“El nivel de los alumnos españoles” no debe medirse en acumular conocimientos o adaptarse bien a las exigencias de la sociedad actual sino, precisamente, en saber comportarse, en disentir, en expresar sus opiniones, en actuar en virtud de sus propias reflexiones. No por saber más “matemáticas y ciencias” o tener una rápida “comprensión lectora” y “habilidades prácticas” sino más y mejor educación. Ser educado, según la UNESCO, es ser “libre y responsable”. ¿Por qué darle tanta importancia a los informes de la OCD, una organización especializada en economía que agrupa a los países más ricos de la Tierra? ¿Por qué no inspirarse en D. Francisco Giner de los Ríos (“Educación es dirigir con sentido la propia vida”) , Paulo Freire, José Blatt Gimeno, Jean Piaget… por no citar más que a algunos de los más prominentes pedagogos? ¿Por qué no escuchan a los docentes que, en su mayoría, tienen la experiencia de muchos años de educación “genuina”? Quizá los alumnos españoles no saben desenvolverse bien en “programar el aire acondicionado o sacar un billete de transporte combinado” (¡)… pero sí son los mejores, o están en las primeras filas, en ser responsables, generosos, imaginativos, en saber compartir, en ser ellos mismos y no “diseñados” por quienes les quieren sumisos y adaptados a un modelo de sociedad determinado.
“Hace falta un cambio radical en las metodologías de la enseñanza”, se dice en el editorial. Lo que hace falta son los conceptos, los grandes principios, los referentes éticos. “Aprender a conocer, a hacer, a ser, a vivir juntos”, establece el Informe sobre “Educación en el siglo XXI” que encargué al Presidente Jacques Delors en 1992, como Presidente de una Comisión integrada por docentes de todo el mundo. Y añadí: “Aprender a emprender”. No se trata, sobre todo ahora, de disponer de eruditos y técnicos, sino de ciudadanos conscientes, comprometidos, solidarios.
Puestos a buscar fuentes de orientación educativa, ¿por qué no se leen la “Carta de la Tierra”? ¿Cómo se atreven a decir que España se halla hoy con un profesorado “diezmado, desanimado y sin posibilidades de reciclaje”? Se halla perplejo, indignado ante una ley retrógrada, dispuesto a demostrar su capacidad… si los padres (las madres cumplen mejor), la sociedad en general y los medios de comunicación comprenden de una vez que la educación no depende sólo de las escuelas.
Lo que importa es el talento y no la uniformización y el pensamiento único. En el editorial que comento se concluye –muy acertadamente en este caso- que “es urgente un planteamiento pedagógico mucho más orientado a desarrollar capacidades y habilidades creativas”… Cada ser humano único capaz de crear: ésta es la gran esperanza para que la humanidad tome en sus manos las riendas del destino común.
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