En nombre de la «guerra contra el terrorismo» hemos asistido a un desarme moral y a un resquebrajamiento de la legalidad en el plano internacional. Bajo su amparo se han bombardeado e invadido países, se ha encarcelado y torturado a centenares de personas que previamente habían sido secuestradas y confinadas en cárceles secretas o en Guantánamo, se han justificado las atrocidades de Abu Ghraib y, no hace tanto, se ha producido el asesinato extrajudicial de Bin Laden, tras una violación previa de la integridad territorial de un Estado. 

En el plano interno, la «guerra contra el terrorismo» ha conllevado una represión política y social, que en el caso de nuestro país ha conducido a ilegalizar formaciones políticas y a menoscabar el derecho al sufragio pasivo de numerosos ciudadanos.

Por otra parte, la crisis financiera y las medidas de respuesta adoptadas –con fuertes recortes de los derechos sociales y saqueo de los recursos públicos– ha puesto de manifiesto cómo el poder político ha quedado en gran medida desplazado por el poder de los bancos, organismos financieros y agencias de calificación cuyos valores distan mucho de ser democráticos. 

Por este motivo, CIP-Ecosocial ha planteado tres preguntas para el debate y ha sondeado posibles vías para la recuperación de los valores democráticos.

1. ¿Podrías hacer un breve balance del estado de salud de la democracia actual?

 

ROSA MARÍA ARTAL Periodista, editora del blog El Periscopio, miembro de ATTAC y coordinadora del libro Reacciona.

Democracia en sentido estricto –la soberanía reside en el pueblo, tal como declara, por ejemplo, nuestra Constitución– no la tenemos.

No basta con votar cada cuatro años a unos representantes de partidos con estructuras enviciadas. No desemboca en una democracia sana. El sometimiento de los gobiernos a los poderes económicos es otra prueba. Ha conllevado una merma insostenible de los derechos adquiridos con esfuerzo durante más de un siglo. Laborales pero también sociales y hasta humanos si nos atenemos a la merma de libertades reales y a los ataques directos a la integridad de las personas, incluso.

El  trueque que se nos dio de presunta seguridad por libertad a raíz de los atentados del 11-S justificó actitudes que no mucho tiempo antes hubieran hecho estallar una rebelión («Ya no es tiempo de Watergates», suelo decir). Quienes decretaron este retroceso, con George W. Bush a la cabeza como gestor, eran los mismos que, simultáneamente,  acaparaban el poder por encima de los Gobiernos.

No es una entelequia, ni un catastrofismo irreal: el poderoso semanario británico liberal The Economist escribía no hace mucho  «Sí, una “Globocracia” de élite no elegida dicta la política mundial», no censurando este hecho sino aplaudiéndolo. Una serie de clubs exclusivos, en contacto y perfecta armonía,  deciden por todos –admite The Economist– y muestran ya claramente sus objetivos (de lucro privado). Porque no hay contestación social. Y sigue sin haberla. Una dramática desinformación de la población –más o menos intencionada pero superable– contribuye a este panorama. 

GONZALO BOYE TUSET Abogado penalista y querellante en la causa de las torturas de Guantánamo

El estado de salud actual de la democracia tiene su causa u origen en lo acontecido en los últimos 20 años; estamos donde estamos porque hasta aquí hemos llegado, lo que no implica que no se pueda avanzar más en este proceso de deterioro; ahora bien, es lamentable ver cómo las “democracias occidentales” van perdiendo todo decoro a la hora de actuar ante conflictos en diversos escenarios y, también, cómo en nombre de la propia democracia van cercenando libertades fundamentales.

Actualmente atravesamos un momento crucial de nuestro desarrollo en el cual si no somos capaces de rescatar los valores, asumiendo al precio que sea la defensa de los derechos humanos y sociales, nos precipitaremos por un camino de difícil retorno. 

Gran parte de este problema se desencadena por la hegemonía de la superpotencia norteamericana que impone ciertos valores, criterios e intereses a los cuales nuestros gobernantes se pliegan como si eso fuese normal; muchas veces me sorprendo viendo cómo se privilegian determinadas decisiones que sólo benefician a intereses norteamericanos, incluso en contra de los intereses nacionales o europeos, con el único fin de “quedar bien” con los Estados Unidos. 
 
Uno de los principales problemas con los que nos estamos enfrentando es la falta de separación de poderes efectiva, el servilismo político de la judicatura y su propio conservadurismo a niveles extremos que hacen inviable una interpretación legal acorde con las normas constitucionales.

