 % (comparado con un 2 % en 2018), lo que refleja principalmente las preocupaciones de los mercados por las señales contradictorias con respecto al curso de la política económica.

Los principales desafíos de la región incluyen un panorama de crecimiento mixto acompañado de un complejo entorno macro y externo en varios países, una ola de cambios políticos en 2018 y 2019 y los flujos de migración intrarregional sin precedentes tanto desde Venezuela como desde Centroamérica. Con la desaceleración del crecimiento, muchos de los que escaparon de la pobreza durante el periodo de bonanza corren el riesgo de caer nuevamente en ella.

Los factores externos también serán un reto para la región. La drástica caída en los precios de las materias primas, especialmente del petróleo y del cobre durante los últimos meses de 2018, y la desaceleración del crecimiento de China pueden convertirse en serios obstáculos en momentos en que la región intenta estimular su crecimiento. La subida de las tasas de interés internacionales, debido principalmente a la normalización de la política monetaria en los Estados Unidos, ha generado una apreciación del dólar y, por lo tanto, ejercido presión sobre las monedas de los mercados emergentes.

El crecimiento por sí solo no será suficiente para continuar con las recientes ganancias sociales y la reducción de la desigualdad en ALC. La región necesita invertir en las personas, particularmente en los pobres. Pero ALC continúa con un desempeño pobre en educación: aproximadamente uno de cada tres jóvenes no termina la escuela secundaria. Además, la inversión en la calidad de la educación desempeñará un papel clave para permitir que los pobres contribuyan y se beneficien del crecimiento económico futuro.

Asimismo, América Latina y el Caribe está extremadamente expuesta a numerosos desastres naturales como terremotos, inundaciones y huracanes que pueden devastar regiones enteras, debido principalmente a la alta densidad de población en zonas vulnerables a desastres. Afortunadamente, la región está mejorando en la comprensión y la gestión de estos riesgos. Desde el Banco Mundial se están facilitando instrumentos como los bonos de catástrofe de la Alianza del Pacífico para los terremotos. Además, el riesgo compartido entre los países a través de mecanismos como el Fondo para el Seguro de Riesgo de Catástrofe del Caribe (CCRIF) puede proporcionar fondos disponibles de manera inmediata para la recuperación después de que un país miembro sufre el paso de un huracán.