El pasado 25 de abril fue el Día Mundial del Paludismo. Esta terrible enfermedad, comúnmente conocida como malaria, mata a 800,000 personas en el mundo, según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS).  En África, donde esta enfermedad causa sus mayores estragos, fallecen alrededor de 2,500 niños al día, y provoca que este continente pierda unos US$12,000 millones de su producto interno bruto (PIB) cada año, según datos del Banco Mundial (BM). El escenario es desolador.

Camboya es uno de los países mayormente afectados por esta enfermedad. Ubicado en el sudeste asiático, en el año 2010 registró 50,000 casos de malaria. La incidencia de este mal en Camboya preocupa especialmente a la OMS y a organizaciones no-gubernamentales (ONG´s), porque es en este país donde reside la resistencia a la mayor parte de los medicamentos contra el paludismo. En la frontera con Tailandia hay una sería preocupación por la resistencia de los parásitos a los medicamentos por el mal uso de estos fármacos y porque en muchos casos son ilegales y los compuestos no son los adecuados. Lo anterior ha favorecido las resistencias. El problema se acentúa en las regiones cercanas a las selvas, donde viven 3 millones de camboyanos y el riesgo de contagio es sumamente alto.

La OMS se ha propuesto a erradicar esta enfermedad a través de un ambicioso programa que provee mosquiteras, medicamentos y exámenes rápidos en todas las provincias de Camboya. Sin embargo, en algunos casos las creencias arraigadas de este país pueden significar un obstáculo para tal fin, ya que en el último decenio se han repartido miles de mosquiteras, y sólo un 30% la usa correctamente. Existe una resistencia a utilizar las mosquiteras, ya que se tiene la creencia de que la enfermedad de la malaria es ocasionada por “espíritus” y no por la picadura de un mosquito.

El desarrollo económico y social de África depende en gran medida de la lucha frontal y la erradicación de la malaria. La pobreza y el subdesarrollo de la región están fuertemente vinculados a este mal. Es por ello que el Banco Mundial y la Organización Mundial para la Salud han desarrollado programas que coadyuven a cumplir esta meta del 6º Objetivo de Desarrollo del Milenio. Banco Mundial desarrolló una fuerte estrategia en el año 2005 para atacar el paludismo en la región.  Mediante esta iniciativa –con una duración de 10 años-  el Banco ha comprometido alrededor de más de 500 millones de dólares para la lucha contra el paludismo a través de apoyo técnico y financiero -con apoyo de la Asociación Internacional de Fomento (AIF)- a organizaciones del continente –como la Alianza para Hacer Retroceder el Paludismo (RBM, por sus siglas en inglés) entre otras-, para reducir la malaria.

La Organización Mundial para la Salud (OMS) es ambiciosa y pretende que en el 2015 el número de muertes por la enfermedad sea cercano a cero. Este objetivo -desafiante y complejo- puede alcanzarse, ya que está en desarrollo una vacuna –que ha llegado a unos 16,000 niños- de siete países africanos con un 50% de efectividad. Debemos perseverar en despedir de una vez por todas a esta mortífera enfermedad que infectó en el año 2009 a 225 millones de personas en el mundo.

Por Alejandro Guerrero Monroy – Coordinador Centro IDEARSE para la Responsabilidad y Sustentabilidad de la Empresa. Universidad Anáhuac México Norte.