Ambos dirigentes socialistas dicen sentirse muy vinculados a la tierra de sus ancestros, pero también a la que les acogió, educó y confió en ellos. El mejor piropo para Manuel Valls  lo hacia una de sus adversarias políticas: “Manuel Valls es un hombre peligroso, que no tiene el menor respeto por las libertades individuales de los franceses”, dijo  el pasado lunes Marine Le Pen, la líder del Frente Nacional, el partido xenófobo y ultra derechista de Francia. Si esto lo dice Marine es toda una garantía de que Valls es un hombre con ideas progresistas. Todo lo contrario que el  Frente Nacional, representante de la Francia retrógrada y vichysta.

Cuando Valls habla de su nacimiento dice, refiriéndose a Barcelona: “Eran las vacaciones, y mis padres, que vivían en Francia, quisieron que su hijo mayor naciera allí”. Por su parte Anne afirma: “Pertenezco tanto a España como a Francia. Ambos países tienen grandes cualidades”. En resumen, dos franceses que no olvidan sus orígenes españoles y republicanos.

Hoy se vuelve a repetir la historia, no por razones políticas, como hicieran los ancestros de Anne y de Manuel, pero sí por las económicas, como los protagonistas de aquella interesante, verídica e ilustrativa película de Carlos Iglesias, Un franco, catorce pesetas.

Hoy, nuestros jóvenes se marchan porque el gobierno no sabe solucionar sus necesidades de trabajo y porque pretende alargar la vida laboral de sus padres, incluso de sus abuelos, mientras ellos, formados, preparados y cargados de potencial tienen que coger las maletas y buscarse la vida o mal vivir a costa de la familia.

Por eso no es de extrañar que muchos no regresen jamás. Tal vez de vacaciones o con la intención de que su primogénito nazca en el país que amaron y que no obstante, fue incapaz de solucionar sus existencias. No se extrañen que algún hijo o hija de esta nueva diáspora llegue a la cancillería alemana y diga cuando le entrevisten que tienen muy presente a España, que les gusta venir de vacaciones, comer paella y subir al Tibidabo, pero que su verdadera patria está donde a sus padres les dieron un futuro.

Al final somos eso, un lugar de raíces, de referencias, de banderas republicanas guardadas en un baúl; de recuerdos. Una piel de toro, mancillada por caudillos de poca estatura moral y física, refugio de financieros sinvergüenzas, folclóricas chillonas, toreros desgraciados y conservadores arcaicos e incompetentes. La España de  charanga y pandereta que dijo Machado. Mientras tanto, el mundo se hace con nuestros jóvenes, les da trabajo e ilusiones. Me alegro por ellos.