Algo tendrá que nacer de esta tierra, de este cuerpo
seco
de este dolor cuyo nombre aún pesa en mi boca.
Y los frutos de los frutos que fuimos
caen en la hora baldía
en que nada se parece a lo que pudo ser.
Sólo tu vientre sigue siendo tan verdad
como la mano que empuña el cuchillo
como el corazón de alas partidas
tendido hacia la vida.
Y te hablo a ti, en cuya sangre
aún se oye el sonido del mar,
a la que hay más dentro de la mujer que llora,
a aquella de cuyas cenizas brotan amaneceres,
a la que va creciendo
desde el centro mismo de este llanto
Te hablo y hablo a la mujer:
que en ti pare la luz
A ti, que también soy yo,
a aquella,
que, en medio de la tierra seca,
se levanta
y vuela.
Qualcosa dovrà nascere da questa terra, da questo
arido corpo
da questo dolore il cui nome pesa ancora sulla mia
bocca.
E i frutti dei frutti che eravamo
cadono nell’ora vuota
nella quale niente somiglia a ciò che avrebbe potuto
essere.
Solo il tuo ventre rimane così vero
come la mano che brandisce il coltello
come il cuore di ali spezzate
proteso verso la vita.
E parlo a te, nel cui sangue
si ascolta ancora il rumore del mare,
a colei che è ancora più all’interno della donna che
piange,
a colei dalle cui ceneri sorgono gli albori,
a colei che cresce
proprio nel cuore di questo pianto.
Ti parlo e parlo alla donna:
che la luce si fermi in te.
A te, che sono anch’io,
a colei
che, in mezzo alla terra arida,
si alza
e vola.
Autora: Brunhilde Román Ibáñez
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