Las crónicas nos hablan casi siempre de hombres, pero entre ellos también había mujeres tanto castellanas como indígenas, que sólo pasaron por la historia superficialmente a pesar de tener un papel crucial por ambas partes. Hoy he querido traer a dos de esas mujeres indígenas que aunque si son conocidas en su tierra natal, Colombia, en España no tanto; su condición femenina en el contexto del siglo XVI, les hace ser aún mucho más interesantes y su figura merecedora de revisión, su vida transcurrió por senderos totalmente opuestos formando parte importante de una época transcendental de la historia conjunta hispanoamericana.
La Cacica Gaitana
Sebastián de Belalcázar en su camino en busca de el Dorado va fundando ciudades, villas y parroquias que le dan legalidad y control sobre el territorio, condición necesaria para su proyecto de gobernación. En 1538 comisiona a Pedro de Añasco para fundar una ciudad que sirviera de enlace entre los valles de Popayán y Magdalena en donde ya había fundado las ciudades de Santiago de Cali en 1536 y Asunción de Popayán en 1537, las tierras del Alto Magdalena estaban densamente habitadas por los pueblos Timanaes, Yalcones, Apiramas, Páez, etc. Añasco funda Guacacallo en 1538, que posteriormente llamaran Timaná, nombre de los nativos que habitaban el lugar a los que sometió superficialmente estableciendo amistad con algunos Caciques, en particular con el hijo del poderoso Cacique Pigoanza, a quien bautizaron como Don Rodrigo. La expedición de Belalcázar coincidió con la de Gonzalo Jiménez de Quesada y la del alemán Nicolás Federmann, disputándose entre ellos la gobernación de lo que será el Nuevo Reino de Granada; tras varias reuniones sin acuerdo decidieron partir hacia Castilla para que fuera la corona quien resolviera el conflicto. Mientras esto ocurría, Pizarro había enviado como gobernador a Lorenzo de Aldana, quien confirmó a Añasco como gobernador de Timaná y le dio la orden de terminar de someter a las distintas tríbus indígenas.
Añasco se encontró con una tierra poblada por gentes valerosas y muy belicosas que se resisten duramente a los castellanos. El cronista Juan de Castellanos en sus versos, nos cuenta:
“A Timaná, provincia populosa,
Y de gente valiente y orgullosa
De Popayán cincuenta leguas dista,
Y es tierra fértil pero montuosa,
Con aspereza que la humana vista
Nunca jamás la vió mas salebrosa.
Entraron pocos para la conquista,
Siendo los indios mano poderosa
Los Paeces, Yalcones y Pirama,
Y Guanaca, provincias de gran fama.”
En una de estas tribus los Yalcones, gobernaba junto a su hijo Timanco, una Cacica viuda de nombre Guaitipán, llamada Gaitana por los españoles, el propio Juan de Castellanos nos la describe:
“No les pone temor el estandarte
Aumentado de gente castellana:
Todos al fin andaban de mal arte
E ya servían muy de mala gana,
Para lo cual no fue pequeña parte
Una india llamada la Gaitana
O fuese nombre propio manifiesto
o que por españoles fuese puesto
En aquella cercana serranía
Era señora de las más potentes/
Y por toda la tierra se tendía
Gran fuerza de sus deudos y parientes:
Viuda regalada que tenía
Un hijo que mandaba muchas gentes,
Al cual por no acudir como vasallo
Añasco procuró de castigallo.”
