UN HORNO EN LA CABEZA

Según diversos expertos, esta ola de calor nació en África septentrional y desde allí se fue desplazando hacia el norte. Resultado de la conjunción de un calentamiento originado en las temperaturas del verano en el Desierto de Sahara y un sistema marino de baja presión, formado entre las islas atlánticas de Madeira y Azores.

Esta ola extrema afectó el miércoles 20 de julio a la capital alemana. En Berlín hubo marcas cercanas a los 40 grados. Un día antes, en Duisburgo, al oeste del país, se llegó a los 39,5 grados, superándose así el récord de 2021 (39,2 grados el19 de junio) aunque no el récord histórico de 41,2 grados en julio de 2019.

El servicio meteorológico alemán anunció que es probable que en este país, al igual que en otras naciones europeas, se alcancen cada vez con más frecuencia temperaturas por encima de los 40 grados. Hasta ahora, esta situación con temperaturas repetidas de 40 grados o más se consideraba como un hecho excepcional. 

Por su parte, la Agencia Estatal de Meteorología española (AEMET), informó el tercer miércoles de julio, que la “anomalía” — la diferencia entre la temperatura que puede considerarse como ola de calor y la realmente registrada — fue muy alta: 4,2 grados en el país ibérico. Anomalía que supera a la de agosto de 2021 y que representa un récord desde que comenzaron las mediciones, en 1975.

En relación directa con las altas temperaturas, la Radio Televisión Española informó el 21 de julio que en nueve días se registraron 1.047 decesos. Por su parte, en Portugal, diferentes medios de prensa hablaron de más de 1.000 decesos hasta el 19 de julio. La canícula europea de 2003 produjo, según datos de las Naciones Unidas (ONU), cerca de 75.000 decesos.

El cambio climático reforzó la ola de calor en julio en Francia y Europa occidental. Foto swi swissinfo

En igual período (en torno al 18 y 19 de julio) Suiza señaló una situación de emergencia en algunos de sus cantones latinos debido al calor extraordinario y varias ciudades establecieron normas estrictas para el control del uso del agua, hecho casi sin precedentes en esta reserva alpina de agua potable. Con solo 40 mil kilómetros concentra el 6% de las reservas de agua dulce de todo el continente. Porcentaje mucho mayor si solo se tiene en cuenta la cantidad de agua dulce que reciben desde los Alpes sus vecinos: Italia, Francia, Alemania y Austria.

NOVEDOSA, PERO NO EXCEPCIONAL

Esta situación climática, que en algún momento se hubiera considerado “excepcional”, comienza a perfilar lo que será la norma durante de los próximos 40 años.

Las olas de calor como la que actualmente padece Europa serán cada vez más frecuentes y continuarán al menos hasta 2060, aseguró el 19 de julio el finlandés Petteri Talas, secretario general de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) que forma parte del sistema de la ONU.

Y ratificó lo que ya todos saben: que este patrón climático está relacionado con el calentamiento global resultante de la actividad humana, realidad que aumenta la preocupación cuando pensamos en el futuro. En otras palabras, insiste Talas, “las olas de calor se están haciendo más comunes a causa del cambio climático”.

Apelando a una analogía deportiva, explicó que “hemos dopado a la atmósfera”, inyectándole enormes cantidades de gases de efecto invernadero, especialmente dióxido de carbono, y por esta razón el calentamiento y otras tendencias “continuarán al menos hasta 2060, independientemente del éxito o no [de los esfuerzos] por mitigar el cambio climático”.

Los efectos del doping en un ser humano no desaparecen de un día a otro. El dopaje que sufre la Tierra obligará a una desintoxicación de décadas, aun si se dieran condiciones ideales a partir de una reducción significativa del efecto invernadero. Por el momento dicha reducción no se está logrando.  En resumidas cuentas: a dosis enormes, efectos profundos y terapias a largo alcance, sin seguridad alguna de cura real.

Talas también dijo que, en el futuro, “este tipo de olas de calor serán normales y veremos extremos aún más fuertes”. Y aceptó que “ya hemos perdido la partida en lo que respecta al deshielo de los glaciares. Dicho fenómeno continuará durante los próximos cientos de años o incluso miles de años… [y por lo tanto] el aumento del nivel del mar continuará” por igual cantidad de tiempo.

PURO DOPING

Portavoces de la Organización Mundial de la Salud (OMS) subrayaron que la canícula significa un desafío para la salud, ya que cuando confronta temperaturas muy altas, el organismo tiene que luchar esforzadamente para mantener estable su temperatura interna. Este combate genera fatiga, golpes de calor, hipertensión, hipertermia y un cambio del comportamiento, el cual, en general, puede agravarse por la irregularidad del descanso, con consecuencias negativas para la estabilidad psicológica y emocional del ser humano.

El glaciar Aletsch el más importante de los Alpes sigue retrocediendo. Foto Sergio Ferrari

No menos significativos son los efectos contaminantes. Las temperaturas extremas forman una especie de tapa atmosférica que contamina y degrada la calidad del aire, con consecuencias negativas para la salud, sobre todo en personas vulnerables, como los ancianos. En muchos países europeos, esta situación climática se complica por el impacto directo de los “vientos del Sahara”, que durante días pueden generar un fenómeno contaminante que hace irrespirable el aire.  Según la OMS, una amplia mayoría (cerca del 99%) de los seres humanos a nivel mundial hoy ya respiran un aire que no cumple con los valores y las exigencias de salubridad definidas por dicha organización.

Por su parte, la Organización Meteorológica Mundial, afirma que el impacto directo de las temperaturas excesivas sobre la agricultura puede ser nefasto. Y recuerda que, durante las anteriores olas de calor en Europa, se perdió una gran parte de las cosechas. En la situación actual, cuando el abastecimiento de granos transita una fase de por sí crítica debido a la guerra entre Rusia y Ucrania, esta ola de calor va a operar de forma doblemente negativa en las actividades agrícolas.

Europa abrasada. Los termómetros explotan. El poder político no asume la responsabilidad de la emergencia climática. Y la creatividad humana casi no alcanza para esquivar el calor infernal en una región que, en particular desde febrero, parece no tener respiro entre crisis, más crisis y nueva crisis.