I

Los poetas riñen y no se dan cuenta que destiñen todo su aroma de palabra. Los poetas también lloran y se le adoran. Los poetas amarran y la vez quieren amarrar a veces toda la fama. Seamos poetas de verdad, mirémonos con humildad y cada cual descifre su caudal sin arrebatar el de su compañero.

He visto al poeta de furia, de espada y como no él de amada palabra. Y yo me quedo con él de amada palabra, el que recorre miles de espacios para llenar cada hueco en su descifrar de verdad. Ese es mi caudal.

Sin recelos nos miremos cuando  palabras trasmitimos, cada cual tiene su trascender, unos más allá y otros más acá, pero todos importantes para este mundo del hallar la paz, como del hallar que somos vida para no acabar con cada corazón que encienda su llama, ya es difícil mantenerla para que vengan apagadla, a veces sin saber muy bien por qué, pero si sabemos que en cada oficio existe su alivio como capricho de serlo.

II

He visto en estos años poetas y poetas. Poetas que hemos compartido el alma, y poetas que sin ritmo la han vendido por un puesto.
He visto poetas que se han rendido hasta lo más fiel de su querer, y poetas que se han  ofrecido como mercader.
He visto y aún veo poetas hasta la eternidad en pacto y sangre, y poetas que antes de salir de su campo te han vendido.
He visto y veo cada vez más la claridad entre poetas amigos, unos me dicen de su alma AMIGA y otros me dicen amiga de adorno.

He visto y a veces no quisiera ver tanto de lo que luego la vida me confirma que es verdad lo que intuía. Poetas de vanidad existen.

Poetas de igualdad, poetas de verdad son los que yo amo y quiero a mi lado,  porque nos hemos ganado a pulso y alma la amistad en la honestidad de serlo. Por eso quizás tendré pocos amigos pero los prefiero, y porqué serán los mejores. Y ellos al leer esto sabrán de su puesto.

 

Lucía Pastor es miembro de la Academia Norteamericana de Literatura Moderna Internacional.