JUAN RAMÓN CAPELLA Catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad de Barcelona, autor del libro Entrada en la barbarie y miembro del consejo de redacción de la revista mientras tanto 
 
Los sistemas de occidente considerados democráticos, pese a mantener ciertos derechos individuales y libertades políticas, son impenetrables para la ciudadanía. Esta puede optar por una u otra de las empresas de servicios políticos, por grupos dirigentes, pero no definir las políticas públicas. Estos sistemas se han vuelto herméticos para los de abajo.

Con la volatilización del derecho internacional, con el desvanecimiento de los derechos de las personas en cuanto trabajadoras, con una opinión pública profundamente modulada por la industria de producción de contenidos de conciencia, el diagnóstico del estado de salud de la democracia es fácil: el enfermo está muy grave y es dudoso que salga de esta.

MARIA JOSÉ FARIÑAS Profesora de Filosofía del Derecho de la Universidad Carlos III de Madrid y autora de Mercados sin ciudadanía: las falacias de la globalización neoliberal 
 
Vivimos actualmente un grave proceso de regresión en las estructuras democráticas de nuestras sociedades. Por una parte, la lógica de la acumulación puesta en marcha por el capitalismo global en las tres últimas décadas está generando importantes quiebras en la cohesión social. Fundamentalmente, en la solidaridad, valor fundamental para desarrollar plenamente la democracia, para incluir a todos en los beneficios derivados de la vida en sociedad. Nuestras democracias actuales son más excluyentes que inclusivas. Generan marginación, pobreza y desigualdad socioeconómica. 

Por otra parte, la democracia actual está en regresión en cuanto a sus valores fundacionales y en cuanto a su legitimación ética. Los ciudadanos cada vez están más distanciados de las estructuras políticas. La corrupción moral se ha instalado en muchas de ellas, como cuando se “tolera” la práctica de las torturas, los asesinatos selectivos, las guerras preventivas, pero también la especulación financiera para hacer dinero solo a partir del dinero, sin producir, sin generar puestos de trabajo.

La democracia está en regresión cuando acepta la especulación con materias primas y alimentos, que provoca hambrunas en muchos países subdesarrollados y permite el enriquecimiento obsceno de unos pocos “inversores”, que juegan con la salud y la vida de un gran número de la población mundial. Está en regresión cuando tolera la xenofobia y el racismo, la exclusión por la etnia, la religión o el color de la piel. Y está en regresión cuando acepta que el único criterio de exclusión o de inclusión social sea la solvencia económica para consumir y cuando tolera que se criminalice la pobreza.

ARMANDO FERNÁNDEZ STEINKO

Profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid e impulsor de las Mesas de Convergencia 
 
Desde el siglo XIX la democracia ha sido, de hecho, un injerto en el cuerpo del capitalismo. Esto no es incompatible con la declaración formal de la existencia de una “igualdad y libertad”. La inserción de este cuerpo extraño en el cuerpo de las sociedades con sistemas económicos cada vez más dominadas por las relaciones capitalistas, se ha producido de dos formas: tras acontecimientos muy traumáticos que han debilitado a los principales valedores de la lógica de revalorización privada y reforzado el poder de las mayorías sociales (Primera y Segunda Guerra Mundial, revolución de 1905 que abrió el melón de la democracia política en algunos países de Escandinavia); y cuando se ha combinado con formas de democratización social, económica y empresarial, es decir, cuando se ha debilitado el propio mecanismo de revalorización (períodos posteriores a la Primera y Segunda Guerra Mundial, años 1960 y 1970).

El resultado de ambas situaciones ha sido la forma de un pacto político y un pacto social que ha permitido ir más allá de a declaración formal de la “igualdad y la libertad”. La progresiva erosión de este pacto tras el paulatino triunfo del neoliberalismo en sucesivas etapas a partir de 1980 ha sido exactamente el guión de la erosión de la democracia: primero de la económica y empresarial (congelación de salarios, reducción de los derechos de los trabajadores: años 1980 y 1990); luego de la social (erosión del Estado del bienestar).

Por tanto lo que está sucediendo es una confirmación de experiencias históricas ya conocidas, pero también la confirmación de las hipótesis de los neoliberales de la primera hora (W. Lippman, M. Friedman, S. Hutington): la desregulación económica y financiera en particular es incompatible con la democracia. Esto es lo que ha sucedido: a medida que ha avanzado la desregulación se ha ido debilitando la democracia.

2. ¿Qué escenarios pueden abrirse en este contexto en relación a la calidad de la democracia?

