Además insiste en que el mayor obstáculo a salvar para no dejar que el Plantea caiga en la extinción total, no es la tecnología sino la política.

Hace ya más de 20 años que las emisiones de CO2 a la atmósfera llegaron a un nivel muy crítico ya que el noventa por ciento del consumo de energía mundial se extrae de recursos fósiles. Para Hansen esto es sin duda un negocio enorme y sus intereses han infiltrado al Gobierno y al Congreso de los EEUU, hasta tal punto en el que se han alistado nuevos políticos, cuya única función es decir, a viva voz, que la gravedad del problema no es para tanto.

Hansen opina que ni aunque nos marcáramos las metas más exigentes, para luchar contra el cambio climático, nuestras acciones no serían suficientes. El objetivo que se marcó en su momento por la Unión Europea para la reducción de emisiones de efecto invernadero, 550 partes por millón, es absolutamente inútil, pues haría falta que la cifra se rebajara hasta 350 partes por millón para poder empezar a hablar de salvación.

Si seguimos así la temperatura de la Tierra ascenderá 6 grados y nos los 3 grados que están previstos, en caso de llegar a esa temperatura nos quedaremos sin hielo y el nivel del mar subirá 75 metros, un autentico desastre mundial.

Los cálculos ridículos en los que hoy nos movemos son producto de una economía política basada en las necesidades de las grandes potencias y son ellas precisamente las que, de adoptar medidas más drásticas, podrían salvar el Planeta.

Desde el año pasado Hansen publicó un artículo con el titulo “Remenber this: 350 parts per million” (Recuerda esto: 350 partes por millón) en el que explicaba que el límite de emisiones de CO2 “seguras” para el Planeta era sólo de 350 partes por millón. Hansen y ocho científicos más, explican en el reciente estudio, que las emisiones generadas por el consumo de combustibles fósiles y las que se utilizan en silvicultura y el suelo, deberían de ser erradicas en su totalidad. Consideran que la labor es ardua pero no imposible, curiosamente Hansen compara la labor con el mágnifico esfuerzo de recuperación que se realizó tras la Segunda Guerra Mundial.

Textualmente se recoge en el resumen del informe: “Si la humanidad quiere preservar un planeta similar a aquel en que la civilización se desarrolló, las evidencias paleoclimáticas y el cambio climático en curso sugieren que el CO2 debe ser reducido de los actuales 385 ppm a un máximo de 350 ppm”

En las conclusiones se afirma: “Continuar con el crecimiento de la emisiones solo otra década, prácticamente elimina la posibilidad del retorno, a corto plazo, a la composición de la atmósfera sin sobrepasar los limites de efectos catastróficos”

Las evidencias de las que hace alarde el estudio realizado por Hansen, tienen su origen en la paleoclimatología, ciencia que estudia la evolución del clima en el Planeta y la relación que tiene con los gases de efecto invernadero.

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Las expectativas que nos depara el informe son mucho más desalentadoras que todas las que nos ha mostrado hasta ahora el panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), el futuro es devastador:

Si no llegamos a nuevos acuerdos en la reducción de emisiones, se prevé que aumenten en un 50% hasta el 2050, con el consiguiente aumento de la temperatura de la Tierra por encima de los 2,4º y más de 4-6º para finales del siglo XXI, obteniendo a cambio sequías y olas de calor exterminantes, así cómo tormentas e inundaciones descomunales que destruirán toda la infraestructura básica de la agricultura.

Si no existen nuevas políticas y nuevos acuerdos, la extinción de plantas y animales pasará a tener una velocidad imparable por la presión de la expansión de la agricultura, la urbanización y el cambio climático. Los ecosistemas esenciales se deteriorarán hasta morir a causa de la desaparición de la biodiversidad, desapareciendo con ellos las base para la agroindustria y la farmacia entre otros.

Si somos incapaces de llegar a acuerdos políticos destacados y solidarios con la humanidad y no con la economía capitalista, casi cuatro millones de personas sufrirán escasez de agua perpetua, la cual aumentará aún más por la contaminación que sufrirán las reservas hídricas ya que es la propia agricultura el mayor usuario de agua y a su vez el mayor contaminante de la misma.

Si realmente no llegamos a ser concientes de dicha gravedad, la salud de la humanidad se verá notablemente agravada por la contaminación del aire y del agua. Se calcula que en el 2030 se cuadriplicarán las muertes prematuras por el ozono troposférico. La esperanza de vida se reducirá para más de tres millones de personas, pues morirán antes de tiempo por la constante respiración de micropartículas y por la continua exposición a productos químicos expuestos en el medio ambiente.

Queridos lectores, si somos incapaces de preservar lo que nos sustenta, ¿que seremos capaces de hacer?