La distribución de la llama está limitada a las altiplanicies andinas, desde la zona de Pasto en Colombia hasta el centro de Chile y norte de Argentina. El 70% de las llamas vive en Bolivia, pero es posible encontrarlas desde las regiones altas de Ecuador hasta el noroeste de Argentina, con una mayor concentración en un radio de norte a sur de 350 km alrededor del lago Titicaca, en la frontera entre Bolivia y Perú. Acostumbradas a medios de altitud fríos y secos, las llamas se adaptan mal a los lugares situados fuera de su país de origen. Su hábitat son las tierras del altiplano de alturas entre 2.300-4.000 m. Estos animales se mantienen en manadas y pasan la mayor parte del tiempo pastando.
La llama era usado como animal de carga, y todavía se sigue utilizando en algunos pueblos andinos. Posee una capacidad de carga de hasta 75 kg, y ya eran utilizadas como animales de carga, por los pueblos precolombinos de los Andes peruanos y bolivianos, desde hace más de 3.000 años que junto a sus costumbres alimenticias, adaptabilidad al ambiente andino y fisonomía, la convierten en una especie muy eficaz para el traslado de bienes y productos.
Se conocen tres tipos diferentes, aunque es probable que existan más. El primero de los tipos se denomina Q´ara, que no dan lana y cuyo rasgo principal es no tener pelos en el rostro, así como un crecimiento relativamente escaso de fibra. El segundo tipo es el Ch´aku, que son las llamas laneras, las cuales poseen un vellón más pesado y con fibras que crecen también en su frente y orejas. Las características de la tercera variedad son intermedias entre los 2 tipos anteriores. Es el animal más dócil de todos los camélidos.
La llama era el símbolo del poder soberano en la civilización incaica. El rey inca recibía como regalo la napa, una llama blanca recubierta de una prenda escarlata, y adornada con zarcillos de oro y un collar de conchas rojas. Con motivo de las cuatro grandes fiestas incaicas, que se celebraban en los solsticios y los equinoccios, miles de llamas blancas eran sacrificadas al dios Sol.
A la llama, como se refleja en numerosos relatos prehispánicos, se la atribuían rasgos divinos, como aquél donde se ofrendan llamas a los apus tutelares, o el de la llama blanca que emerge del Lago Sagrado, y muchos más, como el que voy a reproducir de la mitología Aymara:
La khaura (llama) del Achachila. Mito de origen Aymara.
Un pobre indio que siempre iba al cerro en busca de alimentos, se encontró con el Achachila, de quien le dijeron que daba siempre muchos bienes. Fue una casualidad que hizo lo encontrara, al caer la noche, bajando del cerro con una llamita cargada.
Alcchi, le dijo el Achachila, llévate esto. Pero no vas a ir más arriba. Procura llegar a tu estancia antes de que amanezca. Contento y muy agradecido se bajó. El amanecer lo sorprendió en medio camino.
La llamita no pudo andar más. Se resignó a descargar en el mismo camino. De la“Waska”de carga saltó una víbora y la llama dio media vuelta camino del cerro. Los viajeros ya estaban transitando. El indio se propuso descubrir el contenido de las cargas y se dijo: “Si al abrir me sucede algo, gritaré y me auxiliarán los caminantes. Encontró riquezas en las cargas. Como estaban muy pesadas, llamó a otros para que le ayudaran a llevar a su casa, diciéndoles que les retribuiría magníficamente, y así lo hizo. (María Frontaura Argandeña, Mitología Aymara-Khechua).
Los Incas llevaban registros de producción y consumo de sus animales y al momento de la llegada de los españoles se estima que el total de camélidos domésticos rondaba los 32.000.000 de cabezas.
La invasión y conquista española significaron un retroceso en muchos aspectos para los pueblos americanos. Los camélidos como parte importante de esa cultura fueron muy afectados durante todo ese proceso hasta nuestros días.
