Su obra ha obtenido diversos galardones literarios y ha sido traducida a un buen número de idiomas, contando en su haber con más de 20 títulos publicados.

Miguel Esteban Torreblanca- ¿Puede explicarnos el título de tu último poemario y la esencia del libro?

Basilio Rodríguez Cañada- El último poemario que he publicado lleva por título Cuaderno mediterráneo. Historias, mitos y leyendas. Es una obra que reescribe poéticamente una serie de mitos grecolatinos que forman parte esencial de nuestra cultura occidental, representando una serie de valores fundamentales y recreando temas recurrentes en la literatura: la búsqueda de la belleza, el viaje, el proceso creativo, la permanencia del legado artístico y cultural, la lucha contra la injusticia…

Las historias se articulan en torno a unos personajes literarios muy conocidos: la reina Elisa Dido, Pigmalión y Galatea, Alejandro Magno y Ulises, entre otros, con un largo poema introductorio en tono reflexivo, que aborda y desarrolla aspectos íntimos y complejos del ser humano.

P- ¿Qué le da la poesía frente a la narrativa?

R- Aunque no creo en una clasificación de géneros literarios excluyentes, ya que es habitual encontrar fusión y mestizaje entre géneros (prosa poética, poesía metafísica, ensayo ficcional, poesía narrativa, novela histórica, etc.), la poesía es un género más reflexivo e introspectivo, intenta describir sentimientos, vivencias y emociones, experiencias afectivas y vitales que configuran nuestra más íntima naturaleza.

Aunque los creadores siempre trabajamos con el binomio ficción y realidad (la imaginación y la memoria), en la poesía proyectamos nuestra realidad para convertirla en literatura o, dicho de otro modo, poetizamos la vida para crear nuestro propio personaje literario. Y, una vez elaborada nuestra creación, procuramos distanciarnos del personaje creado, intentando que los demás también se vean proyectados en él, para que, de esta manera, pase a formar parte del imaginario colectivo, y la obra creada con nuestro particular marchamo personal se transforma así en experiencia vital y sensitiva de los lectores, lo que, desde mi punto de vista, es algo más complejo de lograr con la narrativa que con la poesía.

P- ¿La poesía es hija de la inspiración o del trabajo?

R- La poesía o cualquier otra manifestación artística es fruto del trabajo. Pablo Picasso acuñó una frase que se ha hecho muy célebre: “Si las musas llegan, que te pillen trabajando”. La inspiración no suele surgir de repente sino que requiere un duro trabajo previo que nos permitirá “cincelar” una obra especial y singular.

La creación literaria (y por tanto la poesía) es una manifestación del espíritu y vida humana, y como digo en uno de mis poemas: “La vida es sacrificio, sufrimiento / y lucha. Oficio de gladiadores”. Así pues, “parimos” nuestras creaciones con esfuerzo, sudor, dolor y derramando sangre (de manera simbólica, claro está).

P- ¿Qué concepción tiene de la poesía?

R- Concibo la poesía como un lenguaje superior, casi divino, que nos interpela sobre nuestras acciones o deseos más ocultos y nos ayuda a mostrar el alma de las cosas. La poesía es un hermoso canto a lo indecible.

La poesía es, en definitiva, un sedoso y transparente velo con el que envolvemos todo aquello que percibe el corazón del poeta. Y el poeta es un cantor que glosa y comparte lo más sublime y elevado que su corazón siente.

P- ¿Qué consejo daría a los jóvenes poetas que están empezando?

R- Que lean mucho. Que lean siempre. Que antes de escribir aprendan a disfrutar con la lectura y se empapen con el contenido de los libros que leen. Ya lo decía Borges: “Que otros se enorgullezcan por lo que han escrito, yo me enorgullezco por lo que he leído”.

Y que no se preocupen si sus primeros versos son ripiosos o recuerdan los textos de grandes poetas que nos han hecho amar la poesía. La escritura es cuestión de oficio y el oficio se aprende de los maestros.

Después tendremos tiempo, y quizá habilidad, para moldear nuestro propio estilo, nuestra voz propia.

P- Ha logrado numerosos premios literarios. ¿Cree que esos poemas que le consagraron ganador fueron sus mejores poemas?