Rosa María Artal

El auge actual de la xenofobia y la extrema derecha –consecuente a una crisis económica como ya vimos tras el crack del 29 y la Gran Depresión–, auguran un futuro desolador, si no le ponemos remedio. Porque lo peor de este panorama es que la ciudadanía no parece creer en la democracia, no lucha por ella cada día. Con todo lo que le se juega.

Vemos, sin embargo, que cuando la flagrante injusticia aprieta hasta asifixiar, las víctimas terminan por levantarse. Lo hicieron en Berlín, en todo el bloque soviético, en 1989, derribando –pacíficamente– un Muro hasta entonces infranqueable. Los árabes, esa joven población urbana e informada que constituye mayoría en estos países, también se están arriesgando seriamente por reclamar sus derechos. La lástima es tener que llegar a situaciones extremas si se pueden prevenir los acontecimientos y ponerles remedio antes de que estallen.

Gonzalo Boye Tuset

Pueden abrirse muchos escenarios, pero van a depender de la capacidad que tenga la sociedad civil de exigir un comportamiento más democrático a nuestros gobernantes. El problema real radica en la falta de cultura democrática y ese es un mal social, toda vez que una sólida cultura democrática impide que muchos de los comportamientos que vemos a diario se puedan, siquiera, producir.

Toleramos de forma descarada la corrupción, la falta de transparencia y una serie de conductas anti¬democráticas sin siquiera imponer luego el poder sancionador que todos poseemos: el voto.

Extremadamente necesario sería el revisar las normas que condicionan la falta de separación real de poderes así como la forma de acceso a la judicatura para que quienes accedan a dicho poder lo hagan sobre bases más democráticas y, sobre todo, con criterios más independientes, democráticos y modernos.

Juan Ramón Capella

No augura nada bueno la apatía con que las multitudes aceptan el recurso continuado a la violencia militar exterior, el expolio de sus bienes públicos, cargar con el fardo de la crisis económica y el deterioro del medio ambiente. El reajuste geopolítico y energético mundial complica además las cosas.

El escenario más probable que parece dibujarse es el de una acentuación del autoritarismo. Un autoritarismo soft que se convierte local o temporalmente en hard según las circunstancias. Dicho pronto y rápido: un escenario de barbarie.
Tal vez esa apatía mute por cualquier causa imprevisible. En este escenario sería preciso crear instituciones abiertas y cambios materiales profundos en el sentido de una austeridad social compartida. 

Maria José Fariñas

A mi juicio,  es urgente luchar para que la democracia no sea un mero juego formal, que se reduce a implementar el derecho de sufragio y a gestionar cosas y personas. La democracia ha de ser también social, cultural y económica, inclusiva para todos los ciudadanos.

Para ello, es necesario limitar el poder de las élites económico-empresariales, afrontando las cuestiones institucionales fuertes: recuperar el debate socio-económico, el debate fiscal, el debate redistributivo…

Armando Fernández Steinko

En mi opinión la crisis tiene dos salidas más un sinfín de salidas intermedias o “eclécticas” que no son más que antesalas o expresiones de correlaciones sociales poco claras y provisionales. Las dos pasan por sustituir el discurso microeconómico por el macroeconómico, en general lo micro por lo macro, con todo lo que esto significa desde el punto de vista político, cultural y económico, que es muchísimo: o se apuesta por una salida macroeconómica reaccionaria (aumento del peso de los Estados que aplican políticas coercitivas, como el keynesianismo carcelero, la segmentación social, recurso al derecho penal para afrontar la inestabilidad social y política, el aumento del gasto militar y de seguridad interior etc.); o se apuesta por una salida macroeconómica solidaria (creación de una economía de toda la casa, redistribución fiscal, etc.).

La primera nos llevaría a una situación de progresiva erosión democrática; la segunda solo es posible a partir de todo lo contrario: de la extensión de la democracia al ámbito económico y financiero.

3. ¿Qué aspectos o iniciativas consideras cruciales realizar para defender, repensar o profundizar nuestras democracias?

 Rosa María Artal

El primero informarse, y  despertar a la mayoría apática para que también se informe y elija, tras la necesaria elaboración mental de los datos, su camino y su respuesta. Tenemos que tomar las riendas de nuestra vida. Y unirnos los unos a los otros, aventando el miedo y hasta la cáscara amarga. No hay soluciones individuales. Pero lo que está claro es que los gobiernos no velan por nosotros, lo hacen por sus propios intereses y los de quienes llaman “mercados”, en su mayoría especuladores.

Actualmente, solo entre el 10% y el 40% (no hay consenso sobre la cifra exacta por su secretismo evidentemente) de las transacciones internacionales se realiza sobre acuerdos comerciales o de producción, el resto es burbuja financiera, especulación. Una cifra que ha crecido de forma exponencial en las dos décadas precedentes. ATTAC, y ya otros organismos, proponen de entrada una tasa para estas transacciones. Habremos de apoyarla. Y exigir asimismo control financiero a las grandes corporaciones y el pago proporcional de impuestos.

