Esta puede ser también nuestra definición de futuro económico y de desarrollo para todos los que integramos la comunidad Iberoamericana.

No vamos aquí a entrar en discusiones sobre las diferencias filológicas, interpretativas o fonéticas entre lengua e idioma, ya que no es el objeto de este informe. Aunque ambos vocablos pueden considerarse sinónimos, para evitar equívocos definiremos, subjetivamente, lengua, como vehículo o sistema de expresión verbal propio de un pueblo o de un grupo de pueblos y que tiene mucho que ver con su idiosincrasia y cultura. Por otro lado, definiremos idioma como la forma común de comunicarse entre varias naciones y que tienen mucho que ver con sus relaciones humanas, comerciales y sociales.

En palabras de la directora del Instituto Cervantes, Carmen Caffarel, “el español es un idioma de futuro y no peligra en absoluto”, y por este motivo pide que se tenga “muy claro que el idioma es el mejor patrimonio de España”, tanto a nivel cultural como económico.

Hoy, el número de hablantes nativos del castellano se acerca a los 400 millones. Si añadimos a esta cifra los hablantes con competencia limitada (extranjeros residentes, hablantes de español como segunda lengua) y los aprendices de español como lengua extranjera, el total se eleva a 438 millones, cifra avalada por el Instituto Cervantes, lo que supone un 5 % de la población mundial.

El mayor competidor idiomático frente al español es el omnipresente idioma inglés basado en la lengua de William Shakespeare y convertido en modelo de comunicación entre comunidades de todo el mundo. Sin embargo, este auge del idioma dominante, impulsado preferentemente por su oficialidad en los EEUU, no impide el crecimiento del español. Precisamente, unos 45 millones de ciudadanos norteamericanos hablan español en Estados Unidos; tampoco el spanglish representa un serio peligro, ya que no es más que el inglés que hablan los hispanos cuando llegan a Estados Unidos. En palabras de Gregorio Salvador, de resultar peligroso, lo sería para el inglés. Lo más espectacular es que en el 2050 el guarismo de hispanohablantes en la nación de la bandera de las barras y estrellas alcanzará los 100 millones y pasará de ser el tercer país de habla española – hoy es el quinto – al primero en el ranking, dejando segundo a México y pasando entonces España al tercer lugar.

El español está consolidado como la tercera lengua más hablada del mundo, después del chino y del inglés. Además, el número de hispanohablantes ha crecido un 9,8 % en los últimos ocho años, lo que significa que es la segunda lengua de las seis oficiales de las Naciones Unidas con más auge, sólo por detrás del árabe. Actualmente el idioma español es estudiado en casi todas las universidades del mundo, o al menos en las de más prestigio de cada país. Pero, el futuro del español no dependerá del número de hablantes, sino de su uso como lengua internacional y ahí es donde entra el desarrollo económico y sociopolítico merced al idioma.

Los poderes lingüísticos universales como los que en la actualidad representan el inglés, el francés o el español están basados en una búsqueda de objetivos económicos, más que en la voluntad de imponer un lenguaje común a los pueblos.

Si extrapolamos el mapa geopolítico a la influencia de los idiomas dominantes y con mayor proyección, podemos dividir al planeta en cuatro futuribles grandes áreas. La primera la ocuparía el chino, pese al japonés y al ruso; la segunda al inglés en detrimento del francés y del alemán; la tercera al español, recuperando, lingüísticamente hablando, un papel preponderante y la cuarta al árabe, a pesar del hindú que podría ser hablado por más gentes pero con menor influencia económica y política. Esta división puede tener sus defensores y sus detractores pero la tendencia es clara.

En el año 2030 y según el Británica World Data, el 7,5 por ciento de la población mundial podrá comunicarse en español; en la lengua de Moliere sólo el 1,4 por ciento, en la de Tostoi el 2,2 por ciento, en cambio con el árabe se entenderán el 4,6 de la humanidad, relegando al japonés (1,4 por ciento) o al alemán (1,2 por ciento). Como GLM (grupo de lengua materna), el español sólo será superado por el chino.

Lo importante de todo esto es que la división idiomática puede ser coincidente con una segmentación geopolítica y económica, puesto que la cultural – y eso es bueno – estará fragmentada en regiones de raíces comunes con lenguas propias y filosofías coincidentes. Si eso lleva camino de ser así, el llamado bloque Iberoamericano tiene en el español su mejor exponente.

En un artículo publicado en la revista Time hace ya unos años, Ronald Buchanan titulaba: «language is money». No se refería esta vez, el admirado Ronald, al comercial lenguaje inglés; esta vez, el articulista ensalzaba al español como idioma ventajoso ante las perspectivas comerciales de Hispanoamérica, Brasil y los propios Estados Unidos.

Las consecuencias económicas pueden ser importantísimas. Un ejemplo: en 1992 las industrias culturales asociadas al idioma español supusieron el 3 por ciento del PIB español. La tendencia se fue incrementando y entre los años 1995 y 2004 el porcentaje del PIB vinculado al idioma ha pasado en España del 14,2 por ciento y de éste, al 15 por ciento actual. Los sectores de servicios, publicidad, edición, administración, transportes y comunicaciones, son las que más han aportado a este crecimiento.

No obstante, las cifras de España no son comparables, hoy, a otros países. Por ejemplo, Estados Unidos, triplica las ganancias peninsulares asociadas a la valoración económica de la lengua, aportando más de trescientos mil millones de dólares.