R- A través de los premios se logra muchas veces una mayor transcendencia y difusión. Que los jurados de diferentes galardones literarios hayan considerado oportuno destacar alguna de mis obras es algo que me gratifica y que agradezco, pero el jurado más exigente con la propia obra es uno mismo. Suelo pulir y reescribir muchos de mis poemas en las nuevas ediciones o versiones.

Confieso que hay unas serie de poemas con los que me siento mucho más identificado como creador y como individuo, pero cada lector tiene el patrimonio de su libre albedrío para decantarse por los que considere mejores o más adecuados a sus circunstancias.

P. Pessoa decía que “la vida no basta, por eso existe la literatura”. Para usted ¿escribir es una necesidad; y cómo justifica los largos periodos de silencio?

R- En la vida de cualquiera de nosotros podemos encontrar diversas vidas, al igual que cualquier persona puede encerrar múltiples personajes. Me parece que la vida es más hermosa si la vivimos plenamente y, si además, la transformamos en una experiencia artística compartida (en poema, letra de canción o en un bello cuadro), pues se convierte en una experiencia vital más humana y gratificante. Si uno solo de nuestros versos posibilita a otra persona ser o sentirse mejor o más comprendido, habremos justificado sobradamente nuestra vocación literaria y el trabajo desarrollado para elaborar nuestra obra.

Que en ciertos periodos no se publiquen obras nuevas no quiere decir que no se escriban. Todo debe hacerse en el momento adecuado y preciso. Las prisas no son buenas consejeras para el creador. No conviene forzar nada.

P- ¿Cómo es su propio proceso a la hora de escribir poesía?

R- No tengo un lugar o momento específico para escribir poesía. Suelo hacerlo en espacios tan diversos y distintos como aeropuertos, estaciones, salas o espacios de lectura, museos, iglesias, bibliotecas, cafés, lugares concurridos o de recogimiento.

Y el poema suele comenzar a gestarse con un recuerdo, una vivencia o un sentimiento que me ha dejado huella. A partir de ahí fluyen solos algunos versos y otros tengo que “buscarlos” con ahínco.

Cada poema te exige una  extensión, estructura y tono diferentes. Y cuando tienes el convencimiento de que has dicho lo que querías, podías o debías decir, el poema está terminado. Lo dejo “macerar” un tiempo en un viejo cuaderno de notas y vuelvo sobre el mismo cuando me planteo “fijar” el texto para ser compartido o publicado.

P- ¿Qué poetas son sus referentes y autores de cabecera?

R- Tengo un texto titulado “Poesía y vida. A modo de poética” que publiqué como pórtico en mi libro Sobre la piel del amor. En dicho trabajo hago un repaso de aquellos poetas que me influyeron de manera determinante. Quizá lo mejor sería responder con unos párrafos del mismo:

“La adolescencia me obsequió con la poesía. Lecturas obligadas me hicieron descubrir a Bécquer, Rubén Darío, Antonio Machado, Juan Ramón, Lorca, Alberti, Neruda, Miguel Hernández y tantos otros.  Estos autores me surtían de nueva materia existencial, de renovados sueños.

El primer poemario que adquirí por gusto en la Cuesta de Moyano llevaba por título Poemas de la consumación. Aún lo conservo, desencuadernado y con las hojas oscurecidas por el tiempo, pero con el mismo poder de seducción que antaño:

La  memoria de un hombre está en sus besos./ Pero nunca es verdad memoria extinta./ Contar la vida por los besos dados/ no es alegre. Pero más triste es darlos sin memoria./ Por lo que un hombre hizo cuenta el tiempo./ Hacer es vivir más, o haber vivido,/ o ir a vivir. Quien muere vive, y dura.

Tras Vicente Aleixandre aparecieron los hermanos Machado, a don Antonio le conocí bien, aunque don Manuel no dejó de sorprenderme:

En medio del vaho/ de flores y aroma/ de tu carne suave,/ duermen en el cuarto/ todos los colores… / Sólo vela el rojo/ carmín de tus labios.

Reiteradas lecturas de estos autores me ayudaron a emborronar algunas libretas con poemas ripiosos y mal hilvanados, con los que descargaba mis desvaríos e intentaba transmitir a una niña con trenzas mis alocados sentimientos, la más ferviente pasión.

Años más tarde descubrí a Luis Cernuda y, desde entonces, permanece conmigo:

Adolescente fui en días idénticos a nubes,/ Cosa grácil, visible por penumbra y reflejo,/ Y extraño es, si ese recuerdo busco,/ Que tanto, tanto duela sobre el cuerpo de hoy.

