Por Uruguay estamos en campaña electoral. Primero una interna, donde cada partido político elige su candidato a presidente y luego, por noviembre, la presidencial.

Lo atípico de esta campaña radica en cómo las redes sociales son las que están marcando las preferencias. Es una movida que ha impactado en varios países desde hace un tiempo, y que refleja la notoria desaparición del anonimato.

A través de las redes sociales nos conocen en cuerpo y alma. Nos estereotipan, determinan nuestros gustos, aficiones, tendencias. Y la gran pregunta es: ¿esto es bueno o malo? Por otro lado, nadie nos obliga a estar ahí y dejar reflejado nuestro vivir en ellas, nuestras opiniones. Pero, consciente o inconscientemente abdicamos. Parece que si no estamos en alguna de ellas, estamos solos, vacíos…no somos nadie.

Sin duda que los políticos encontraron campo fértil, y apuntaron las baterías hacia las redes, siendo uno de los motivos bajar los costos de las campañas. ¿Para qué pagar por un lugar físico donde cabildear, si se puede hacer a través de un video, un post, etc y ver las respuestas y los “me gusta” instantáneamente?  Claro que, para mi entender, esto lo aleja de la mirada del votante, el gesto, la presencia. Lo aleja de realidades. Pero, por otro lado, es lo que a la gente le gusta, al menos a la mayoría. Si vas a un acto político, la gente está con sus móviles, sacando fotos, videos, posteando, y no sé hasta donde escuchando realmente lo que se dice.

Uruguay es un país muy chiquito, pero tenemos políticos como si fuéramos millones! Hay para todos los gustos políticos. El Estado ocupa laboralmente 1 de cada 5 habitantes, y esto en un total de 3 millones y medio de personas. Si uno mira los números, evidentemente es importante para muchos que la política continúe así como esta, ya que de esos 4 habitantes que restan, 2 son familiares del que es estatal y con grandes probabilidades de que sea adulto mayor, 1 sea menor y nos queda 1 neutral.

Neutral, implica que tiene un trabajo privado, que mantiene su hogar a costa de ese trabajo, que cumple con sus obligaciones de ciudadano. Este posible neutral es el que realmente votaría por un partido que esté afín con sus ideales o quizás le interese más que la plataforma política se reduzca, y pasemos a ser un estado con buenos administrativos y organismos que protejan al ciudadano.  Yo me considero neutral. Me parece una locura que tengamos 129 miembros en el parlamento, cientos de ediles, intendentes, ministros, y toda esta plataforma con sus correspondientes grupos. ¿No es demasiado? Comparando población y superficie, somos un barrio de San Pablo, Brasil.

Y así, con todo este grupo enorme de gente trabajando para un país, no podemos controlar la seguridad, lograr educación en calidad, mejoras en la salud para todos, y ni hablar de puestos de trabajo y salarios dignos.

Fuera de nuestras fronteras existe la misma sensación, cambian las tendencias políticas, y no hay avances. Es muy desesperanzador, al menos a mí no me motiva votar a nadie. Y si lo hago, ya que aquí es obligatorio, elijo el que menos me disgusta. Es lamentable ya que debería ser lo contrario. Debería ser un año de revisión, de ajustes, de embarcarnos en nuevos desafíos y no de recriminaciones por lo no hecho, de seguir escuchando a la gente reclamar lo mismo desde hace décadas.

Cuando vea la existencia de un programa de gobierno que incluya cambios drásticos en la estructura estatal y proyectos eficientes, puede que empiece a confiar, aunque no deja de ser una idea utópica.

Mientras tanto, mechamos los “me gusta”, el videochat y la selfie con el candidato, comiendo fideos, tapados con una frazada bajo un techo de chapa y esperando que ese candidato nos saque de la miseria después que lo vote.

Me gustaría que se hiciese un algoritmo que nos indique cual es el mejor camino a seguir, y que se pueda realizar, pero sigo siendo utópica.

Quizás lo que resta es tratar de continuar cada uno lo mejor posible, siendo mejor persona cada día y solidarizándonos con lo que nos rodea. Quizás a la larga, si nos esforzamos, se contagia y somos mayoría.