En concreto, habita todas las llanuras sudamericanas, desde el Brasil hasta la Patagonia; se la encuentra en las pampas que se extienden desde el Atlántico a la cordillera andina, desde las selvas vírgenes bolivianas, el gran Chaco, Paraguay, Brasil y Uruguay hasta el extremo meridional de Argentina. Usualmente se mantiene a menos de los 1200 metros de altitud. Es el gran corredor de la Pampa pudiendo alcanzar los 60 k/h.

El avestruz americano prefiere los campos despejados, donde predomina la hierba y es posible que haya algunos arbustos. Por naturaleza no se interna en la espesura de las selvas o vegetación secundaria alta y densa, aunque sí se traslada por los caminos dentro de tal vegetación. Se le ve en las arboledas y posiblemente en los bosques secos y despejados. También habita en los cerros donde hay rocas y vegetación no muy densa, o al menos caminos claros. Frecuenta las cercanías de los cursos de agua.

Excelente corredor, su paso promedio mide cincuenta y cinco centímetros y cuando trota con las alas desplegadas, sin prisa aparente, da pasos de un metro; si se siente perseguido da saltos de un metro y medio. A menudo cambia de dirección en su carrera, levantando un ala y bajando la otra para conservar el equilibrio. Logra saltar zanjas de hasta tres metros, agitando las alas para darse impulso. Pasa corrientes de agua a nado pero evita las pendientes empinadas ya que le resulta difícil ascender por ellas. En la época de más calor acostumbra dormir durante el día  y muestra su mayor actividad al anochecer.

Desde el punto de vista morfológico son aves más pequeñas que las avestruces africanas de largo cuello y cabeza pequeña. Tienen la cabeza y el cuello totalmente cubiertos de plumas, pico aplanado y ancho en la base pero redondeado en el extremo, lengua carnosa y corta. Son mayormente de color gris con algunas zonas más pálidas. Sus alas terminan en una punta córnea y sus plumas son llamativas, muy grandes, anchas y blandas pero no pueden alzar el vuelo y solo les sirven para no perder el equilibrio al correr. Sus patas son largas,robustas,terminadas en 3 dedos,en lugar de dos y están desnudas hasta el tobillo. La cola está sin desarrollar, pero tienen largas plumas que cuelgan y les cubren la parte posterior del cuerpo.

Los machos logran los 1,4 metros  y las hembras los 1,2 metros. La al tura máxima de que nosotros tenemos conocimientos es de 1,8 metros; algunos autores la registran en 2 metros;no tenemos razón para no considerarla real.

El macho y la hembra son bastante similares,siendo las hembras de menor tamaño que los machos y tienen la base del cuello y el pecho más claros. Los machos tienen más negro el color del plumaje, pero no es fácil distinguirlos a simple vista. El peso del avestruz americano es de 25 a 35 Kg., siendo su longevidad de entre 30 y 35 años.

Durante el celo, los machos compiten por la dominación de un pequeño harén que normalmente cuenta de cuatro o cinco hembras. Hay veces que estas riñas se vuelven físicas y las patadas vuelan. Una vez establecido el orden de superioridad entre los machos, las hembras depositan los huevos en el nido del macho dominante. El nido es un lugar en el suelo que el futuro macho ha seleccionado y escarbado ligeramente; aproximadamente un metro de diámetro por unos seis a diez centímetros de profundidad. Algunos autores mencionan que el macho le agrega hierbas y plumones en su interior. El sitio puede ser un lugar arenoso entre la hierba alta, cerca de algún arbusto, bajo la sombra de un árbol o en un claro entre los arbustos, tome ventaja de las depresiones naturales en el suelo. La distancia mínima entre dos nidos, de la cual tenemos conocimiento, es de 180 metros; siendo la distancia promedio de unos 2000 metros.

La puesta dura de siete a diez días. Al segundo o tercer día ya el macho empieza a ponerse celoso y comienza a permanecer cerca del nido la mayor parte de tiempo; supervisando la operación. Una vez que ya él se encuentra satisfecho con su nidada demuestra cierta agresión hacia las hembras, haciendo que éstas se vayan. Entonces este macho empieza a incubar los huevos por sí sólo. La nidada puede llegar a tener de 70 a 80 huevos en casos excepcionales; es usual que sean menos, 40 huevos es una buena nidada. Aparentemente la temporada de incubación varía de acuerdo a la localidad. En algunos lugares es en septiembre y octubre, siendo aun más temprano en otras partes y prolongándose hasta febrero en otros sitios. El padre es bien dedicado y permanece la mayor parte de los 35 a 50 días que se toma la incubación sentado sobre el nido. Sólo se levanta para ir a comer y beber, eso de una hora cada día. A no ser que tenga que defender el nido, entonces se levanta de un brinco con las alas abiertas. Normalmente todos los pichones nacen el mismo día o en dos días, menos de 48 horas del primero al último. El padre continuará dejando a los jovencitos esconderse bajo él por un tiempo.

Una vez terminada la relación con aquel macho que ya se encuentra incubando, las hembras simplemente se van con el próximo macho en sucesión. Y el proceso comienza de nuevo. Si nos detenemos por un momento y analizamos esta forma de criar, que no es única del ñandú en las rátidas, podemos observar que la eficiencia en este sistema es óptima. Las dos funciones primordiales de la propagación se desarrollan sin interferir una con la otra.

Las hembras se dedican a poner los huevos, función que sólo ellas pueden hacer. El gasto de tiempo y energía necesarios para incubar los huevos y proteger a los polluelos recae sobre los machos. Es conocido entre los avicultores que el desgaste de criar en ciertas aves es muy superior al de poner los huevos. Se estima que por eso sólo un 20% de los machos capaces de procrear en esta especie traten de anidar cada año. Pero entre los ñandúes las hembras también se esmeran, ya que cada una de ellas cría con 10 ó 12 machos en una temporada. Una excelente manera de mezclar la sangre y producir la mayor cantidad de pichones posible.

