A François-Marie Arouet, conocido como Voltaire se le atribuye una frase que luego se ha demostrado que no es suya, pero que la hubiese podido firmar el filósofo: Tal vez no esté de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a decirlo.

Al parecer fue la escritora Evelyn Beatrice Hall la que, en su obra The Friends of Voltaire, menciona el adagio. En ocasiones, no se trata de estar de acuerdo –o sí– con lo que canta el rapero; sin embargo, es absolutamente necesario en una democracia, dejárselo decir.

La libertad de opinión es inalienable, porque sin ella nos condenamos a seguir el pensamiento de los que tienen poder o dinero. Es decir, sin expresiones libres seremos fácilmente manipulables.

La protestas de Barcelona, Lleida, Girona, Tarragona, Madrid y otras ciudades  pidieron a gritos la puesta en libertad de Pablo Hasél. Y yo me sumo a todas ellas y al grito libertario. Dirán algunos que las detenciones, los heridos y los detenidos, demuestran la violencia de que han hecho gala los manifestantes. Los excesos de una minoría sirven de justificación a los inmovilistas. Siempre, el rechazo a las decisiones de una justicia arbitraria, lleva consigo este tipo de consecuencias. Y no hace falta que les recuerde, a los que ya tenemos una edad, las luchas callejeras para lograr mayores libertades. Tal vez el juzgador, siempre fiel a la Ley, deba sospesar antes de su sentencia el peso del delito, su daño moral real y sus efectos, pero sobre todo, a que derechos del ser humano está castigando. Si aceptamos cercenar los fundamentales de la libertad de expresión, también podemos poner en duda su decisión. ¿O creemos que al amparo de una toga los fallos son más acertados que la opinión de un artículo o a la letra de una canción?

Claro está que la ley es la ley y el juez se rige por un código. Más por encima de la Leyes están los Derechos del Hombre, por extensión. Eso es crucial para que se siga creyendo en un estado de libertad y de justicia. Ahora no le queda más que, a quien le corresponda, dejar libre a Pablo Hasél. Porque si no, nadie le defenderá mañana cuando diga lo que piensa.