Cambian las normas de consumo, de manera que si al principio eran muy grandes las acumulaciones de papel higiénico y productos de limpieza, ahora van variando hacia alcoholes varios que se utilizan como ansiolíticos, productos congelados, dulces y otros elementos que señalan las preocupaciones de la población, según las clases sociales y las etnias, dependiendo del país de que se trate, además de las fosas comunes y los ataúdes de cartón prensado, según la posición económica de los difuntos y el lugar del mundo en que fallecen.

Tenemos también problemas de convivencia, que se agudizan de manera dramática. Y de aquellas mujeres que se ven confinadas a convivir con sus maltratadores, y sus hijos viendo las escenas dramáticas en el hogar.

La compra masiva de armas de fuego para un enemigo invisible, es algo tan difícil de entender como disparar al vecino como si fuera el causante del drama social, o como si se esperaran a los mutantes de películas de supuesta ficción.

Es indudable que el tema del “corona virus” es una guerra química, negada por algunos y que pone en evidencia la torpeza de muchos gobernantes, y a veces de sus estrafalarias ideas, hasta que les toca a ellos.

Entonces todo cambia.

Las mascarillas y los guantes, son obligatorios o aconsejables? No se sabe hasta qué punto; el gel de alcohol sube su precio y da lugar a una especulación increíble. Hay que negociar precios con las farmacias o aceptar pagar lo que nos piden.

Sumando todo lo dicho, a la gente que se queda sin trabajo y eso da lugar a situaciones traumáticas y sube el nivel de ansiedad y angustia de forma considerable y no se ven salidas a corto plazo, porque hay que comer todos los días, varias veces, aunque vayan poniendo fechas cercanas para paliar la mencionada ansiedad.

Los medios de difusión, nos dicen día a día la cantidad de muertos, cosa que si hicieran siempre, también aumentaría el nivel de ansiedad.

En las residencias de ancianos, se encuentran todos los días, muertos descuidados, no de un día para otro, sino de un porcentaje muy alto, o sea que se trata de una especie de genocidio donde se comienza por eliminar a los mayores, los indocumentados y otros, según su origen o el color de su piel o su situación económica o su edad, por crudo y dramático que suene, no por eso es menos real.

¿Qué hacer?

Quedarse en casa nos dicen, y quizá esté bien. Pero en casa debemos revisar nuestras relaciones y qué hacer con nuestro tiempo, tal vez leer, recordar que alguna vez amamos, y cómo vivimos, para qué, para quién.

Tal vez un momento para la reflexión, como por ejemplo:

¿Qué queremos hacer con nuestras vidas?

¿Qué podemos hacer por nuestros seres amados?

¿Qué esperamos de nosotros mismos?

Cada uno verá de qué es capaz y quiere cambiar si sobrevive al genocidio.

Y ahora recuerdo a Cesar Vallejo:

Todos los días amanezco a ciegas
a trabajar para vivir; y tomo el desayuno,
sin probar ni gota de él, todas las mañanas.
Sin saber si he logrado, o más nunca,
algo que brinca del sabor
o es sólo corazón y que ya vuelto, lamentará
hasta dónde esto es lo menos.

El niño crecería ahíto de felicidad
oh albas,
ante el pesar de los padres de no poder dejarnos
de arrancar de sus sueños de amor a este mundo;
ante ellos que, como Dios, de tanto amor
se comprendieron hasta creadores
y nos quisieron hasta hacernos daño.

 

 

Jaime Kozak es miembro de la Academia Norteamericana de Literatura Moderna Internacional