Los huevos del ñandú son ovalados siendo más gruesos en su parte central. Normalmente miden de 12 a 15 cm. de largo por 9 a 10 cm. de ancho, se registran medidas aun mayores y más pequeñas. Pesan de 440 a 620 grs. Se considera común que de un 40% a un 50% de los huevos eclosionen.

Los huevos, recién puestos, son de color verdoso o amarillento. Con el paso de los días el color exterior va cambiando a un color crema claro; eventualmente llegan a ser casi blancos. La textura del cascarón es porosa. La incubación dura de 35 a 50 días.

Se ha observado que algunos huevos no son calentados, se encuentran próximos pero fuera del nido. Hay muchas teorías con respecto a estos huevos. Una de ellas es que cuando empiezan a nacer los pichones, el macho los rompe para atraer las moscas, las cuales sirven de primer alimento a los recién nacidos. Esta teoría no  parece lógica, ya que también atraería a los depredadores. Pero estamos seguros que el ñandú sabe más de estas cosas que nosotros, y alguna razón con sentido deben tener los huevos no calentados.

Los polluelos salen del huevo ya con el cuerpo cubierto de plumones amarillos oscuros con rayas negras a lo largo del cuerpo. Pronto empezando a lucir como miniaturas de los adultos. Cuando la mayoría de los pichones ya han salido del huevo, el padre abandona el sitio y emprende su marcha. Los primeros diez o quince días es suma su agresión contra todo animal que se le acerque a sus pequeños,tal y como era cuando estaba incubando. Al poco rato de nacidos ya se pueden valer por sí mismo, pero permanecen con el padre todavía un tiempo (de cuatro a seis meses), ya que a pesar que no los alimenta, les enseña y conduce por buenos caminos. Después de un par de semanas es posible que dos o más padres decidan vagar juntos, con los pequeñuelos formando una multitud tras ellos. Por cierto, es normal que un macho permita a un pequeño extraviado, que no es de él, a integrar su grupo aun cuando es de mayor o menor tamaño que sus hijos. Los ñandús alcanzan la madurez sexual a los 2 ó 3 años.

La mayor parte del tiempo, los ñandúes lo dedican a la búsqueda de alimentos. Esto es realizado con un paso lento, manteniendo la cabeza a menos de 50 cm. del piso, interrumpido por momentos esporádicos de vigilancia en los cuales levanta la cabeza y explora el área en busca de posibles peligros. La dieta del ñandú es muy variada ya que se alimenta de hojas, frutas, granos, semillas e invertebrados (insectos y grillos). En áreas agrícolas se alimentan de alfalfa y de dicotiledóneas. También come roedores y reptiles de tamaño reducido, aunque en muy pequeña cantidad. Asimismo, ingiere otros animalitos que logre atrapar como anfibios, reptiles y pequeños mamíferos. Algo que puede ser un peligro si se mantiene junto con las aves de corral es que también come pequeñas aves. Ingiere piedras pequeñas para facilitarse la digestión, de la misma forma en que hacen las gallináceas. Bebe sorbiendo el agua con el pico y traga levantando la cabeza como hacen las gallinas.

Está muy claro que los hombres son sus principales depredadores, aunque según las regiones también lo son los pumas, perros domésticos y salvajes y el yaguareté, y para el nido lo son los ofidios, a los que el ñandú los elimina a patadas y picotazos, los zorros, iguanas, armadillos, peludos y otros como los caranchos y chimangos.

Debido a su gran tamaño, el ñandú siempre fue apreciado por su carne, huevos, cueros, grasa, huesos, por distintas culturas indígenas, como por los gauchos que, tradicionalmente, usaban varias formas para proceder a su caza, de las cuales la más curiosa era realizada por jinetes, que consiste en perseguirlo y arrojarle boleadoras, e incluso por la sociedad de hoy día. En la pampa argentina, los huevos de ñandú se consideran muy apetecibles y se consumen con la técnica de perforarlos por un extremo para sacarles la clara que tiene poco gusto, se introduce sal y pimienta y se cocina en la misma cáscara sin dejar de remover.

También es común la caza y posterior liberación del ave para quitarle las plumas, las cuales son comercializadas en forma de artículos de limpieza (utilizadas en los plumeros para sacudir el polvo) y vestimenta. Además se come la carne del animal la cual, si bien es bastante consumida en el ambiente rural, no tiene mucho mercado para explotarla de manera comercial. Recientemente algunos países como Uruguay, Canadá, Estados Unidos e Inglaterra han comenzado a valorar la carne del ñandú, aunque no a gran escala.

Por muchas otras razones el ñandú fue perseguido por los pobladores que después fueron a las regiones donde esta ave es natural. Se estima que la parcelación afectó seriamente sus números en algunas partes. Todo esto ha hecho que el ñandú se considere como “cercano a la amenaza” ya que se estima que su población ha disminuido a un ritmo que la está acercando a la categoría “vulnerable”.

Parece ser que, hoy en día, la actitud hacia el ñandú ha cambiado mucho y se le está volviendo a ver en grupos que aunque no son tan numerosos como los que se describían hace cien años, sí suman dos o tres decenas de ñandúes.

Para poder preservar la especia a las generaciones venideras se tendría que reintroducir la especie en la naturaleza y así tendría  mayores posibilidades de supervivencia. Pero esto aún es un experimento en desarrollo y aún no hay pruebas con animales reintroducidos.