Autoritarismo, nacionalismo, populismo, ultra derechismo. Esas son apenas algunas características de la nueva ola conservadora que viene tomando el mundo y que ya posee representantes en el poder en EEUU, Brasil, Italia, Alemania, Polonia, Francia, Filipinas y España. 

El año pasado vimos a Bolsonaro elegirse en Brasil con un discurso extremadamente polarizado y este mismo año ha ocurrido lo mismo en otros lugares del mundo.

Estas propuestas políticas justifican su existencia bajo el paraguas de la renovación, sin embargo, defienden las líneas más conservadoras de la política. De este modo, apoyan una dudosa corriente de dos caras que se disfraza gracias a su comunicación directa y muy bien segmentada.

Este tipo de propuestas se dirigen desde el principio a sus propios aliados sin preocuparse en agradar o en buscar otros electores. La comunicación en este tipo de formaciones está basada en el culto de los valores tradicionales, de la familia, de la religión y de una supuesta limpieza política. Una comunicación que en la práctica propicia que ciertos grupos de personas les apoyen sin dudar.

Todo esto se suma al despertar de personas que, aunque no están necesariamente comprometidas con el activismo político, son muy activas en redes sociales. La conexión con este nuevo tipo de activismo online consigue conectar personas de todo el mundo saltando las barreras geográficas del pasado. Esa nueva y aún desconocida militancia global los fortalece gracias a una determinada utilización de la tecnología, pero también por la falta de conocimiento detallado sobre cómo funciona y cómo hacerle frente.

Aún no sabemos cómo enfrentar a los bots y a las estrategias de segmentación en las redes sociales, pero, sobre todo, no sabemos cómo tratar a los nuevos séquitos de electores zombis que se han generado alrededor de esa “nueva” política. Hay tecnología, pero también hay gente que apoya propuestas contrarias a la defensa de los derechos humanos. La situación es tan compleja como preocupante y necesita ser entendida de manera urgente.

En ese sentido, esos grupos han logrado conquistar tanto a colectivos más jóvenes, que se involucran con la promesa de nuevas formas de hacer política; como a personas mayores, que echan de menos ciertas propuestas ligadas al siglo XXI. De esa manera, esos grupos se fortalecen gracias a la promesa de un nuevo futuro que hunde sus raíces en un pasado oscuro.

Existen actores que impulsan activamente estas propuestas. El más conocido internacionalmente es Steve Bannon. Líder de campaña de Trump, en 2016, se dedica a impulsar la revolución de derechas en distintos lugares del mundo.  Cuenta con dinero, cuenta con conocimiento y poder para hacerlo.

No obstante, hay también ciertos puntos de conexión directa, como es el caso de la relación de los dos grupos políticos de Steve Bannon, patrono de un preocupante movimiento de derechas que viene ganando espacio en el mundo.

Frente a ese panorama preocupante de polarización política, fragmentación ideológica y transformaciones económico-sociales que vivimos, la salida no es sencilla y tampoco única. La respuesta para esos disturbios es particular para cada contexto, ya que depende directamente de las instituciones democráticas de cada país y de sus fuerzas para actuar en sus respectivos contextos. Pero también depende de los múltiples poderes que actúan creando imaginarios colectivos globales, condicionando la intención de voto y creando propuestas políticas de este carácter.

Para intentar cambiar este panorama conservador, necesitamos fijarnos en lo que nos diferencia de esos grupos en ascensión.  Es muy importante, defender los derechos humanos, que no se resumen solo en la libertad de expresión, sino también en la igualdad de oportunidades involucrando así a los derechos sociales y económicos de igual manera Es importante contextualizar, contrarrestar, construir narrativas alternativas que demuestren que otras formas de entender la vida y la política son posibles y reales.

Una de las cuestiones que puede ayudarnos a dar ese giro de timón es ir de la mano de la naturaleza. Debemos empezar a ver el cambio climático como lo que realmente es: un ataque directo a la vida. La naturaleza forma parte de nosotras y, sin ella, no somos nada. Uno de los principales problemas de la humanidad en estos momentos es, precisamente, un ataque directo a sí misma, un ataque directo a la naturaleza. Una de las salidas, por lo tanto, debe pasar necesariamente por la defensa de nuestra casa común. Una casa en la que los derechos humanos sean garantizados, en la que la miseria y la pobreza pasen al pasado y las personas puedan vivir con las mismas oportunidades, nazcan en el lugar que nazcan y tengan la identidad que tengan. El camino es arduo, pero es posible.

Gisela Duarte