Cuando los españoles llegaron al Perú quedaron admirados con la llama pues a diferencia del caballo que necesita una ración diaria de comida bien balanceada, herrajes, arnés, y silla para transportar carga, la llama posee una fisonomía apropiada para ello y puede alimentarse con tan sólo una hierba que crece en cualquier lugar de los Andes: el ichu.
Desde el punto de vista morfológico la llama tiene una figura esbelta y no puede ser distinguida por su color porque puede tener hasta medio centenar de tonalidades diferentes; el vellón presenta hasta un 20% de cerdas largas y protuberantes fáciles de desenredar y el resto son fibras cortas y finas de 20 a 26 micras. El tamaño medio de la llama adulta es de unos 1,5 m. de altura hasta la crucera, con un peso promedio de 120-140 Kg., cabeza pequeña y sin pelos en el rostro, cuello largo y delgado, útil a la hora de pastar, con un hocico que en el labio superior es alargado con una fisura en la parte central, orejas finas y algo pequeñas,erectas en estado de alerta, ojos de forma redondeada y generalmente de color oscuro, dientes grandes que le permite cortar el pasto y no arrancarlo de raíz y patas largas y con plantas almohadillas,divididas en dos partes y en su extremo presentan pezuñas que crecen como las de las ovejas y las cabras.
La llama tiene hábitos diurnos y grupales. Forma rebaños integrados generalmente por un macho dominante y numerosas hembras acompañadas de sus crías. Es un animal influyente en las comunidades de vida de altura, ya que sus excrementos que favorecen el crecimiento de plantas nitrófilas, que se multiplican en los suelos con exceso de amoníaco y nitrato. Las deposiciones, además de servir de abono, se utilizan también, en las zonas donde escasea la madera, como combustible.
La gestación de la llama dura aproximadamente 11 meses y medio, luego de los cuales pare una sola cría generalmente entre los meses de enero y abril. Sin embargo, algunos expertos sostienen que pueden hacerlo en cual quier época del año. Después de un mes del parto la hembra queda expedita para la fecundación. No se le brinda ningún tipo de ayuda a la llama durante el alumbramiento, pero sí se da un cuidado muy especial a los recién nacidos. La hembra alcanza la madurez sexual al año pero lo normal es que el primer parto lo realice entre los 2 y 3 años de edad; generalmente el macho procrea a los 3 años. Llega a vivir hasta 20 años.
La llama es primordialmente pastoreadora y ramoneadora, desarrollándose en zonas con pastos rústicos; está muy bien adaptada a forrajes de baja calidad, secos, altos y fibrosos, los cuales se hallan en las regiones más áridas de los Andes. Cabe recordar que la llama puede pastar o ramonear, hecho que le permite adaptarse a las más diversas condiciones ecológicas.
Su carne es consumida de manera fresca, o secada al sol en forma de charqui. Por nutrirse con pastos naturales, puede tener gran potencial como carne “orgánica” de bajo contenido de colesterol. El sabor de su carne es parecida a la del cordero, muy sabrosa pero algo salada. Se vende también la carne de llama en bolsas de plástico con patatas o con maíz de grano grande. Este tradicional plato de consumo indígena dio, en los últimos años, un espectacular salto a la cocina de prestigiosos restaurantes y hoteles de 5 estrellas de Bolivia. Su leche es muy consumida en el oeste de Sudamérica.
La lana de ambos sexos se utiliza para la confección de ropa, el pelo se trenza para hacer cuerdas y la piel se curte para fabricar artículos de cuero; además, la grasa de la llama es utilizada para hacer velas y los excrementos desecados se usan como combustible.
Para finalizar reproduzco una frase, bastante significativa, de Carlos A. Rossi sobre los camélidos sudamericanos: “Las llamas y alpacas constituyen nuestra ganadería doméstica autóctona. Si los europeos después de la conquista de América no hubieran introducido en nuestro continente bovinos, ovinos y caprinos, con seguridad otro hubiese sido el destino de nuestros camélidos”.
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