El reloj de uno de los quirófanos del Hospital de Groote Schurr en Ciudad de El Cabo, en Sudáfrica, indicaba que faltaban apenas 8 minutos para las 6 de la mañana. Un cirujano de 45 años llamado Christiaan Neethling Barnard, implantaba un nuevo corazón en el tórax de Louis Washkansky un paciente desahuciado de 54 años que ponía todas sus esperanzas de vida en un joven corazón de 25 que había dejado de latir en el pecho de la donante, Denise Anne Darvall.

Tras unos segundos de angustioso suspense, el “nuevo” órgano inició de nuevo su bombeo vital. De la garganta del Dr. Barnard salió una exclamación en afrikaans, su lengua materna: Jesus! Dit gant werk! (¡Jesús, esto va a funcionar!). Era el 3 de diciembre de 1967, domingo.

La repercusión mundial fue enorme. Los trasplantes de riñón llevaban realizándose con éxito desde 1954, fue en Boston y París. El propio Barnard había hecho su primer trasplante renal en 1959, aunque por esos años se hacía entre gemelos para evitar cualquier rechace; el primero desde un donante difunto no llegó hasta 1964. Pero ya hacía muchos años que el hombre investigaba para sustituir órganos incurables por otros sanos.

Desde el inició de los tiempos en que el hombre empezó a trasmitir sus conocimientos, nos llega el misterio de las Piedras de Ica. La existencia de una civilización que pobló el Perú hace millones de años, es tan incierta como las voces de sus detractores. Miles de piedras labradas, trasmiten los conocimientos de esta discutida civilización. Una de las series reproduce en los guijarros que la componen, complejas intervenciones quirúrgicas con dibujos que representan trasplantes de órganos, incluso de los hemisferios cerebrales. Si es un fraude o en verdad se trata de las técnicas quirúrgicas de los hombres gliptolíticos, sólo confirma la búsqueda incansable de la curación y, tal vez, de la vida eterna.

Órganos que salvan vidas

Un órgano sano extraído de un donante, muerto o vivo, significa la continuidad de la vida del receptor y por tanto es una cuestión, nunca mejor dicho, de vital importancia.

Garantizar la continuidad de la existencia de un ser humano por el reemplazo de sus órganos tiene un componente mágico en cuanto al hecho en sí; pero unas consecuencias sociales extremadamente peligrosas. Y no nos referimos al riesgo que sufren los pacientes trasplantados, puesto que, en muchos casos, se trata de una cuestión de vida o muerte o cuando menos, de calidad de vida; nos referimos a la procedencia y utilización de los órganos sustitutorios.

Es un axioma tan real como la vida misma, sin órganos no hay trasplantes y sin donantes no hay órganos

Estamos dando pasos de gigantes en la historia de los trasplantes, en la búsqueda de una utopía que está empezando a dejar de serlo. Los trasplantes son un procedimiento de éxito en más del 80% de las intervenciones que se efectúan actualmente, dependiendo, claro está, del estado del receptor, de las características del donante y de la experiencia del personal hospitalario.

Modificar la estructura original de un ser humano y hacerle tolerar un órgano procedente de otro individuo, genéticamente diferente, nos abre la posibilidad de desafiar a la ley natural de la supervivencia y crear una nueva especie mucho más sana y longeva. No obstante, para que esto suceda, otros individuos de la especie deben perecer contra natura y antes de lo previsto en el ciclo vital escrito en su ADN. Accidentes, muertes violentas y ocasos imprevistos, son de las fuentes con las que se nutren los receptores gracias a la magnificencia de los donantes o de sus familias. Sin embargo, hay otras fuentes de aguas menos claras que proporcionan estas partes que permiten continuar en este “valle de lágrimas” que pocos quieren dejar. Intereses inconfesables, negocios de estado, “errores clínicos”, extracciones prematuras, supuestos raptos, ventas por necesidad, comercio y contrabando de órganos, giran entre la leyenda y la más atroz realidad.

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Parte de mí es tuya

No se trata de un adagio romántico. Es obvio que, para realizar un trasplante, se necesitan órganos y por ende, se precisan donantes. Es un axioma tan real como la vida misma, sin órganos no hay trasplantes y sin donantes no hay órganos.

fotoEn los Estados Unidos cada año el 20% de los pacientes pendientes de trasplante muere sin haber podido conseguir el órgano esperado. Es decir, cada seis minutos fallece una persona inscrita en la lista a la espera de donantes. No sólo en el país americano, los porcentajes son muy parecidos en la UE. Lo fatídico del caso es que cada día aumentan las demandas de órganos, mientras la de los donantes se mantienen, porcentualmente, casi estables, por tanto, la demanda está creciendo más rápido que la disponibilidad. Un ejemplo claro es el caso de los trasplantes de riñón, el número de posibles donantes que fallecen es absolutamente insuficiente para satisfacer a todos los pacientes en diálisis que están a la espera de un trasplante.