Añasco ordeno a todos los caciques de la zona presentarse ante él para presentar vasallaje y cobrar tributos, lo que llevo a varios caciques a revelarse siendo uno de ellos el hijo de la Gaitana. Decidido a dar un escarmiento que sirviera de ejemplo, Añasco lo manda apresar y ordena quemarlo vivo delante de todos en la plaza de Timaná; ante tal crueldad, su madre desesperada jura venganza y convoca a todos los caciques de la región incluido el poderoso Pigoanza, quien al parecer era pariente suyo, para unirse contra los castellanos. Gaitana mujer de carácter y con gran poder de convicción, espoleada por el dolor, arenga y convence a las demás tribus para que dejen sus luchas internas y se unan para combatir a los invasores, logrando reunir un ejército de 12.000 indígenas, guerreros de los pueblos Paeces, Piramas, Guanacas y Yalcones, comandados por Pigoanza, quien a pesar de saber que su hijo estaba con los conquistadores se pone al frente de dicho ejército. Pigoanza utiliza su conocimiento del terreno para combatir en una guerra de guerrillas capturando a Añasco en la batalla de Aquirgá, cuando en un exceso de confianza había salido con veinte hombres. Pigoanza se lo entrega a Gaitana, para que haga con él lo que quiera, la venganza de Gaitana nos la relata Castellanos:
“La barba por debajo horadada,
Grueso cordel en cuantidad no poca
Le metió por aquella
Cuyo cabo sacaron por la boca,
Y allí le dieron a la soga ñudo,
con gran aplauso de este vulgo rudo”
Tras pasearlo desnudo por delante de todo el pueblo es desmembrado y canibalizado.
“El pié le cortan, otra vez la mano,
Otra vez pudibundos genitales,
Hasta que con paciencia de cristiano
Salió de las angustias de mortales.”
Tras la muerte de Añasco, el Capitán Juan del Río toma el mando de Timaná y aunque consigue derrotar a Pigoanza, no termina con el levantamiento, mientras que Gaitana continua arengando a los distintos pueblos indios consiguiendo unir a los Yalcones, Piramas, Paeces, Guanacas, Panaos y Pijaos, que se alían para atacar a los castellanos. Alertado del Río por un cacique amigo llamado Inando, envió aviso a Neiva pidiendo refuerzos que llegan al mando del Capitán Juan Cabrera, por dos veces rechazan el ataque de Pigoanza gracias a los avisos de Inando, consiguiendo finalmente acabar con la sublevación de Yalcones y Pijaos, pero no con la del resto de las tribus, quienes unidas por la Cacica continuaron su lucha más de sesenta años.
De Gaitana poco más se sabe, no hay fuentes documentales que hablen de ella, perdiéndose su rastro. En el cuento “La venganza de Guaitipán”, Miguel León imagina un final guerrero para la Cacica: “apartada de su ejército y emboscada por los españoles en el peñasco de Pericongo, Gaitana atraviesa con su lanza a varios conquistadores hasta que se ve acorralada, momento en que salta desde gran altura al río Magdalena y no vuelve a salir a la superficie”. Lo cierto es que a falta de fuentes documentales entra en la órbita de los mitos, asegurando otros que murió de vieja. Hoy día los historiadores otorgan poca credibilidad a la historia de la Gaitana ya que la única fuente de la época es la de Juan de Castellanos, el cual solo pone por escrito lo que le cuentan tres testigos oculares y no son hechos vividos por él, además sabido es que los cronistas escribían para los castellanos y el Rey resaltando los rasgos “salvajes” de los indígenas ante los “civilizados” conquistadores a pesar de sus atrocidades, como la cometida por Añasco con el hijo de Gaitana.
En Neiva se le rinde homenaje desde 1974 cuando se le encargo al escultor Rodrigo Arenas Betancourt el monumento dedicado a la Cacica Gaitana, ubicado sobre el malecón del río Magdalena.
Su figura tiene dos caras: una amable, amorosa, tierna, bondadosa, maternal que mira al sol y simboliza la madre. La otra: guerrera, feroz, indómita, llena de ira y de venganza, con los cabellos al aire y actitud bélica sosteniendo una lanza, esta acompañada por un guerrero que corona el conjunto tocado con una mascara de aguila, poderosa ave en quien creian convertirse los indigenas al morir y armado con un arco.
Gaitana apoyada en un jaguar, sujeta la cuerda que atraviesa la mandibula de Añasco, vestido de coraza y morrión y a su derecha dos caballos, teorico simbolo de la superioridad castellana y por ultimo en la parte inferior un centauro sin ojos que es atravesado por una lanza aunque todavia sostiene una daga. Rodrigo Arenas Betancourt en el Diario del Huila, del 17 de mayo de 1974, expuso la síntesis del monumento así:¨La Gaitana es el símbolo de la víctima indígena y femenina contra el conquistador Español¨.
