Él escribe:

“Una lenta humildad penetra dentro del cuarto

Que habita en mí en la palma del reposo.”

Para usar el onirismo de dicha imagen, debemos situarnos primero sin duda” en la palma del reposo”, es decir, recogerse sobre uno mismo, condensarse en el reposo que es el bien que, sin esfuerzo “se tiene en la mano”.

Entonces la gran fuerza de humildad sencilla que está en la habitación silenciosa se derrama en nosotros mismos.

La intimidad del cuarto pasa a ser nuestra intimidad, y correlativamente el espacio íntimo se ha vuelto tranquilo, tan simple que en él se localiza, se centraliza toda la tranquilidad de la habitación.

El cuarto es, en profundidad nuestro cuarto, está en nosotros.

Ya no lo vemos.

Ya no nos limita, porque estamos en el fondo mismo de su reposo. En otra página, más enigmática aun, pero suficientemente clara para quien se vuelve sensible a las inversiones topoanalíticas de las imágenes,

Tristan Tzara escribe:

“El mercado del sol ha entrado en el cuarto

Y el cuarto en la cabeza zumbadora”

Para aceptar la imagen, hay que oír la imagen, vivir este extraño rumor del sol que entra en un cuarto en que se está solo, porque, es un hecho, el primer rayo golpea fuertemente las paredes.

Esos ruidos, sin duda, los oirá también-más allá del hecho- el que sabe que cada rayo del sol acarrea abejas. Entonces todo zumba y la cabeza es una colmena de los sonidos del sol.

La imagen de Tzara estaba, en un principio, sobrecargada de surrealismo.

Pero si se la sobrecarga todavía más, si se aumenta su carga de imagen, si, bien entendida la cuestión, se superan las barreras de la crítica, de toda crítica, entonces, entonces entra verdaderamente en la acción surrealista de una imagen verdadera.

Si lo extremo de la imagen se revela así, activo, comunicable, es que el punto de partida era bueno: la habitación soleada zumba dentro de la cabeza del soñador.

También se puede ver desde otro punto de vista, es decir, tomar la imagen tal como es: el poeta la crea y trata de hacerla propia, de nutrirse con ese raro fruto; lleva la imagen hasta la frontera misma de lo que puede imaginar.

Una vez tocada por la gracia de la imaginación, la experimentamos ante las imágenes más sencillas por las que el mundo exterior viene a dar al hueco de nuestro ser, espacios virtuales bien coloreados. Así es la imagen por la que Pierre-Jean Jouve constituye su ser secreto. Lo sitúa en la celda íntima.

“La celda de mí mismo llena de sorpresa.

El muro pintado con cal de mi secreto”

La estancia donde el poeta tiene este ensueño no está probablemente “pintada con cal”. Pero la habitación donde se escribe, tan tranquila unas veces y otras no tanto, merece también su nombre de “cuarto solitario”.

Se lo habita por la gracia de la imagen, como se habita una imagen que está en la”imaginación”.

 

Jaime Kozak es miembro de la Academia Norteamericana de Literatura Moderna Internacional, Capítulo Reino de España.