La tarea no ha sido fácil. Primero busqué libros técnicos que pudieran ayudarme en la tarea de ejercer la actividad con la mayor profesionalidad posible. Apenas había. Después fue mucho más complicado encontrar textos teatrales dirigidos al mundo infantil y juvenil. Era un campo en el que solo unos pocos parecían estar interesados, y desde luego las editoriales no estaban entre ellos.

Pero los textos, ¡ay, los textos!, seguían sin aparecer. ¿Qué hacer entonces? Lo que hubiera hecho cualquiera en mi caso: escribirlos adecuándolos al grupo, o grupos en cuestión, adaptar cuentos, piezas dramáticas de mayor envergadura, extraer personajes de aquí y de acullá para unirlos en aventuras insólitas, extractar novelas de hoy y de siempre, pedir a los autores de todas las épocas que me prestaran su biografía y sus ideas para elaborar montajes donde mis alumnos pudieran expresarse y los espectadores sentirse satisfechos. En definitiva, recurrir a la literatura universal y crear nuevas obras que, posteriormente, después de la representación formal ante amigos y familiares, funciones que eran como flor de un día, morían en un cajón olvidadas o, al menos, cubiertas de polvo, y durmiendo un sueño semieterno como el de aquella princesa del cuento. De ahí me surgieron obras para jóvenes y niños como Voces Unidas, La asamblea de las zarandajas, El avión de papel, Maritele, Juan quiere tener miedo, Alegorías,… todas ellas publicadas en la editorial CCS.

Hoy el panorama, el paisaje atractivo al que queríamos llegar y que solo veíamos de lejos, ha mejorado bastante y podemos acercarnos un poco más y hallar en bibliotecas y librerías mayor cantidad de títulos tanto de pedagogía de la expresión como de textos adecuados para representar.

Retrocediendo en el tiempo, y como base sustentadora de posteriores textos que han de configurar el actual panorama de teatro infantil y juvenil, debemos llamar a las puertas de los conocidos “Pasos” de Lope de Rueda.  De los que somos ya de cierta edad, ¿quién no recuerda esa referencia que siempre nos hacían en las clases de Literatura en el colegio? Aunque,  primeramente,  ya en los Romances nos atrevíamos a escenificar o, al menos, a recitarlos como buenamente podíamos.

Después de los “Pasos” siguieron los “Entremeses”  de Cervantes y los más atrevidos adaptaban capítulos del Quijote, que no eran precisamente infantiles, pero que podían ser juveniles, (Sancho y la ínsula Barataria, los molinos que son tomados por gigantes, los títeres de Maese Pedro,…) así como resúmenes del Lazarillo, Autos de Navidad, El Gran Teatro del Mundo, nada menos, de Calderón, e incluso alguna comedia de Shakespeare, como “El sueño de una noche de verano”.

Más adelante le llegaría el turno a los Sainetes, principalmente los de los Hermanos Álvarez Quintero, sin olvidar los de Carlos Arniches, aunque no pueden considerarse estrictamente juveniles.

Entre medias, se representaban cuentos populares, farsas, bufonerías, jácaras, fábulas y festivales varios donde lo mismo cabía una parodia, que una pantomima, que canciones de coro y comedias familiares.

Ya a principios del siglo XX, Valle Inclán crea su “Tablado de Marionetas”, Benavente, entre otras, “El príncipe que todo lo aprendió en los libros”, y García Lorca sus “Títeres de Cachiporra” y “El Retablillo de don Cristóbal”, aunque aún se discute si son o si no son para niños y jóvenes.

Alejandro Casona colabora con sus Misiones Pedagógicas a difundir el Teatro para Todos los Públicos basándose en Textos Clásicos y otras producciones propias como “A Belén, pastores”, y Salvador Bartolozzi con sus cuentos sobre “Pinocho” y “Pipo y Pipa”, aunque es Magda Donato quien los adapta y hace las versiones teatrales.

De todas formas, hasta mediados del siglo XX, más o menos, se entiende el Teatro para niños y jóvenes casi exclusivamente desde el campo del guiñol y los títeres, y es a partir de aquí cuando empiezan a surgir autores y compañías que escriben y representan con actores y actrices de ‘carne y hueso’ y surge una mayor preocupación por cubrir las necesidades de los espectadores adolescentes. Afortunadamente, hoy en día son bastantes las compañías teatrales y salas de teatro que han comprendido que al espectador infantil y juvenil hay que darle producciones de calidad sin escatimar en medios, producción y distribución. Y aún así, se encuentran con la dificultad de ser programados y ser tenidos en cuenta como es debido. Podemos destacar entre ellos, aunque quedándonos muy cortos, a Antoniorrobles y su Hoy de hoy de mil novecientos hoy; Mª Clara Machado con Pluft el fantasmita; los autores Lauro Olmo y Pilar Enciso; Luis Matilla, Fernando Almena, Montserrat del Amo, José Luis Alonso de Santos, José Cañas, Fernando Lalana, Ignacio del Moral, Alberto Miralle, Antonio de la Fuente Arjona,… Y en cuanto a teatros y salas destacar al Teatro San Pol, toda una vida dedicada a las producciones infantiles de calidad, la sala Tarambana, Cuarta Pared, Sala Mirador y, poco a poco, cada ciudad, cada empresa que han comprendido que ser niño no es tener menos categoría.

Pero la base de un buen espectador de teatro, de un buen lector de cualquier obra literaria, de una persona con cultura y solidez humana, está desde su temprana edad abierto al asombro de historias y sentimientos artísticos.

 

Alberto Morate es miembro de la Academia Norteamericana de Literatura Moderna Internacional.