Ante la insuficiente disponibilidad el debate sobre la obtención y reparto de los órganos está abierto. Aferrarse a la vida es lícito y si se dispone de los medios suficientes se busca la solución a fuerza de talonario. Casi todos los países que disponen de una legislación específica para las acciones de donación y trasplante prohíben expresamente la compraventa clandestina de órganos. Pero muchos enfermos con recursos económicos suficientes se desplazan a otros países para encontrar la solución a los obligados retrasos. Lo delicado de la situación exime de reparos, obviando las vías y la legalidad concernientes a la obtención de la víscera salvadora.

A pesar de que las resoluciones de la Asociación Médica Mundial prohíben el comercio de órganos para trasplante y la OMS recomienda a los cirujanos a que no trasplanten “si tienen razones para pensar que esos órganos han sido objeto de transacciones comerciales”, lo cierto es que, ningún millonario, está en la lista de espera de los hospitales.

Las leyendas urbanas… y rurales

Los rumores de tráfico de órganos procedentes de niños asesinados, de personas a quienes se les han practicado extracciones renales y muestran la cicatriz descubierta al despertarse, cubren las informaciones sensacionalistas de muchos periódicos. Los argumentos de los que consideran que sólo se trata de leyendas fruto de la imaginación popular, se basan en que extraer un riñón, por ejemplo, para su reutilización, precisa de una intervención quirúrgica larga en un entorno estéril y efectuada por personal experto, situación que no puede darse en entornos rurales u hospitales clandestinos.

Diariamente, desaparecen gentes en los países menos desarrollados o con graves problemas económicos, sobretodo, niños

No obstante, el trasplante de riñón, y para el trasplante de una parte del hígado, de un pulmón o de un segmento de intestino delgado, valen los órganos a partir de donantes vivos, lo que abre un abanico amplio de posibilidades y aunque se asegure que para estas prácticas es preciso el concurso de donantes familiarmente relacionados – principalmente hermanos, padres o hijos -, lo cierto es que en circunstancias especiales – y todas lo son – se puede recurrir a donantes vivos sin ninguna relación consanguínea, es decir sólo se trata de compatibilidad. El caso del trasplante de corazón, y como es evidente, el donante ha de ser cadáver y de muerte encefálica. Preferentemente traumatismos.

Lo cierto es que, diariamente, desaparecen gentes en los países menos desarrollados o con graves problemas económicos, sobretodo, niños. Lo que fomenta y abona las leyendas. La sospecha del comercio de órganos recae sobre todo en países en los que coexisten minorías muy acomodadas con mayorías paupérrimas, sumado a un alto grado de injusticia social, con corrupción política y sin legislación que regule la práctica de los trasplantes. Dónde los hechos puedan ser disfrazados de leyenda.

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¿Cuándo morimos?

Otro de los debates y que es uno de los motivos de la falta de donaciones voluntarias, es la creencia de la posible “impaciencia” del personal médico en la utilización de los recursos que ofrece el deceso de un paciente.

fotoLa donación voluntaria es un generoso acto anónimo, altruista y solidario, sin ningún tipo de retribución económica y por ello es digno del mayor respeto y atención, lo que es merecedor de la dedicación profesional más exquisita. Presumiblemente, las precipitaciones intencionadas nunca pueden darse en centros de sanidad públicos, puesto que un paciente tiene a priori los mismos derechos que otro. La posibilidad de que en clínicas privadas se practique la aceleración de los fallecimientos cerebrales para un trasplante a pacientes de altísimo poder adquisitivo, no deja de ser un buen tema para una película; pero, tampoco deja de ser una posibilidad.

Cuando se da en situación de muerte encefálica o parada cardiorrespiratoria irreversible, se dice que el paciente ha fallecido; es decir es imposible que vuelva a tener impulso vital. Sin embargo esta persona está en condiciones de poder donar algunos de sus órganos que todavía siguen en condiciones de funcionamiento.

Si las condiciones legales – autorizaciones de los familiares o voluntad del fallecido – lo permiten, un equipo médico especializado realizará una absoluta revisión del cadáver, para descartar patologías infecciosas o tumorales que pudieran transmitirse a los receptores y además, considerar la posibilidad y función de los órganos o tejidos destinados a la donación. La inmunosupresión o debilitamiento del sistema inmunológico de defensa, es el principal problema a que se enfrenta el personal médico. El tiempo en estos casos tiene más valor que el oro, los órganos y tejidos deben mantenerse factibles y en perfusión hasta su extracción. Tanto la extracción, el traslado de órganos y el implante han de realizarse en quirófanos con la infraestructura y las condiciones de asepsia precisas. Estas necesidades parecen presuponer grandes dificultades para sostener la teoría del comercio de órganos. Pero el mundo es muy viejo y el oro no le va a la zaga.