Por ultimo decir que en 1983 el escultor español Eladio Gil Zambrana, realizo una estatua de la Cacica Gaitana, ubicada en el Parque Municipal de Timaná, departamento de Huila, regalo a Timaná de la abogada Olga Duque de Ospina. La estatua es de bronce, de estilo naturalista, Gaitana esta desnuda ocultando su sexo cinco plumas, también de plumas un tocado adorna su cabeza, con la pierna izquierda flexionada en actitud de correr, sostiene en su mano derecha un hacha y en la izquierda agarrada por los pelos la cabeza de Añasco.
Verdad o leyenda, hoy día la Cacica Gaitana tiene un lugar destacado en la historia colombiana como aglutinante de un pueblo valiente y orgulloso, que a pesar de sus rencillas se unió para defender su tierra.
La India Catalina
En 1502, explorando la costa del Caribe colombiano navegando hacia poniente, Rodrigo de Bastidas junto con Juan de la Cosa llegaron a una bahía a la que llamaron Santa Marta, el lugar les pareció apropiado para fundar una ciudad, lo que haría Bastidas 23 años más tarde fundando Santa Marta, navegaron por la costa próxima a la Sierra Nevada, llegaron la desembocadura de un gran río al que nombraron río Grande de la Magdalena en honor a Santa María Magdalena, alcanzando el puerto de Zamba y a continuación la bahía de Cartagena de Indias, nombrándola así al recordar lo cerrada que era también la bahía de la ciudad de Cartagena en España. Otra versión nos dice que fue Juan de la Cosa el que solicitó a la reina Isabel I de Castilla nombrarla Bahía de Cartagena, por ser la mayoría de los marineros de la expedición de dicha ciudad. La región estaba habitada por los indios Calamarí, Carex, Bahaire, Cospique y Yurbaco que los españoles unificaron llamándolos a todos Caribes.
Cuando el madrileño Pedro de Heredia funda en 1533 la actual ciudad de Cartagena de Indias, le acompaña como lengua (interprete) una mujer indígena llamada Catalina, que le ayuda a entenderse con los naturales del lugar.
Catalina, de la que se desconoce su nombre nativo, era de Zamba (hoy Galerazamba), sobrina de los caciques de la zona de etnia Mokaná, fue raptada siendo una niña por Diego de Nicuesa, cuando este exploraba Tierra Firme y enviada a Santo Domingo en la isla de la Española, allí educada por los monjes se hizo cristiana adoptando plenamente los usos y costumbres castellanas, Juan de Castellanos nos habla de ella:
«India de Zamba,
(habla) en lengua castellana muy ladina
y que las destas gentes entendía,
la cual desde esta costa llevó presa,
siendo muchacha,
Diego de Nicuesa»
Regresa 23 años después a tierra firme a Gaira o Gayra, en donde se encuentra con Heredia en 1533. La Cédula firmada por la reina Juana I de Castilla firmada en 1532, autorizaba a Heredia a tomar dos indios “lenguas”:
“Me suplicó le diese para que las pudiese tomar de las personas que los tuviesen pagándolos a sus dueños o como la mi merced fuese, las dichas dos lenguas de indios, sy las dichas lenguas fueren libres queriéndolo ellos yr de su voluntad e no de otra manera”.
Se sabe que Pedro de Heredia no pago nada por Catalina ya que esta era libre y que además ella cobro en oro por su trabajo como traductora de los indios, el oro que no tenía valor comercial para los indios solo ritual, para Catalina profundamente castellanizada seria el medio para poder subsistir. Los primeros frailes que llegaron a Santo Domingo fueron los franciscanos comenzando a cristianizar a la población indígena, tras ellos llega la Orden de Santo Domingo en 1510, los padres dominicanos traen un concepto distinto de cristianizar ya que lo hacen en las lenguas nativas de los indígenas, esta labor la continuaron en la zona de Santa Marta y Gaira, no se sabe cuál de las dos órdenes convirtió y educo a Catalina, bien pudieron ser las dos, pero en la época en la que Heredia la recoge, Catalina esta cristianizando a los indios, siendo los Gairas los primeros nativos en ser cristianizados en los territorios de la Nueva Andalucía.