Posteriormente, vinieron Claudio Rodríguez, vistiendo su blanca camisa de domingo recién planchada, Ángel González, con el olor a tierra mojada inundando sus versos, Baudelaire, adornado con espinosas flores, Rimbaud, pletórico de genio creativo y de orgullo, Pedro Salinas:

¿Cómo me vas a explicar,/ dí, la dicha de esta tarde,/ si no sabemos por qué/ fue, ni cómo, ni de qué/ ha sido,/ si es pura dicha de nada?

Benedetti me ayudó a descubrir el sexo sin pudores y me mostró la ofensiva intransigencia de los otros:

Una mujer desnuda y en lo oscuro/ tiene una claridad que nos alumbra/ de modo que si ocurre un desconsuelo/ un apagón o una noche sin luna/ es conveniente y hasta imprescindible/ tener a mano una mujer desnuda.

También estuvieron presentes Hierro, Celaya, Blas de Otero, César Vallejo, Jaime Gil de Biedma, Caballero Bonald, Brines, Félix Grande y Bousoño, entre otros.

Todos ellos me influyeron notablemente. Bebí sus versos, sin saciarme nunca del todo. A ellos sigo recurriendo, porque su poesía es manantial de vida. He destilado su obra para obtener un néctar puro y vitalizador del que se nutre mi poesía actual. Aderezo bebida tan embriagadora con los tiernos brotes de tomillo y de romero que crecen entre los arbustos de la poesía más joven. Con ellos continúo creciendo”.

P- ¿Podría usted contarnos un poco del resto de su actividad literaria?

R- Desde hace más de tres décadas, desarrollo una intensa y variada actividad dentro del mundo literario, como autor, editor, docente o gestor cultural. Reseñar todas las actividades que he podido protagonizar sería muy amplio y algo vanidoso y petulante.

Prefiero decir que aún tengo muchos proyectos o actividades literarias que desarrollar y que sigo disfrutando con el ejercicio de estos quehaceres tan gratos. Es, como reza el título de un libro de conferencias de Juan Ramón Jiménez, un trabajo gustoso.

P- ¿Cuáles fueron sus primeras lecturas poéticas y qué autores le influyeron?

R- Siguen siendo mis libros de cabecera, por lo que me remito a la pregunta sobre mis referentes poéticos.

P- ¿Cómo definiría su poesía?

R- Es una poesía de línea clara, pero en la que subyacen distintos niveles de lectura, que encierran claves muy diversas para los lectores ocasionales y para los habituales, para los más leídos y avisados y para los que se limitan a lo aparente, para quienes conocen mi obra y para los absolutamente indiferentes o ajenos.

Procuro “armar” poemas que producen un efecto completamente distinto a cada lector. Depende de las capas (como en la cebolla) que cada uno quiera o pueda desgajar del cuerpo del texto poético.

P- ¿Cree que el poeta “evoluciona” en su escritura? ¿Cómo ha cambiado su lenguaje poético a lo largo de los años?

R- Estoy convencido de que en el ejercicio de nuestra obra vamos cambiando. Unas veces evolucionamos y otras, quizá, involucionamos, pero hay que evitar repetirse, porque ello implica que podríamos llegar a hastiar a los lectores y hasta a nosotros mismos.

Hay poetas de un solo poema o de un solo libro, lo que no es desdeñable, pero en mi caso, creo que ofrezco mundos nuevos con cada una de mis obras. Al menos lo intento.

P- ¿Cómo siente que un poema está terminado y cómo lo corrige?

R- Como he dicho anteriormente, suelo corregir hasta la extenuación, pero hay un momento en el que ya no tenemos nada nuevo que añadir, cuando cualquier nueva aportación empeora el poema. Es el momento de dejarlo estar. Ya se encargarán los lectores de reescribirlo en función de lo que despierte en ellos.

P- ¿Cuál es el fin que le gustaría lograr con su poética?

R- Es algo manido y pretencioso eso de querer lograr con lo que escribimos un mundo mejor o acabar con la barbarie y las guerras. Tampoco pretendo cambiar en modo alguno a los demás. Me conformo con el tiempo y la atención que me pueda dedicar un lector desconocido y que cualquiera de mis poemas le ayude o motive para que sea consciente de que puede sentir más o mejor que yo mismo.

 

Autor de la entrevista Miguel Esteban Torreblanca