amanecer frente al mar

Esas gentes asombrosas viven a nuestro lado, hacen cola en la oficina de empleo o, para nuestra fortuna, comparten sus pensamientos y sus creaciones en tertulias, en la cola del autobús o en el ascensor. Son quienes, día a día, a pesar de los pesares o tal vez gracias a estos, hacen que el mundo avance y se transforme.

Su credo es la libertad. Libertad para escoger, para amar, para crear, para pensar y para expresarse; si les dejan. Sus enemigos son los de siempre: los poderosos, los dictadores, los fanáticos, los intolerantes, el dinero y el dirigismo, aunque se disfrace de bien intencionado. Si no fuera por estas gentes todos leeríamos los mismos autores, recorreríamos las mismas galerías y los mismos museos, escucharíamos las mismas canciones, haríamos caso, sin razonar, a lo que nos inducen los grandes manipuladores a través de los medios de comunicación convenientemente aderezados de intereses y subvenciones.

Separar el grano de la paja es muy difícil, puesto que el desecho oculta la mies. Sin embargo, es muy reconfortante indagar y saber encontrar el qué, el quién y el cuándo. Descubrir a esa gente especial solo requiere un esfuerzo: pensar.

Sé, queridos lectores, que pido demasiado. Es mucho más fácil que nos den la “verdad” mascada; leer la noticia manoseada y dirigida; cocinar lo que nos digan; y admirar a los becerros dorados. Es más fácil levantar la vista la cielo y suplicar, que tomar al toro por los cuernos y más cómodo tragar que exigir. Lo sé, tener opinión propia está sujeto al peligro de equivocarnos; sin embargo, es tan dulce y jode tanto a los de arriba, a sus aduladores, a los conformistas y a los pelotas, que vale la pena intentarlo.

Admiren al escultor que les plazca; extasíense frente a un paisaje de un pintor callejero; lean poesía reivindicativa y amorosa; escuchen la música del grupo del barrio o los tangos de la abuela; descubran a los autores de las pequeñas editoriales; no compren demasiado papel higiénico: pronto habrán elecciones y mucha propaganda electoral en folletos y carteles; recen a quién quieran o quién les plazca, o mejor no recen: los dioses están sordos; cierren más a menudo la televisión; cómanse una lata de sardinas o un par de piezas de fruta; hablen con los amigos; hagan mucho más el amor y, si les apetece, con sexo; y sobre todo, ríanse, ríanse de todo y con todos. Recuerden que también ustedes pueden ser gente maravillosa.