El 2 de noviembre de 2008 escribí un artículo titulado “He tenido un sueño: ¡Obama, Presidente de los Estados Unidos!”… “He soñado que el sueño de Martin Luther King se hacía realidad. He soñado que, por fin, mujeres y hombres, negros y blancos, jóvenes y viejos eran capaces de vivir en los Estados Unidos pacíficamente con un presidente de piel morena… Obama representa el cambio, un nuevo paradigma, pero también un nuevo estilo, una nueva forma de enfrentar los desafíos, guiado por valores éticos y principios democráticos, las mismas oportunidades, la ilusión cotidiana… Obama, afroamericano, ciudadano del mundo para ciudadanos del mundo conscientes del conjunto de la aldea global y no solo de sus barrios más prósperos….

Se necesita, como Maimónides en su “Guía de perplejos”, alguien al frente de la nación más poderosa de la tierra que infunda respeto y confianza, que tenga la competencia y los equipos necesarios para aprovechar una ocasión histórica de cambios radicales, de tal modo que los súbditos, en Estados Unidos y en el mundo entero, se transformen en ciudadanos”.

Se cumplió el sueño y, en unos años muy difíciles por la crisis financiera a escala mundial, se produjeron grandes cambios en las tendencias y perspectivas de la época neoliberal y plutocrática de sus antecesores.

Restableció la relaciones con el multilateralismo democrático y, por primera vez en muchas décadas, escuchó atentamente los consejos de la comunidad científica internacional, suscribiendo en otoño de 2015 los Acuerdos de París sobre Cambio Climático y la Resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre la Agenda 2030 (Objetivos de Desarrollo Sostenible) “para transformar el mundo”.

Como había escrito Lluis Bassets en los días inmediatos de su nombramiento, “se trata de un presidente nuevo para un tiempo radicalmente nuevo”.

Después de tantos llamamientos desoídos, después de tantas promesas incumplidas, el legado del Presidente Obama fue una auténtica pausa de esperanza: por primera vez en la historia, lo seres humanos eran progresivamente conscientes de la necesidad de unir sus esfuerzos para hacer frente a amenazas globales potencialmente irreversibles, y hacerlo desde el reconocimiento de su igual dignidad y de la capacidad de expresarse libremente, gracias en buena medida a la nueva tecnología de la información y comunicación.

Hace años que vengo poniendo de manifiesto que es inadmisible, desde todos los puntos de vista, que cada día se inviertan 4000 millones de dólares en armas y gastos militares, al tiempo que mueren de hambre miles de personas, la mayoría niñas y niños de uno a cinco años de edad… La solución es clara: multilateralismo democrático en lugar de plutocracia.

Hay que proceder a una rápida reforma del Sistema de las Naciones Unidas, empezando por la Asamblea General, que contaría con un 50 % de representantes de Estados y un 50 % de delegados de la sociedad civil y sus instituciones, con voto ponderado pero no veto, y añadiendo al actual Consejo de Seguridad un Consejo Socioeconómico y otro Medioambiental.

Multilateralismo… ¡democrático! Democracia genuina a escala local, nacional, regional, internacional. Democracia ética, social, política, económica y cultural, tal como figura en el texto borrador de la Declaración Universal de la Democracia, que se redactó hace unos años con Karel Vasak, Juan Antonio Carrillo Salcedo…  y fue suscrito, después, entre otras personalidades bien acreditadas, por Mario Soares, Adolfo Pérez Esquivel, Javier Pérez de Cuéllar, Boutros Boutros Ghali…..habiendo incorporado matices y sugerencias de notorios expertos en este tema.

Insisto y subrayo que la solución es la democracia a escala local y mundial: la voz de los pueblos, de todos los pueblos. Con ellos alcanzaríamos la “solidaridad intelectual y moral de la humanidad “que proclama la Constitución de la Unesco, uno de los documentos más luminosos del siglo XX, que comienza así: “Puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz”. Construir la paz a través de la educación de todos durante toda la vida.

Desde siempre vivimos en el contexto de la ley del más fuerte. “Si quieres la paz, prepara la guerra”, proclama un adagio especialmente perverso. Tendremos ahora que pasar de una cultura de enfrentamiento a una cultura de conversación, de una cultura de imposición a una de relaciones fraternales, como reza el artículo primero de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Me gusta repetir que el pasado ya está escrito. Solo podemos describirlo y debemos hacerlo fidedignamente.

Pero el por-venir, que está por-hacer, debemos escribirlo todos juntos, inspirados en los grandes valores universales, en favor de la dignidad de toda la especie humana y recordando siempre que sólo unidos, juntas las manos y voces, podremos afrontar los múltiples desafíos globales que se ciernen sobre la humanidad en los albores de una nueva era, el antropoceno, con valientes planteamientos e inéditas respuestas.

El tiempo del silencio ha concluido. Deber de memoria y deber de acción: puesta en práctica de la Agenda 2030; rápida concertación a escala mundial para la eliminación de las armas nucleares; regulación del tráfico y consumo de drogas ilegales; eliminación de los paraísos fiscales y de los grupos plutocráticos…; nuevo concepto de seguridad “humana”; fomento de la ciencia y del consejo de quienes poseen los conocimientos adecuados; incremento de las medidas preventivas, especialmente de índole sanitaria; asegurar la independencia de la justicia; educación para todos a lo largo de toda la vida…para inventar el futuro y, con indomable resiliencia, no aceptar nunca más imposiciones, dogmatismo, supremacismo… Cada ser humano único capaz de crear, nuestra esperanza.

Con Joe Biden y Kemala Harris al timón de La Casa Blanca, es perentorio disponernos a reconsiderar muchos supuestos y “cambiar de rumbo y nave”, como tan certeramente recomendaba José Luis Sampedro a la juventud del 10-M y es procedente repetir ahora.

Excelente augurio es la reposición de la imagen de Rosa Parks en el Despacho Oval. Con su noble y valiente actitud, aquella humilde costurera inspiró a Martin Luther King y consiguió una fantástica movilización en favor de la igual dignidad.

En aquel entonces la participación ciudadana era limitada y presencial. Hoy puede ser inmensa y en el ciberespacio. Hoy “los pueblos” ya  pueden, por primera vez en la historia, participar y dar una nueva dimensión a la democracia a escala mundial. “Libres y responsables”, tenemos que estar a la altura de las presentes circunstancias. Podemos, debemos. Es imperativo atreverse…..para que las generaciones que llegan a un paso de la nuestra no pronuncien aquellas  terribles palabras de Albert Camus, que tanto me impresionaron, que tanto he repetido: “Les despreciamos porque, pudiendo tanto, se atrevieron a tan poco”.

Publicado inicialmente en Other News