A veces nos sucede que, cuando regresamos a casa después de las vacaciones, nos encontramos desubicados. Se ve otro paisaje desde las ventanas y eso es suficiente para hacernos sentir “de vuelta al trabajo”. Es posible que en la educación de nuestros hijos e hijas nos suceda lo mismo: demasiada flexibilidad en los horarios, mucha transigencia, permisos para todo… Y un curso que comienza para el que necesitamos con urgencia recuperar hábitos y rutinas.

A pesar de los agobios del regreso, conviene pensar qué estamos haciendo para recuperar la idea de finalidad. “Todo esto que haces, ¿para qué sirve?”- nos preguntarían nuestros hijos a poco que buscásemos hueco para hablar un rato entre libro y libro que forrar. Y es que esa es la pregunta: todo lo que hacemos con ellos, contra ellos, por ellos y para ellos, ¿para qué sirve? La respuesta es sencilla y misteriosa a la vez: para que sean felices en el futuro.

El proceso equivale a mostrarles un camino, proveerles de buenas botas, cogerles de la mano los primeros tramos y apartarse después para que puedan hacer camino al andar. Las herramientas con las que se educa son el amor y el sentido común, y los ingredientes son los valores.

Los valores son las cualidades positivas, reales y no relativas, de las actitudes humanas. Se los transmitimos porque sabemos que les servirán para vivir. Pero, como dice Aristóteles, que es especialista en este asunto: “Primero recibimos las facultades y después ejercitamos sus actividades. Las virtudes, en cambio, las recibimos después de haberlas ejercitado primero. Nos hacemos justos realizando acciones justas. Y de no ser así, ninguna necesidad habría de que alguien nos enseñara”. Somos nosotros quienes enseñamos las virtudes con nuestro propio ejemplo. Por eso conviene repasar cuáles son y lo que significan, para escoger entre ellas las que queremos que nuestros hijos e hijas ejerciten. Enumeradas por Linda Kavelin en su Guía de virtudes para la familia, de la UNESCO, son:

AFÁN DE SUPERACIÓN, empeño constante en hacer las cosas lo mejor posible.

ALEGRÍA, capacidad para potenciar el bienestar propio y el de los demás.

AMABILIDAD,  implicación en el bienestar de otros.

AMOR, capacidad de cuidar y compartir las vivencias más personales con alguien.

APACIBILIDAD, mantener un estado interior de tranquilidad.

AUTODISCIPLINA, capacidad para controlar por uno mismo los impulsos.

COMPASIÓN, capacidad para preocuparse por quien sufre.

CONFIANZA, contar con los demás y creer en sus posibilidades.

CONSIDERACIÓN, respetar los sentimientos de los demás.

CORDIALIDAD, interés sincero por los demás.

CORTESÍA, empleo de buenos modales.

CREATIVIDAD, expresar ideas nuevas.

DELICADEZA, actuar de manera consciente para no herir a los demás.

DETERMINACIÓN, concentrar toda la energía en una tarea concreta.

ENTUSIASMO, actuar con entrega, de manera alegre y sin aparentar el esfuerzo.

FIDELIDAD, mantenerse firme en lo que uno cree o siente.

FIRMEZA, ser constante y ceñirse a un objetivo propio.

FLEXIBILIDAD, apertura a los cambios.

FORMALIDAD, llevar a cabo los compromisos adquiridos.

GENEROSIDAD, compartir sin esperar recompensas.

GRATITUD, reconocer lo que se ha recibido de los otros.

HONORABILIDAD, vivir respetando lo que uno considera correcto.

HONRADEZ, hacer una promesa o dar una palabra y cumplirla.

HUMILDAD, reconocer la propia necesidad de mejorar.

IDEALISMO, capacidad para creer que el mundo puede ser mejor y actuar para llevar a efecto esa creencia.

JUSTICIA, juzgar con imparcialidad.

LEALTAD, defender aquello en lo que uno cree.

LIMPIEZA, contribuir al orden de la casa familiar y al orden e higiene propias.

MISERICORDIA, tratar a los demás con clemencia y perdonar.

MODERACIÓN, establecer las rutinas de una vida equilibrada.

OBEDIENCIA, reconocer la existencia de reglas.

ESPIRITUALIDAD, apertura a la trascendencia.

ORDEN, capacidad de organización.

PACIENCIA, mantener en el tiempo el interés y las expectativas.

PERDÓN, ser capaz de dar otra oportunidad.

PREOCUPACIÓN POR LOS DEMÁS, ver más allá de los propios problemas y necesidades.

SENTIDO DEL PROPÓSITO DE LAS ACCIONES, tener un centro de atención claro, conocer el objetivo por el que se está trabajando.

PUDOR, sentido del respeto por uno mismo.

RESPETO, consideración por los derechos de otros.

RESPONSABILIDAD, responder ante los retos poniendo en juego las propias capacidades.

REVERENCIA, respetar lo que alguien considera sagrado.

SEGURIDAD EN UNO MISMO, ser capaz de aceptar un reto, de tomar una decisión y de pensar por cuenta propia.

SERVICIALIDAD, deseo de ser útil a los demás.

SINCERIDAD, ser franco, veraz y digno de confianza, tener palabra.

SOLICITUD, disposición alerta para las necesidades de los demás.

TACTO, decir la verdad de manera que no ofenda.

TOLERANCIA, aceptar las diferencias en los demás y a partir de ellas buscar acuerdo.

UNIDAD, conducirse con armonía, vivir como se piensa y de decir lo que se cree.

VALOR, ser capaz de superar el miedo.

VERACIDAD, coherencia entre las palabras y los actos.

La vida y la educación no son ese bullicio que nos rodea. ¿Hablamos de virtudes?