Josefina Bakhita nació en 1869 en Darfur (Sudán) y falleció en Schio (Italia) el 8 de febrero de 1947. Esta mujer, extraordinariamente fuerte transformó su vida desde una esclavitud vejatoria hasta convertirse en un símbolo para las mujeres y para la espiritualidad universal. Josefina Bakhita ha sido la primera persona de Sudán que ha llegado a ser canonizada e incluso beatificada con todo lo que ello representa. Es más, es la primera africana canonizada desde los primeros siglos del cristianismo, cuando muchos norteafricanos fueron canonizados (el norte de
África era uno de los principales centros del cristianismo antes de convertirse al Islam).

De esta manera, Bakhita ha pasado a representar un símbolo de fe y unidad para los cristianos en la larga guerra que sufre el país de Sudán. El 8 de febrero se celebra su culto en todo el país. Su figura es un estímulo de resistencia frente a las atrocidades que sistemáticamente ha tenido que sufrir el pueblo de Darfur, del oeste y del sur de Sudán. No es de extrañar que su canonización haya representado un gran motivo de orgullo para la comunidad cristiana de Sudán

Habría que comenzar diciendo que el nombre real de Bakhita se desconoce, al igual que no se sabe la fecha precisa de su nacimiento, pero se cree que venía del pueblo de Olgossa en Darfur, al sur del actual Sudán. Se considera que 1869 fue el año de su nacimiento. En Olgossa creció junto a sus padres, sus tres hermanos y dos hermanas, una de ellas su propia gemela.

Cuando todavía era una niña muy pequeña, ocurrió un hecho que la marcaría para el resto de su vida. Mientras estaba ayudando a sus padres en el campo, el pueblo de Olgossa fue atacado por negreros en busca de esclavos. Su hermana, que se hallaba en casa cuidando al más pequeño de la familia, fue capturada. Tiempo más tarde, Bakhita escribió en su biografía: “Recuerdo cuánto lloró mamá y cuánto lloramos todos”.

[Los negreros que la secuestraron advirtieron su especial carisma y le dieron el nombre de Bakhita. Bakhita significa “Afortunada”]

Y es que en aquella época los imperios establecidos proporcionaban protección ante la esclavitud, pero, al igual que continua sucediendo hoy, toda la zona de Sudán constituía una fuente de recursos para capturar esclavos. Así, el tráfico de esclavos en esa época se había trasladado desde el mercado americano al mercado árabe en el norte y la esclavitud interior en los imperios africanos.

Más tarde le tocó a ella. Y Bakhita narra su propio secuestro por los buscadores de esclavos. Ella dice: “Tenía aproximadamente nueve años cuando, una mañana, caminaba por los campos, un poco lejos de casa, con una amiga. Repentinamente, vimos a dos extranjeros aparecer tras unos arbustos. Uno de ellos le dijo a mi compañera: “Deja a la niña pequeña ir al bosque a buscarme alguna fruta. Mientras, tu puedes continuar tu camino. Te alcanzaremos dentro de poco”. Su objetivo era alejar a mi amiga para que no pudiese dar la alarma mientras ellos me capturaban”.

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fotoContinua relatando: “Yo, por supuesto, no podía sospechar nada y obedecí, tal y como hacía siempre con mi madre. Una vez que estaba en el bosque, ví a las dos personas detrás de mí. Uno de ellos me agarró fuertemente, mientras el otro sacó un cuchillo con el que me amenazaba. Gritándome, me dijo: “Si gritas, morirás. Síguenos””.

Como es natural, la pequeña estaba tan traumatizada que le fue imposible recordar su verdadero nombre. Los negreros que la secuestraron advirtieron su especial carisma y le dieron el nombre de Bakhita. Bakhita significa “Afortunada”. Así, con nueve años, la separaron para siempre de su familia y de su pequeño pueblo.

Bakhita fue arrastrada hasta El Obeid, en la región de Kordofan, donde fue utilizada como esclava por los mismos tratantes de esclavos árabes que la habían secuestrado. Se la vendió rápidamente. En total, se vio sometida a este comercio cinco veces, pasando a cinco distintos amos a través de los mercados de esclavos de El Obeid y Jartum, la capital de la colonia. Tuvo valor e intentó escapar varias veces, pero no lo consiguió. Concretamente, el cuarto amo, en Jartum, fue quien le hizo sufrir las más execrables humillaciones y torturas. Sus peores recuerdos se remontan a la edad de 13 años, cuando fue tatuada. Le infringieron 114 incisiones en su cuerpo y durante un mes le colocaban sal para evitar las infecciones. “Sentía que iba a morir en cualquier momento, en especial cuando me colocaban la sal”, escribió Bakhita en su biografía.

