La deslocalización productiva aumenta considerablemente los beneficios. ¿Qué más da que se trate de un país comunista -cuando se persiguió delictivamente en América Latina y en tantas otras zonas del planeta- si facilita pingües ganancias? (y todos miran hacia otro lado, práctica muy bien aprendida por quienes sitúan la “competitividad” como la nueva virtud excelsa).

Pero sucede que el gran país comunista se ha convertido en el gran país capitalista y que en lugar de una fábrica del mundo se está transformando, por el valor añadido de su propia tecnología, en la “fábrica para el mundo”, Un auténtico boomerang… que implica así mismo a la propia deslocalización. O sea, que el país “deslocalizado” por excelencia está ahora deslocalizándose en países, especialmente africanos, en los que la mano de obra es todavía más barata…

Este baile siniestro tiene que terminar. La transición desde una economía de especulación, deslocalización y guerra a una economía de desarrollo global humano y sostenible, basada en el conocimiento, se avecina. Es un clamor de millones y millones de personas que no pueden seguir viviendo en condiciones de gran precariedad para facilitar a unos cuantos intolerables beneficios.

 

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