Hay algo que todas las tonterías que vemos a nuestro alrededor nunca podrán cambiar, y es el derecho a la opinión y al juicio, en todos sus sentidos.

Por eso respeto las ponencias y las acciones de los demás, incluso cuando no estoy de acuerdo. Siempre que no lesionen las libertades tanto individuales como colectivas. Ahí me tendrán enfrente.

Sin embargo, día tras día, sobretodo en estas fechas de convulsión social, aparecen noticias, opiniones y hechos que me hacen sentir cierta indignación, pero que en cuanto profundizo en ellas, y sin dejar de exasperarme, me dejan sólo un íntimo sentimiento de pena.

No es que me den pena sus actores ni sus actos, me da tristeza pensar en los impulsos que les han movido a dar el espectáculo de ridículo y que exigen una expiación. Esos escenarios grotescos se dan tanto en cosas importantes como en cosas nimias.

Encabeza el ranking la estupidez las declaraciones de Pablo Casado de que, el todavía presidente Sánchez, quiere vender España a plazos y lo dice el presidente del partido con más imputados por corrupción. Le sigue el reciente artículo de Eduardo Inda titulado: Los enemigos de España vienen a por nosotros, en el que asegura que hay una teoría de la conspiración de muy amplio espectro que pretende asesinarle civilmente. Su fijación son varios periódicos de la competencia confabulados para destronarle. Asegura que muchas de sus tribulaciones se deben a los golpistas catalanes y a Podemos. A lo largo del artículo se queja amargamente, buscando el sollozo y la pena, porque sus enemigos utilizan sus supuestas propias armas de descrédito y manipulación.

Otro de los penados que levantan este sentimiento es el presentador televisivo Carlos Sobera, un triunfador que no duda en utilizar su figura mediática para publicitar de forma indecente la ludopatía. Juega, juega, juega; pierde, pierde, pierde, grita desde los televisores a los espectadores como un loco, tratando de convencen a las masas.

Otro ejemplo triste, pero no extraño, es el del Diario Marca. Este domingo el jugador del Barcelona, Lionel Messi, lanzó una falta que se colaba irremediablemente y que un defensa del Espanyol trató de desviar con la cabeza sin conseguir su propósito. Gol, que todo el mundo adjudica al argentino, pero que Marca, el miembro español de la European Sports Media, que otorga el galardón al máximo goleador de las grandes Ligas, no lo concede sólo por bilis y por rabia. De pena.

Como ven he querido exponer cuatro ejemplos muy dispares para que se entienda en qué momento estamos. Desde Inda y sus obsesiones, hasta el Marca y las suyas, pasando por la memez de Carlos Sobera y la inmoral campaña del candidato popular. No voy a discutir las razones del periodista y del periódico deportivo, tampoco voy a considerar el estado financiero o avaricioso del tal Sobera o los intereses de volver al poder del PP, como he dicho al principio respeto mucho las opiniones y tengo una elegante tolerancia a la posible falta de ética de los demás. Pero no puedo evitar un sentimiento propio e intransferible de pena. Es decir, me dan lástima.

Podría decirles desde estas líneas que no voten al Partido Popular, que no lean OK Diario ni el Marca y que no vean los programas televisivos de Soberas, pero esto sería forzar su libre decisión y caer en el mismo error. Son ustedes los que deben decidir sobre ello; yo me limito a opinar. Sólo les pido que, por un momento, imaginen al lenguaraz Casado, al compungido Inda o al mediático Soberas, haciendo esfuerzos de estreñidos en el wáter, mientras alcanzan una página de Marca para limpiar sus cuartos traseros. De risa.