Actualmente, las grandes compañías y las grandes fortunas, apenas contribuyen al erario público a través de sociedades o, directamente, evadiendo capitales a paraísos fiscales. 

Pero se puede. El libro Reacciona, del que soy coordinadora y coautora, rescata un proverbio africano: «Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo».  Y también la reflexión de Eduardo Galeano: «Somos más de los que dicen que somos». Lo somos.

Gonzalo Boye Tuset

Las principales iniciativas deben ir dirigidas a consolidar una cultura democrática y en ello los esfuerzos educativos y divulgativos son importantes. Junto a ello, una de las mejores formas de consolidar la democracia es la implementación de auténticos mecanismos de separación de poderes para que, desde la independencia y la responsabilidad individual de jueces y magistrados se puedan articular mecanismos de control que se sustenten en parámetros democráticos.

El acceso a la judicatura –que debería dejar de ser una carrera– sobre la base de métodos de selección democráticos y que, además, sean fiel reflejo de trayectorias y no de momentos (el de aprobar la oposición) permitiría garantizar la independencia judicial y si, unido a ello, se establecen métodos democráticos de acceso a los altos tribunales de la nación se podrá conseguir que sean estos auténticos órganos judiciales y no una mera representación judicial de intereses políticos de un signo u otro.

También sería necesario reformar la Ley Electoral para que exista una representación parlamentaria más heterogénea y, a la vez, representativa de la diversidad política. El bipartidismo, unido a una escasa cultura democrática, impide el desarrollo hacia parámetros de mayor respeto de los derechos humanos, sociales y económicos. La diversidad política no sólo es sana sino que puede conllevar a la desaparición de ciertas castas que hacen inviable muchos de los anteriores planteamientos. España camina hacia una sociedad multirracial y multicultural en la cual deberíamos tener cabida todos, incluso los extranjeros que deberíamos poder participar, también, en la elección de los gobernantes nacionales y autonómicos, no sólo en los municipales. La introducción del voto pleno de los extranjeros ayudaría a modificar el panorama electoral. 

Juan Ramón Capella

No son nuestras;  se trata de reconvertirlas para hacerlas nuestras.

Repensar: el lado político o institucional de la vida en común no es independiente de los lados materiales de esa vida. El principio de austeridad en estos últimos debería ser la regla. Y si la gente no sostiene con firmeza un principio general e internacionalista de no violencia estaremos perdidos. 

Proponer: un principio de responsabilidad ineludible. Todo el mundo ha de responder de sus actos sociales, económicos y políticos. Hay que crear instituciones nuevas.

Maria José Fariñas

Recuperar el valor normativo de la política democrática. Esta parece estar secuestrada por un parlamento virtual de inversores y prestamistas que ha conseguido controlar los programas gubernamentales.

Recuperar la capacidad crítica de los ciudadanos. No permitir que los discursos populistas gestionen el miedo y la ansiedad de los ciudadanos y los utilicen como técnica política de gobierno para alcanzar una ciudadanía conforme.

Rechazar los mensajes políticos pragmáticos y cortoplacistas, y recuperar la dimensión ideológica de la política, especialmente el debate sobre la igualdad y la redistribución. Creo que la gestión de la desigualdad social, económica y territorial es el reto político más acuciante de nuestras democracias. Para ello, es imprescindible recuperar también la dimensión ética de la misma.

Armando Fernández Steinko

La conformación de un bloque social lo suficientemente poderoso como para poder forzar la segunda salida. Tal y como hoy está el sistema institucional –propiedad privada de los medios de comunicación, Estados en manos de las oligarquías financieras, sistema institucional cada vez más parecido al turnismo de los años de la Restauración española, incluida una especie de “refeudalización”, es decir, de un aumento de los poderes locales cada vez más fuera de la ley– no veo mucho margen de maniobra político excepto el recurso a la ciudadanía.

Esto es, sólo es posible crear una nueva correlación social por medio de un proceso de empoderamiento de sectores amplios de la población. Entiendo por “empoderamiento” su capacidad de organizarse y de articularse de tal forma que puedan poner en la balanza de la negociación con los poderes tácticos su principal argumento material: su número, es decir, su carácter mayoritario.

Para eso hay que encontrar formas flexibles y abiertas de participación y coordinación ciudadana como la que estamos intentando poner en marcha con las “mesas de convergencia ciudadana”.

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