Sin embargo, el turismo descontrolado e insolidario ha arrastrado consigo consecuencias catastróficas: degradación, masificación, planes urbanísticos descontrolados, etc. El siglo XXI ha traído consigo un nuevo concepto de turismo, respetuoso con el medioambiente, los pobladores originales de cada región, con unos beneficios no monopolizados sino equitativos y repartidos: el turismo sostenible.
La base del turismo sostenible es la satisfacción total tanto del turista como de las regiones que acogen a estas personas, protegiendo el entorno y facilitando mejoras para el futuro. El enfoque principal es llegar a cubrir todas y cada una de las necesidades de la zona en cuestión, tanto las económicas como las sociales y estéticas, sin menoscabar la ecología del entorno, la diversidad biológica y cultural y los sistemas autóctonos para el soporte de la vida.
Según la Organización Mundial del Turismo (OMT) estos son los principios que sustentan el turismo sostenible:
1- Los beneficios que reporten los medios naturales y culturales deben ir acompañados de una salvaguarda de estos recursos para su disponibilidad en el futuro
2- La planificación del desarrollo turístico de cada región no debe entrar en conflicto con el desarrollo ambiental y sociocultural
3- La calidad del medioambiente debe ser mantenida y mejorada
4- El nivel de satisfacción del turista debe ser notable, de manera que se conserve o aumente el prestigio y el potencial comercial del destino
5- Toda la sociedad deberá ser la beneficiaria de los beneficios que genere el turismo en su región.
Atendiendo a estos principios es muy fácil dilucidar que el turismo sostenible es una herramienta imprescindible para el desarrollo económico de las zonas en las que se realiza, especialmente en aquellas regiones en las que este es prácticamente la única alternativa de actividad económica. Y si bien, necesita de unas inversiones considerables en términos de equipamiento e infraestructuras, no es menos cierto que el surgimiento de PYMES locales y el empleo de sectores más castigados por el desempleo (véase mujeres y jóvenes) se ven favorecidos.
Sin embargo, e incluso habiendo definido unos principios muy concretos, no podemos afirmar que exista un modelo de probado funcionamiento en el campo del Turismo Sostenible. Válgannos dos ejemplos muy contrapuestos de intento de desarrollo de turismo sostenible en dos zonas del globo no demasiado alejadas: Nicaragua, Perú y Bolivia.
En el primer país sudamericano a analizar, Nicaragua, encontraremos el volcán Monbacho, a los pies del cual se creó durante la Revolución Sandinista una cooperativa campesina. En la actualidad una empresa privada ha instalado, bajo el engañoso cebo del ecoturismo, una oferta de “cannopy tour”, paseos por las copas de los árboles mediante tirolinas. Los antiguos campesinos de la zona se vieron obligados a malvender sus tierras ante el gigante empresarial, obteniendo a cambio un malparado y denigrante puesto de trabajo, mientras que los pingües beneficios del turismo se reparten entre unos pocos.
Entre Perú y Bolivia, sin embargo, la introducción del turismo resultó menos traumática y más beneficios en la isla de Taquile, situada en el Lago Titicaca. Desde hace más de treinta años, en la década de los 70, la empresa privada y la gestión comunal han conseguido traer prosperidad y riqueza a partes iguales en la zona. Este mismo modelo fracasó estrepitosamente en comunidades vecinas, con un mismo entorno pero diferentes condiciones demográficas y sociales.
Es por eso que podemos afirmar que no existe un modelo óptimo de turismo sostenible y que este debe adaptarse particularmente y en todas sus facetas a la sociedad anfitriona.
Pero la otra cara del turismo sostenible, el turista, también tiene un papel fundamental en el correcto desarrollo del mismo. Así pues el turismo sostenible es una filosofía de vida, una manera de acercarse a un destino especial siendo consciente de lo frágil que puede ser ese emplazamiento. Es por ello que deberíamos hablar de lo que podría ser considerado con el decálogo del turista sostenible:
1- Al planificar su viaje, elija aquellos proveedores que le ofrezcan garantías de calidad y de respeto a los derechos humanos y al medio ambiente.
2- Utilice los recursos naturales, como el agua y la energía, con moderación. Recuerde que son bienes escasos.
3- Trate de minimizar la generación de residuos. Son una fuente de contaminación.
4- Cuando tenga que deshacerse de un residuo, hágalo de la manera más limpia que le facilite su lugar de destino.
5- En un espacio natural procure que la única huella que deje atrás sea la de su calzado.
6- Si visita ecosistemas sensibles, como arrecifes de coral o selvas, infórmese de cómo hacerlo para causar el menor impacto posible y no degradarlos.
7- Al comprar regalos y recuerdos busque productos que sean expresión de la cultura local. Favorecerá la economía de los pueblos que le acogen y la diversidad cultural.
8- No adquiera flora y fauna protegida por el Convenio de Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), ni productos derivados de dichas especies. Es un delito y contribuye a su extinción.
9- En su destino disfrute conociendo la cultura, costumbres, gastronomía y tradiciones de las poblaciones locales. Respételas y acérquese a ellas, tienen mucho que contarle.
10- Trate de contribuir con su presencia al desarrollo de un turismo responsable y sostenible, construyendo con su viaje un planeta más saludable y solidario.