El quinto y último amo fue el cónsul y comerciante italiano Calixto Leganini. Leganini compró a Bakhita en el mercado de Jartum en 1882 y, por primera vez, fue tratada bien. “Esta vez fuí realmente afortunada -escribe Bakhita- porque el nuevo patrón era un hombre bueno… No fui maltratada ni humillada, algo que me parecía completamente irreal, pudiendo llegar incluso a sentirme en paz y tranquilidad”.

[Bakhita y Minnina, la hija de los Michieli, ingresaron en el noviciado del Instituto de las Hermanas de la Caridad]

Cuando llegaron los mahdis a Jartum en 1884 y expulsaron a los británico-egipcios, Laganini se vió obligado, junto con otros muchos europeos, a abandonar Sudán. Bakhita no quiso abandonar a su patrón y, tras larga insistencia, consiguió viajar, junto a su patrón y su amigo Augusto Michieli, a Italia.

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fotoYa en Italia, la mujer de Michieli les aguardaba. Esperando la llegada de varios esclavos, la señora Michieli exigió obtener uno de ellos y se le entregó a Bakhita. Así, Bakhita acompañó a su nueva familia a Ziango, un pequeño pueblo en la zona de Venecia. Los tres años que vivió con la familia Michieli, Bakhita trabajó como niñera y amiga de su hija Minnina. Sin embargo, en 1888, la familia compró un hotel en Suakin, la costa sudanesa del Mar Rojo y la señora Michieli acompañó a su marido para ayudarle en el negocio hotelero. Pero Bakhita optó por permanecer en Italia.

Tras haber sido aconsejadas por la orden de las Hermanas de Canossa de Venecia, Bakhita y Minnina, la hija de los Michieli, ingresaron en el noviciado del Instituto de las Hermanas de la Caridad en Venecia. Esta congregación fue fundada en 1808 por la hermana Magdalena Gabriela di Canossa, que le dió el nombre de Instituto de las Hermanas de la Caridad, pero normalmente se conocen como las Hermanas de Canossa. Allí Bakhita se volcó en educar a niñas pobres, en servir en hospitales y en enseñar la catequesis en las parroquias. Fue bautizada el 9 de enero de 1890 y recibió, al mismo tiempo, su primera comunión y confirmación por el cardenal de Venecia. En este momento, tomó el nombre cristiano de Josefina Margarita Afortunada.

Por entonces, la señora Michieli regresó de Sudán y quiso llevarse consigo a su hija y a Bakhita de nuevo a
África. Pero, con una impresionante fuerza y coraje, Bakhita dijo que no iría y que prefería servir a su Dios junto a las Hermanas de Canossa. Se comenta que la respuesta enfureció a la señora Michieli y que insistió en que Bakhita fuese con ellos. La responsable del Instituto contactó al cardenal y al gobernador, quienes declararon que, dado que la esclavitud era ilegal en Italia, Bakhita era libre de tomar sus propias decisiones y llevarlas a cabo. De esta manera, permaneció en el Instituto y pronto su vocación la llevó a convertirse en una hermana de la orden. Lo alcanzó el 7 de diciembre de 1893, a la edad de 38 años.

[Bakhita fue velada durante tres días. Millares de personas acudieron para expresarle su respeto y admiración]

De esta guisa, los siguientes 50 años de su vida fue monja. En 1902 fue trasladada de Venecia a Schio, en el norte de Italia, donde trabajó limpiando, cocinando y cuidando a los más pobres. En poco tiempo consiguió la reputación de ser una santa. En cualquier caso, no fue conocida por realizar milagros ni fenómenos sobrenaturales. Ella es conocida por haber sido modesta y humilde, manteniendo la fé en su interior, espiritualmente, y cumpliendo cada día las rutinas diarias.

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fotoSupuso un extraordinario trabajo para ella cuando le ordenan escribir su autobiografía y viajar para contar la increíble historia de su vida. Comenzó sus memorias en 1910 y finalmente fueron publicadas en 1930. En 1929 se le ordenó ir a Venecia y empezar a contar sus experiencias. Después de que se publicase su biografía, Bakhita se convirtió en una gran personalidad en toda Italia y se vió obligada a viajar por todo el país para dar conferencias.

Durante sus últimos años, la salud de Bakhita se hizo cada vez más frágil viéndose obligada a postrarse en una silla de ruedas. No obstante, continuó viajando y representando un modelo de caridad, aunque sus últimos años estuviesen marcados por el dolor y la enfermedad. En medio de su sufrimiento, volvió a recordar sus terribles experiencias como esclava de nuevo, y se sabe que decía a la enfermera que la cuidaba en sus últimos momentos: “¡Por favor, desatadme las cadenas, es demasiado!” Cuando murió el 8 de febrero de 1947 en Schio, sus últimas palabras fueron tan sólo “¡Madonna! ¡Madonna!”