Heredia acompañado de Catalina, se adentra en territorio Calamarí, pero los indios no están, en el lugar solo queda un anciano llamado Corinche, al no haber agua en la zona, Heredia a través de Catalina le pregunta por una fuente de agua, Corinche receloso de los castellanos les indica que en la zona de Yubarco hoy Tubarco hay agua en abundancia y mejor clima enviándolos hacía allí, al llegar no encuentran nada salvo una lluvia de flechas producto del ataque de los indios que emboscados les estaban esperando y a los que consiguen rechazar no sin dificultad, regresando a la zona de Calamarí en donde funda la ciudad de San Sebastián del Calamar, rebautizándola más tarde como Cartagena de Poniente para diferenciarla de la española, cambiando posteriormente el apelativo por el de “Indias”.
Heredia en una carta remitida al emperador Carlos V en 1533, le informa que Catalina propuso pactar con todas las tribus indígenas, de manera que ella se reunía primero con las mujeres de los poblados y luego, con ellas, enviaba el mensaje de Heredia a sus caciques siendo recibidos por estos amablemente aunque recelosos de los castellanos, pero consiguiendo formalizar alianzas. En ocasiones donde no hallaban mujeres lo hacía a través de los hombres que encontraban en las cercanías de los poblados como ocurrió cuando llego a su Zamba natal.
Gracias a Catalina se consiguió pacificar una región muy belicosa, empezando por su poblado Zamba, Canapote, Chagoapo, Otomo, Teleto, Cacay, Maguayán, Goana, Mixouxa, Michiluy, Michiche, Migagar, Camerapacoa, Chinitas, etc. Hablando y estableciendo la paz con los caciques Carex, Tocana, Mazaguapo, Guaspates, Turipana, Cambayo y Mahates, a los que Heredia además se ofrece para ser su aliado y combatir a sus enemigos como nos cuenta Juan de Castellanos:
“De muchos indios dellos se barrunta
Que vienen á mirar y a ser testigos,
Y teniendo sospecha que en la junta
Los menos corazones son amigos,
Heredia con la lengua les pregunta
Si tienen en sus tierras enemigos,
Para que con sus armas y caballos
Vayan los suyos á desagraviarlos.”
Cuando Catalina llega a Zamba, es reconocida por los suyos recibiéndola con gran alegría aun cuando va vestida de castellana, Castellanos nos describe el recibimiento fastuoso que le hicieron a ella y a Heredia:
“Al gobernador dieron joya fina
Para suplir algunos menesteres,
Ocurrieron á ver á Catalina
Número no pequeño de mujeres,
La cual como servía de madrina
No dejo de sacar para alfileres
Y aun con lo que saco de la cacica
Otra de mas estofa fuera rica.”
Eduardo Gutiérrez de Piñeres nos aporta más información del recibimiento:
“Dándose ella misma por ejemplo de buen trato: admirados de verla tan en otro traje (llevaba el español) ofrecieron ir á dar noticia de todo al pueblo como lo executaron, y volvieron luego con el cazique, y mucha caterva de gente de ambos sexos á la novedad, y saliendo al encuentro el trozo de exercito español los rezibio el Gobernador con salvas, y tantas demostraciones de cortesías, haciendo á su modo las suyas el cacique y demás Indios. Se entabló una platica luego, con mucha serenidad entre los dos Gefes, por medio de Catalina que empezó dándose á conocer con ellos… viniendo en cuadrillas Yndios a reconocer y ver los forasteros que si todos lo recibían de buena volundad, era mayor la que manifestaba á las joyas de oro que en abundancia les presentaban y en que salió muy mejorada Catalina al justo título de paisana que se llamavan hermanos”
El primer objetivo de Heredia es establecer en Zamba su capital, pero desistió al ver el puerto tal y como le informa al emperador Carlos:
“El pueblo es bajo a la entrada, que no tiene más de una braza y media”.
Recayendo esta finalmente en Cartagena de Indias. Catalina lo acompaña cuando avanza hacia el Sinú (Cenú), pero los dialectos son otros y a Heredia le hacen falta otros lenguas. Aun así su relación con Catalina fue más que la de un intérprete con la que se podía comunicar con los indios, fue su amante (a sabiendas incluso de que era casado), desde 1533 hasta separarse de él en 1536, cuando como testigo Catalina declara en su contra, en el primer juicio de residencia contra el Gobernador. Los juicios de residencia ya existían en el derecho castellano pero la Corona los extendió desde el primer momento a sus territorios en América, para evitar los abusos y desmanes de los gestores de la administración indiana, facilitando al máximo la presencia del pueblo llano, y poder oír las quejas tanto de españoles como indígenas.
