Así, en el año 2022, España contaría con 45 millones de habitantes, un 2,5% menos que en 2012. Y en 2052, la población de España se cifraría en 41,5 millones, un 10,2% menos que en la actualidad.
En los próximos años España continuaría registrando un paulatino descenso de la natalidad. Así, en 2021 nacerían 375.159 niños, casi un 20% menos que en el último año. Hasta 2031 se registrarían 7,7 millones de nacimientos, un 9% menos que en los últimos 20 años. El número de nacimientos no aumentará hasta 2030 para volver a bajar a partir de 2040.
El sur y las islas son los únicos territorios con perspectiva de crecimiento sostenido. La Región de Murcia, Andalucía, Baleares y Canarias serán las comunidades, junto a las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, que ganarán población. Las previsiones más pesimistas afectan a Galicia, Castilla y León, Asturias, País Vasco, Aragón, Extremadura, Cantabria y La Rioja, donde el número de fallecimientos ya superará al de nacimientos en un plazo muy corto, en los próximos diez años.
De mantenerse los ritmos actuales de reducción de la incidencia de la mortalidad por edad sobre la población de España, la esperanza de vida al nacimiento alcanzaría los 86,88 años en los varones y los 90,75 años en las mujeres en 2051 (con un incremento de casi ocho años y de seis años, respectivamente).
En el caso de los octogenarios, el estudio señala que en la actualidad representan el 5,3% de la población, lo que deja a España como octavo país con más población de este segmento, mientras que en 2050 se elevará hasta el 11,6% del total de españoles, situando a España como duodécimo país del mundo con mayor proporción de octogenarios.
En cualquier caso, una estructura demográfica cada vez más envejecida produciría un continuo crecimiento del número anual de defunciones. Así, en los próximos 40 años morirían en España unos 17,9 millones de personas, un 34% más que en los últimos 40. Las mujeres españolas continuarán retardando la edad para tener su primer hijo. En 2022 se situará en 31,31 años y en 2051, en 31,52.
Además, la tasa de fecundidad seguirá por debajo del índice de regenera ción ya que en el periodo analizado 2012-2051 estará muy por debajo de 2,1 hijos por mujer. En concreto, en 2022 se situará, si las proyecciones no nos fallan, en 1,48 hijos por mujer y en 2051, en 1,56.
De acuerdo a las últimas informaciones disponibles, el saldo migratorio fue negativo en el año 2012 en 181.479 personas. En 2011 también fue negativo, en 50.090. Este saldo es consecuencia de un flujo inmigratorio esperado de 376.696 inmigrantes, un 17,7% inferior al año anterior, y de una emigración al extranjero prevista de 558.175 personas, un 9,9% superior a la de 2011. Durante 2014 se marcharon de España unas 409.300 personas y llegaron 307.000, lo que supone un balance migratorio negativo en algo más de 100.000 personas. En definitiva, España tiene un saldo migratorio negativo desde 2011 hasta nuestros días.
No obstante, la extensión al futuro de la propensión a migrar hacia y desde España observada hoy supondría una progresiva, pero lenta, recuperación de su saldo migratorio. Por un lado, el flujo inmigratorio que recibiría España se iría incrementando progresivamente en los próximos años. En su conjunto, en los próximos 10 años España recibiría unos 3,9 millones de inmigrantes y, en 40 años, el flujo inmigratorio ascendería a 16,7 millones.
En cuanto a la emigración, la pérdida progresiva de población en las edades adultas jóvenes tendría como consecuencia que el flujo de salida de población al extranjero se fuera reduciendo lentamente en el tiempo. No obstante, la prolongación de la propensión actual a emigrar al extranjero nos llevaría a que 5,2 millones de personas abandonarían España en los próximos 10 años. Y que en los próximos 40 años emigrarían unos 18,1 millones.
Los mayores crecimientos de población se concentrarían en las edades avanzadas. Concretamente, en 2052 el grupo de edad de mayores de 64 años se incrementaría en 7,2 millones de personas (un 89%) y pasaría a constituir el 37% de la población total de España. Por el contrario, España perdería 9,9 millones de personas de edades comprendidas entre 16 a 64 años (un 32%)y casi dos millones en el grupo de población de 0 a 15 años (un 26%).
Con todo ello, si las tendencias y comportamientos demográficos actuales se mantuvieran en un futuro, en 2022 la tasa de dependencia se elevaría hasta el 58%. Es decir, por cada 10 personas en edad de trabajar, en 2022 habría en España casi seis potencialmente inactivas (menor de 16 años o mayor de 64). En 40 años, dicha tasa de dependencia se elevaría al 99%, lo que quiere decir que por cada persona en edad de trabajar prácticamente habría otra que no estaría en edad de hacerlo.
El descenso de los nacimientos y el incremento del número de defunciones tendría como consecuencia una paulatina reducción del saldo vegetativo (diferencia entre nacimientos y defunciones) anual, que llegaría a ser negativo antes de que acabe la presente década.
Las pirámides de edades que se proyectan sobre la evolución demográfica de España en las próximas décadas no dejan lugar a dudas sobre nuestro progresivo envejecimiento. El incremento de la soltería definitiva, los retrasos en las edades al matrimonio y a la maternidad, el aumento de las uniones consensuales y de la disolución de la pareja por separación o divorcio y la diversificación de los tipos de arreglos residenciales, son algunos rasgos de esta etapa. Cambios que trastocan las relaciones familiares y que implican nuevas formas de convivencia, distintas maneras de entender los roles familiares y las solidaridades familiares e, incluso, las de amistad.
Tampoco es nada nuevo, la institución familiar se ha caracterizado por su gran plasticidad y por tener la capacidad de reorganizarse de distintas maneras para seguir constituyendo la célula básica social. Como menciona Julieta Quilodrán “Dada la gran dosis de emotividad que permea el tema de la familia, nuestras afirmaciones suelen ser exageradas tanto para expresar sus bondades como los defectos derivados de los continuos cambios que experimenta” (2008: p. 8). La familia es dinámica, en su tamaño, en las relaciones entre sus miembros y en su interacción con el entorno extrafamiliar.
Los cambios en la estructura familiar y en los roles de sus miembros, aunados a los avances en las ciencias de la salud, que alargan la vida hasta límites que alguna vez parecieron insospechados, están configurando una demografía, en España y en la UE, con retos complejos. Principalmente, se hace referencia al impacto en la estructura productiva y sus implicaciones sobre la seguridad social en la vejez.
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