El acuerdo vela por la seguridad en los centros de trabajo en Bangladesh y, lo que es novedoso, anticipa la ampliación de medidas de protección en el sector textil en otros países.

A partir del 24 de abril del 2013, una parte sensible de la sociedad planetaria empezó a observar con ojos más críticos las condiciones de producción de la ropa de “marca” que vestimos, muchas veces adquirida a precios irrisorios en la tiendas europeas, estadounidenses e incluso latinoamericanas.

Esa toma de conciencia nació de las cenizas de una tragedia laboral sin parangón ocurrida ese día:  el derrumbe de Rana Plaza, una fábrica textil de Bangladesh, en la que perecieron 1.134 personas y hubo más de 2.500 heridos, muchos de ellos inválidos para siempre. Era un edificio absolutamente inestable e inseguro, de ocho plantas, en Savar, a las afueras de la capital Dacca, en el que 5.000 trabajadora-es, especialmente mujeres, cosían para cinco contratistas locales que abastecían a una treintena de marcas internacionales. La estructura edilicia, que se encontraba en pésimas condiciones y había sido motivo de repetidas denuncias por parte de los propios empleados, se derrumbó en cuestión de segundos.

Bangladesh posee la tercera mayor industria de la confección del mundo, solo por detrás de China y Vietnam. En 2019, contabilizaba unas 4.000 fábricas en ese sector que ocupaban, al menos, 4 millones de trabajadora-es. El sector textil genera el 16% del PIB nacional y sus exportaciones de un valor de 34.000 millones de dólares representan el 80% del total de las ventas de ese país hacia el exterior.

Acuerdo sangriento

Las grandes empresas internacionales de moda y los sindicatos acaban de firmar el Acuerdo Internacional para la Salud y la Seguridad en la Industria Textil y de la Confección, que preserva y amplía el Acuerdo de Bangladesh. Este había sido suscrito por primera vez en 2014, tuvo una validez de 5 años, fue renovado por 24 meses adicionales y perimió en mayo pasado.

Fue decisivo en el proceso de discusión, firma y renovación del acuerdo nacido de las lágrimas de Rana Plaza, la activa participación de  varias redes internacionales – conocidas como testigos signatarios–, entre las que se encuentran Worker Rights ConsortiumMaquila Solidarity Network, la International Labor Rights Forum y la Campaña Ropa Limpia (Clean Clothes), una de las más activas en esta temática,  que colabora con 200 organizaciones y está presente en 17 países europeos.

A finales de agosto, esos actores de primer nivel de la sociedad civil, expresaron públicamente su satisfacción por este nuevo Acuerdo Internacional de Seguridad, que mantiene los elementos vitales del precedente Acuerdo de Bangladesh. Entre ellos, la aplicabilidad legal de los compromisos por parte de las marcas; la supervisión independiente del cumplimiento de los compromisos de dichas empresas; la obligación de pagar a los proveedores precios suficientes como para garantizar lugares de trabajo seguros y la obligación de dejar de hacer negocios con cualquier fabricante local que se niegue a operar con mínimas exigencias de seguridad.

Esas redes internacionales solidarias, promotoras de un intenso trabajo de cabildeo y presión, consideran que este modelo de consenso logrado con el acuerdo, que ha salvado miles de vidas en ese país asiático, se extenderá ahora a otros países en los que la-os trabajadore-as corren peligros diarios. Exigen, además, que esta internacionalización se lleve a cabo con rapidez y sin reservas, en beneficio del sector obrero textil y de la confección, el cual desde décadas reclama mejores medidas de seguridad.

En virtud del nuevo acuerdo la perennidad de los avances logrados en Bangladesh en los últimos ocho años en materia de seguridad de edificios y contra incendios, así como la extensión futura del mismo a otros países, se garantizarán a través de una Secretaría del Acuerdo. Este deberá ser un organismo de supervisión totalmente independiente con autoridad para verificar y hacer cumplir los compromisos asumidos a las empresas signatarias. Algunas de las más conocidas entre las nuevas signatarias son:  Aldi, Benetton, El Corte Inglés, Carrefour, Esprit, HyM, Hugo Boss AG, Puma, Tchibo GmbH y Zalando SE, Mango, Joh Lewis.

Desde la firma del primer acuerdo, hace ya ocho años, se han llevado a cabo más de 38.000 inspecciones en las fábricas de Bangladesh, y casi 200 de ellas han perdido sus contratos debido a normas de seguridad insuficientes. Los sindicatos constatan que en las fábricas que han sido sujeto de inspección no se lamentaron nuevas víctimas a causa de incendios.

Dos anos después del derrumbre los familiares se movilizaron exigiendo justicia. Foto Parlamento Europeo

Victoria sindical

A fines de agosto, un comunicado dado a conocer en paralelo en Ginebra y Ámsterdam, consensuado entre un centenar de empresas y los sindicatos internacionales IndustriALL, Global Union y UNI Global, asegura que el nuevo acuerdo vigente desde inicios del mes mantiene los compromisos jurídicamente vinculantes sobre seguridad en el lugar de trabajo en ese país del subcontinente indio y promete ampliar el programa a otros países.

Recuerda que al igual que su predecesor, se trata de un instrumento jurídicamente vinculante, es decir de aplicación obligatoria, entre las empresas y los sindicatos con el fin de reforzar la seguridad de las fábricas textiles y de confección.

El mismo ratifica los elementos fundamentales que aseguraron el éxito alcanzado en la etapa previa: el respeto a la libertad de asociación, administración y aplicación independientes; un alto nivel de transparencia; disposiciones que garanticen la viabilidad financiera de las medidas correctivas; el establecimiento del Comité de Seguridad, así como la implementación del programa de seguridad y de un mecanismo de reclamo creíble e independiente.

En Bangladesh, el acuerdo es aplicado por el Consejo de Sostenibilidad, un organismo nacional tripartito e independiente. Algunas de las novedades que refuerzan el nuevo documento que acaba de entrar en vigor son:  el compromiso de centrarse en el programa de salud y seguridad en Bangladesh; la creación de un mecanismo creíble de cumplimiento y responsabilidad en todo el sector textil; el compromiso de ampliar la labor del Acuerdo Internacional sobre la base de estudios de viabilidad,así como la opción para ampliar su alcance para abordar la diligencia debida en materia de derechos humanos.

Cuando sindicatos y redes internacionales proponen extender la aplicación del acuerdo a otros países, argumentan condiciones dolorosas en muchas fábricas en Pakistán; recuerdan la muerte de 28 trabajadores en febrero pasado en un taller textil en Marruecos; así como los 20 decesos en marzo de este año en una fábrica textil de Egipto; y los 17 trabajadores que perecieron el pasado 27 de agosto en Mehran, Pakistán, a raíz del incendio en una fábrica que producía bolsas y que tenía bloqueadas las salidas y ventanas.

Se cierra una etapa formal marcada por la rúbrica del nuevo convenio. Pero no se acaba el proceso en marcha que intenta ampliar el número inicial de las empresas signatarias. Sindicatos internacionales y redes solidarias no bajan la guardia. En cada país europeo siguen interpelando a las marcas de moda y les exigen mayor responsabilidad social. Disputa abierta, paradigma de una nueva globalización, la de la solidaridad sindical.