La población de habla hispana en América es 6 veces la de España, por tanto el volumen de negocio generado a través del idioma es muy superior – o debería serlo – al de la Península con tan solo 48 millones de habitantes. Y decimos que debería serlo porque si no explota la comunidad Iberoamericana – cuyo crecimiento de un 7% anual, sólo es superado por Asia – sus herramientas económicas, lo hará el poderoso vecino del Norte.


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En un reciente estudio de la Fundación Telefónica llamado ‘Atlas del español’, se destaca la fortaleza demográfica del español como segunda lengua de comunicación internacional. Proyectemos lo que esto significa en volumen de negocio y hagamos nuestro el paradigma petrolífero tocante al idioma. Los estudios al respecto de la Fundación Telefónica, que ya lleva tres años en el empeño y de los cuales se han presentados dos de una serie de diez, servirán para definir la contribución del español al desarrollo económico. Bajo el título de “Economía del español” se han desarrollado una introducción al proyecto y un Atlas de la lengua española en el mundo. En palabras de Javier Nadal, vicepresidente ejecutivo de la Fundación Telefónica, “gran parte de la fortaleza de nuestra compañía se debe a la fortaleza del español y a que en América Latina nos encontramos con una base cultural abonada para que pudiéramos crecer”.

El estudio destaca como una de las ventajas económicas que representa un lenguaje común, el hecho de que se multiplique por casi 2,5 la cuota de los emigrantes que llegan a España con el idioma español como lengua materna, lo que es otra prerrogativa socio -económica, porque supone una mejor integración y un coste inferior en formación y relación social lo que aminora los gastos que todo ello conlleva y que pagamos cada uno de los españoles, vía impuestos.

Este auge general apuntado en el estudio de Fundación Telefónica, viene refrendado por el crecimiento mundial de la demanda de aprendizaje del español. Un ejemplo especial es el de Brasil, donde el incremento de ejecutivos y estudiantes que eligen el castellano como segunda lengua es espectacular. La respuesta a este fenómeno esta basada en dos hechos de notable importancia en la vida económica, social y cultural del país, a saber: la creación de Mercosur, el mercado común de los países del sur de América, en 1991; la aparición de grandes empresas de origen español y de estrechos lazos comerciales con España, sobre todo a partir de 1996. Es decir, la apuesta inequívoca del gigante suramericano por el valor añadido que le puede proporcionar autoincluirse en el área geopolítica Iberoamericana que apuntábamos; si tenemos en cuenta que la población brasileña se acerca hoy a los 190 millones de habitantes y en el 2050 llegará a los 260 millones, la participación brasileña en este “reparto” económico es fundamental.

Hasta aquí hemos expuesto los puntos fuertes de esa alianza geopolítica con el español, pero todo proyecto tiene sus dificultades a vencer.

La primera es la voluntad de los gobiernos y de los ciudadanos de esta deseada área para ver las bondades y beneficios de comprometerse en su integración. Lo esencial es sacudirse algún que otro complejo de inferioridad, el español no perturba ni margina a ninguna lengua, es más, las debe proteger. Más de 100 lenguas, ricas en cultura en historia o en literatura están presentes en lo que insistimos en llamar el Área Iberoamericana y más de 2000 dialectos– hay regiones con más de 300 – conviven dentro de ella, a todos y a todas se les debe salvaguardar y fomentar porque representan las raíces de sabidurías y filosofías que no deben morir.

La segunda – y aunque parezca banal -, es la presencia del idioma en Internet. El baremo más optimista respecto al español, que cuantifica a los usuarios de las distintas lenguas del mundo en la Red y la utilización de los idiomas, nos indica que 380 millones – algo más del 30% de los internautas – viajan por el espacio cibernético en inglés; cerca de 185 millones utiliza el chino, representando un 14,7% y el español con 113,5 millones y una representación de algo más del 9% queda en un tercer lugar, seguido del japonés con cerca del 7%, representando a 87,5 millones de usuarios. Según esos datos tan sólo el 4,6% de las páginas de Inrternet están escritas en español frente a un 45% en inglés.

Sin embargo, en una reciente estadística de Funredes se apuntaba que sólo el 3,8 por ciento de las webs que hay en la red corresponde a páginas escritas en español y otorgaba al francés un 4,41%, y al alemán cerca del 6% , manteniendo el inglés su predominante 45%. Si tenemos en cuenta que el francés es el idioma de 130 millones de personas y el alemán apenas llega a 100, nos daremos perfecta cuenta de que Internet es el primer asalto para consolidar la fortaleza del español. Los motivos son diversos, pero el principal y de posible solución sería un eficaz buscador propiamente en español, frente a los sajones Yahoo o Google y el apoyo a una Biblioteca Iberoamericana en la red. Sin una posición de fuerza en el mundo de la navegación cibernética las proyecciones culturales y económicas – y con ellas las de negocio – quedan seriamente mermadas.

La tercera dificultad es el relativo peso económico que tienen hoy en el mundo las naciones que forman el bloque Iberoamericano. Elevar este nivel, exige el apoyo de todos para con todos los que integran esta futura área geopolítica. La presencia de muchas empresas y entidades financieras españolas en la América Latina, el desarrollo de Mercasur o el apoyo de las naciones americanas a sus hermanas menos favorecidas, son los pasos necesarios que deben tener continuidad y fuerza, pero sobre todo, imaginación y visión de futuro.

Por supuesto que existen muchas otras dificultades, enumerarlas sería objeto de un estudio más profundo. Hemos querido contarles un sueño, un sueño con muchas posibilidades pero que precisa el esfuerzo y el atrevimiento de todos. Hay un refrán en español que dice: “Querer es poder”, en todas sus acepciones.