Su tos se hizo más sonora y todos se dieron cuenta que su salud estaba empeorando. Apenas hace un mes se la veía muy activa desde que salía el sol hasta cuando la luna se asomaba.

Poco a poco su frenética labor de todos los días fue disminuyendo en intensidad; buscar, absorber, transportar y acomodar eran tareas sencillas pero ahora le costaba más y su producción estaba por debajo de su peor promedio.

Las que supervisaban las tareas diarias de la comunidad se dieron cuenta de semejante debilitamiento de la salud de una de las mejores trabajadores e intentaron encontrar una explicación de tal hecho.

De todas las que trabajaban en el lugar, ella fue la única que un día se apartó de todas asumiendo el papel de  exploradora en un territorio nuevo aunque vecino. Quería encontrar una veta más rica en beneficio de todas.

Al regresar de la expedición las supervisoras notaron que en sus extremidades había un polvo color mostaza que las alertó pero que pensaron sería solamente residuos de plantas secas o algún mineral transportado por el viento.

Ahora la mejor explicación de lo que debilitaba la salud de su mejor trabajadora sólo podría ser ese polvo mostaza.

El paisaje que las rodeaba había cambiado mucho. La paleta de colores fue lentamente perdiendo el verde; las formas irregulares se fueron convirtiendo en líneas rectas de callejones paralelos con la misma altura y grosor; la temperatura se había elevado y la humedad casi desaparecida aunque el suelo estaba siempre mojado por aquellas gotas que casi al nivel del suelo caían cronometradas y medidas.

Sin darse cuenta al principio, en la comunidad ya no era solamente una la que tosía sino varias y en particular aquellas que trabajaban en la profundidad de los recintos más íntimos donde se cuidaban a las futuras generaciones y a la jefa de todas que sin corona reinaba.

Los viajes ahora eran más largos y conseguir alimento no era fácil. La colonia estaba enfrentando la peor de sus crisis y un manto oscuro no sólo las estaba a punto de cubrir a ellas sino a toda la humanidad.

La contaminación del bosque, el uso excesivo de plaguicidas como ese de color mostaza estaba muy cerca de todas ellas y de su especie.

Otro día más en la colmena y con la salida del sol la peor sorpresa de todas: la obrera más trabajadora estaba dando sus últimos aletazos en la entrada de su hogar. El polvo mostaza estaba sobre todo su cuerpo, la tos la consumía y su pulso se extinguía. La huella mostaza señalaba el rumbo hasta la cámara de la reina y alrededor de las celdas de los huevos allí plantados. La colmena tenía sus días contados.

Cinco cosechas anuales más nos esperan.

Luego, la superficie de la tierra mostrará solamente su careta mostaza para desdicha de la raza humana. Las abejas se extinguieron.