( “…porque cuando no se oyen las justas quejas de los vasallos contra los gobernadores, además del cargo de conciencia, los mismos gobernadores se hacen más absolutos y los vasallos viendo que no son desagraviados ni oídos entran en desesperación”. Pedro de Ribadeneyra en su “Tratado de la religión y virtudes que debe tener el Príncipe cristiano para gobernar sus estados”).
Se llamaban de residencia porque el investigado debía de “residir” en el lugar donde desarrolló su cargo hasta ver si era absuelto o condenado, reteniéndole parte de su salario para pagar una multa si la hubiere. Su objetivo era la fiscalización del gobierno de cualquier funcionario una vez terminado su mandato ya fueran Virreyes, oidores (magistrados y jueces), Gobernadores, alcaldes y otras autoridades. El Consejo de Indias designaba al juez que había de tomar residencia a los funcionarios que él mismo había nombrado, mientras que Virreyes, Gobernadores y audiencias lo hacían para sus subordinados. Pedro de Heredia no tenía una fecha final en su mandato como gobernador, pero si gente que estaba en contra de él y que fueron sus acusadores, entre las personas que fueron llamadas a declarar estaba Catalina, la cual no dudo un instante en acusarlo de haber robado el oro del Rey:
“he sido criada de dicho Pedro de Heredia, pero por eso no dejaré de decir la verdad”.
Su fuerte moral cristiana no duda un instante en acusar a la persona con la que compartía su vida, retratándonos una mujer de fuertes convicciones a sabiendas que ir contra el Gobernador no le traerá nada bueno. Efectivamente tras la sentencia a favor de Heredia, Catalina saldrá de su círculo y su nombre empieza a desvanecerse.
A partir de aquí todo son suposiciones, Camilo S Delgado plantea la unión entre Catalina y Alonso Montes o Montañés, sobrino de Heredia, quien locamente enamorado se casa con ella, trasladándose a Sevilla con su marido e hijos, pero no hay ninguna documentación que avale dicho matrimonio y traslado. Otra suposición es la unión entre ellos pero sin matrimonio tras el juicio de Heredia, viviendo ambos en Cartagena de Indias hasta su separación, y en una tercera Catalina termina viviendo junto con un perro llamado “Capitán” que había traído desde Santo Domingo y una pariente con la que se había reencontrado tras su regreso a Zamba, pero nada más hay hasta hoy día. Catalina queda relegada a un segundo plano por su condición de mujer y por el hecho de declarar en contra del Gobernador, pero su importancia no fue menor en su labor de pacificar y cristianizar a las tribus indígenas del caribe colombiano.
Su figura idealizada se entrega en el Festival de Cine de Cartagena de Indias, creado por Víctor Nieto quien en 1961 encargó la realización de una estatuilla a modo de “Oscar” elaborada por Héctor Lombana, para entregarla como premio del festival. Posteriormente el propio Víctor Nieto le encargo al escultor Eladio Gil Zambrana en 1974 la creación de una estatua de Catalina en bronce, dicha estatua actualmente se ubica en el parque india Catalina en Cartagena de indias.
Su aspecto dista mucho de lo que seguramente fue, pues según las crónicas desde su vuelta ya adulta ella vestía como castellana, aun así es una bellísima estatua símbolo de la Cartagena moderna que como el propio escultor declaro al periódico el Universal de Cartagena:
“A mí me pusieron a que hiciera como monumento la estatuilla que daban en el Festival Internacional de Cine de Cartagena, que es una estatuilla de Héctor Lombana, y entonces yo dije que yo no hacía eso; exactamente, no. Yo haría una escultura que tuviera algunos rasgos de la estatuilla del Festival de Cine, y que yo hacía una escultura de mujer”.
Como curiosidad una réplica de la estatua está en la localidad de el Torno, pedanía de Jerez de la Frontera en España, lugar donde se crio el escultor antes de trasladarse a Sevilla para estudiar y que fue donada por él mismo.
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