Sí, existe el comercio de órganos

Contra todo lo que se diga. Frente a las leyendas, que muchos tratan de depreciar y desafiando todas las reglas médicas, el comercio ilegal de órganos y tejidos no sólo existe si no que va en incremento. Y les aseguramos que no son bandas de cuatro descamisados ni mafias de aldea; detrás del ilegal tráfico de órganos se esconden poderosas organizaciones, funcionarios públicos, eminentes profesionales e instituciones de reconocida solvencia moral.

La India, es destino para pacientes renales ricos de Alemania e Italia; los trasplantes se realizan en clínicas locales, con riñones comprados a las pobres gentes que luego exhiben la cicatriz a quien quiera verla. Mil dólares es el precio de un riñón en muchos países sudamericanos o en Filipinas, en Hong Kong son un poco más caros. En Argentina un riñón cuesta alrededor de 110.000 euros; un hígado, un pulmón o un corazón cerca de 200.000, una cornea 90.000 euros. En México los precios son un poco más contradictorios, 150.000 dólares por el hígado, 120.000 por un riñón o 45.000 por la córnea y extrañamente, 60.000 por un corazón, probablemente porque su trasplante es más delicado. Kuwait, como país adinerado, tiene tarifas más altas, 1.600 dólares por la piel de las piernas de los prisioneros, 400.000 por los intestinos o 127.000 dólares por un pulmón.

¿Cuántos corazones, cuántos riñones, cuántas vísceras y tejidos de los ejecutados han sido vendidos al mejor postor por los médicos y funcionarios de las cárceles chinas?

En América Latina, la extrema pobreza y la desidia gubernamental promueven el sacrificio de los niños pobres para salvar a los ancianos ricos. Según un informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y aunque cueste creerlo, el comercio de órganos es algo cotidiano en países como Argentina, Brasil, Honduras, México y Perú y sus clientes son pacientes alemanes, suizos e italianos. En la Argentina hay denuncias de casos de extracción de corneas de pacientes a los que se les declaró muerte cerebral después de haber falseado las exploraciones cerebrales.

Sí, son verdad las denuncias de las ONG, de la coordinadora nacional de la Comisaría de la Mujer en Nicaragua, la de las organizaciones bolivianas. También es verdad la utilización de los cadáveres de los ajusticiados chinos para este tipo de comercio. China ejecutó el año pasado, según Amnistía Internacional, a 1.010 condenados de los 1.591 que se ajusticiaron en todo el mundo. Es más, la ONG mantiene que la cifra real podría llegar a 10.000. ¿Cuántos corazones, cuántos riñones, cuántas vísceras y tejidos de los ejecutados han sido vendidos al mejor postor por los médicos y funcionarios de las cárceles chinas? Los principales clientes de los chinos son los millonarios japoneses.

fotoEl grupo religioso Falun Gong, calificado por Pekín de “secta del diablo”, ha denunciado que sus fieles encarcelados y ejecutados son utilizados como conejitos de indias para el comercio de órganos. David Matas, abogado de derechos humanos en Winnipeg, cuenta muchas historias escalofriantes en su libro, “Cosecha Sangrienta: Informe Revisado sobre los Alegatos de Extirpación de Órganos a Practicantes de Falun Gong en China”, que ha escrito conjuntamente con David Kilgour. La propia organización Human Rights Watch de Asia informó que en el país de las próximas olimpiadas, se extraen ilegalmente más de 3.000 órganos a prisioneros anualmente, lo que significa más de ocho diarios, “trabajando” todos los días de la semana. Terrible.

En los periódicos de cualquier ciudad del mundo pobre podrán leer anuncios solicitando riñones u ofertas de desesperados ofreciendo la “donación” de un riñón. Busquen por Internet y encontraran unos cuantos ofrecimientos. Desde Egipto al Senegal toda
África vende órganos. En alguno de ellos se subastan “cualquiera de los órganos” de un preso chino.

Podemos hacer ver que no nos enteramos, podemos asegurar que una extracción es imposible llevarla a cabo sin unos medios suficientes, podemos negar que en Mozambique los niños de 12 a 15 años no pueden jugar seguros si eso tranquiliza nuestras conciencias. Neguemos el tráfico de órganos. Pero haberlo, hailo.

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Regreso al futuro

Para evitar esta práctica las naciones que no la tengan deberían establecer una legislación eficaz, que penalice a los infractores. Aunque parezca utópico, la mejora de las condiciones de vida de las naciones depauperadas igualaría la relación abismal entre ricos y pobres y evitaría la sumisión orgánica de los desheredados. Medidas contra los países que toleran y fomentan este tipo de prácticas. La investigación y la apuesta científica para encontrar las soluciones a los trasplantes vía donantes animales o en la fabricación de prótesis artificiales que evitaran la utilización de órganos humanos.

El tráfico de órganos condena a los pobres a suministrar subsistencia vital a los ricos, que a su vez pretenden – y pueden -eternizarse para seguir manteniendo este estado de cosas. ¡Qué paradoja!