Bakhita fue velada durante tres días. Millares de personas acudieron para expresarle su respeto y admiración. Llegó a ser famosa por su caridad y piedad por todo el país. La afectada multitud contó que sus articulaciones continuaban calientes a lo largo de estos tres días y las madres cogían su mano para colocarla sobre la cabeza de sus hijos para que les otorgase la salvación. Su reputación como una santa se ha consolidado. Josefina ha sido recordada y respetada como nostra Madre Moretta,.

Dado que el pueblo la había santificado, en 1959, doce años después de su muerte, la diócesis local comenzó las investigaciones para encontrar venerable a Bakhita. Fue declarada Venerable el 1 de diciembre de 1978. Así, el proceso para declararla santa pudo comenzar y el 17 de mayo de 1992 fue beatificada. Se declaró el 8 de febrero como el día oficial de su culto.

[El día 1 de octubre del 2000 Bakhita fue canonizada, o proclamada santa, por la Iglesia católica]

En el instante de su beatificación, el Papa Juan Pablo II alabó a la nueva santa por transmitirnos un mensaje de reconciliación y misericordia en un mundo tan dividido y herido por el odio y la violencia. Ella misma, que fue víctima de una de las peores injusticias de todos los tiempos, como es la esclavitud, llegó a declarar: “Si volviese a encontrar a aquellos negreros que me raptaron y torturaron, me arrodillaría para besar sus manos porque, si no hubiese sucedido esto, ahora no sería cristiana y religiosa”.

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fotoEl día 1 de octubre del 2000 Bakhita fue canonizada, o proclamada santa, por la Iglesia católica. Para los católicos africanos el hecho representa todo un símbolo, un reconocimiento necesario desde hacía tiempo para honrar a los cristianos y a las mujeres africanas que han padecido la brutalidad de la esclavitud.

Por encima de todo, Bakhita es la santa africana y la historia de su vida es la historia de un continente, válida para los católicos, protestantes, musulmanes o seguidores de cualquier otro tipo de religión tradicional. Su espiritualidad y fuerza la han convertida en Nuestra Hermana Universal, como la llamó el Papa.

Josefina Bakhita, como hemos dicho, es un símbolo de lo que continua sucediendo en el siglo XXI. Algo que molesta recordar a una sociedad occidental muy pendiente de las discusiones de salón sobre los derechos humanos y poco dada a que le molesten en un telediario con noticias de lo que está sucediendo realmente, diariamente, en los Darfur del mundo.

Por eso no es de extrañar que Amnistía Internacional siga teniendo que denunciar hoy que las milicias progubernamentales janjawid prosiguen operando en Darfur violando, secuestrando y sometiendo a esclavitud sexual a mujeres y niñas de ocho años (incluso se les rompe las extremidades para que no escapen y poder cometer sobre ellas todo tipo de abusos reiteradamente y con tranquilidad), con la implicación directa o al menos la complicidad del Ejército regular. Asimismo, recuerda que las violaciones masivas constituyen crímenes contra la Humanidad y denuncia la pasividad de la comunidad internacional para poner fin a esta situación.

[Su espiritualidad y fuerza la han convertida en Nuestra Hermana Universal]

Solamente unas esporádicas noticias en esos telediarios, cada vez más ocupados de temas frívolos, nos recuerdan que los Darfur del mundo existen. Sin embargo, el drama de las mujeres violadas en ese contexto social es inimaginable para un occidental que ve estas noticias en su cómoda casa. Consecuencias económicas y sociales descomunales, que dejan a las mujeres expuestas a sufrir nuevos abusos contra sus derechos humanos. Las mujeres de Darfur que han sido sometidas a la mutilación genital femenina, en las violaciones, corren un peligro aun mayor de resultar heridas o infectadas con el virus del sida (VIH) y otras enfermedades de transmisión sexual.

Estas mujeres se ven sometidas a todo tipo de traumas psiquiátricos, de vergüenza y de culpabilidad, junto con el rechazo de su entorno y la frustración de tener que llevar una vida de paria de por vida (si sus sueños eran ya limitados por la circunstancia geográfica donde nacieron, imaginemos en lo que pueden quedar los legítimos sueños y aspiraciones de una niña o de una adolescente sometida a ese destino incalificable).

Además, el desplazamiento forzoso de los refugiados también ha contribuido a que mujeres y niñas sean más vulnerables, y ha dado lugar a un incremento del número de matrimonios prematuros, ya que los padres intentan proteger a sus hijas por medio del casamiento.

La comunidad internacional se sensibiliza sobre esta tragedia, se realizan campañas de repudio a tales actos, el tema se enfría, y un tiempo después el círculo se repite cuando vuelven a surgir las mismas noticias.