Un miedo que también les asuela cuando duermen dentro de los pocos hospitales que quedan en pie: solo en julio, Alepo, bastión de la oposición al régimen sirio en una guerra civil que ya se prolonga más de cinco años, sufrió 43 ataques. Muchos de ellos a centros médicos. De los 14 hospitales que había en la ciudad a principios de año, solo quedan siete. La mayoría, diezmados, han tenido que trasladar sus quirófanos y unidades críticas a los sótanos. Hace tiempo que no hay red eléctrica y tiran de generadores. Las ambulancias son otro de los objetivos predilectos de la guerra. Ahora trasladan a los heridos en vehículos civiles, sin distintivos. Y si es posible, de noche y con las luces apagadas. Lejos quedan esos tiempos en los que llevar impresa una cruz roja garantizaba inmunidad. Hoy, el personal sanitario también entra en el tablero de juego de la sinrazón.

Eso lleva a que una ONG como Médicos Sin Fronteras (MSF) haya tenido que lanzar la campaña Not a target, para concienciar de que ni los médicos ni los pacientes pueden ser objetivos en un conflicto bélico. Cabe pensar que, si es necesario invertir en una campaña para aclarar esto, el ser humano ha perdido el norte por completo. El norte de su propia supervivencia.

«La única forma de explicar que bombardeen hospitales es porque es una forma de debilitar a la oposición», intenta, Othman Alhay, explicar lo inexplicable. «Sacar ventaja militar. También bombardean mercados y estaciones de tren y autobuses. Todo lo que sean necesidades básicas». Este médico sirio, extrabajador de MSF España, tuvo que huir de su país a Alemania después de que lo detuvieran cuatro meses y, aparte de ser agredido físicamente repetidas veces durante su encarcelamiento, el régimen le prohibiera volver a ejercer. Lo acusaron de traición en 2012 tras atender a los heridos por el ejército de Bachar el Asad en las manifestaciones populares. Muchos colegas de profesión no han tenido su suerte. Medio centenar siguen detenidos y dos han muerto por torturas. En un momento en que Siria necesita más médicos que nunca.

En lo que va de conflicto, han muerto 270 sanitarios, un 24% por disparos, un 13% torturados, el resto en bombardeos, según informan en MSF. Alepo es una ciudad con unos 250.000 habitantes, y cada día 86 civiles resultan heridos de gravedad. Hoy solo cuenta con siete hospitales -la mayoría improvisados-, 11 ambulancias y 35 médicos. «Todos locales, porque desde hace tiempo la ciudad está sitiada», cuenta Muskilda Zancada, que fue jefa de Misión en Siria por MSF España. «No entran medicinas ni alimentos, la ciudad vive desde hace meses con los recursos que tenía antes. Con reservas».

Es tal la carestía de personal sanitario que han tenido que formar a voluntarios de otras disciplinas, y algunos de los médicos, como dos de los cuatro pediatras, ni siquiera han acabado la carrera. «No solo atacan a las unidades de traumatología a las que llegan los heridos», matiza el Dr. Alhay, «también las unidades pediátricas, ginecológicas, de vacunas, de diálisis…». Los bandos de esta guerra han dado con una estrategia endiablada: diezmar a la sociedad civil. Ganar por puro desgaste.

«Los 1.600 heridos registrados en las últimas semanas son los que han llegado a los hospitales», cuenta Carlos Francisco, actual jefe de Misión en Siria. «El resto, están bajo los escombros, sin contabilizar. Si estos heridos no llegan a un hospital, no pueden salir de la ciudad. Y mueren en la ciudad porque cada vez hay menos hospitales».

Los ataques a personal sanitario y pacientes no solo tienen lugar en Siria. Cada vez son más recurrentes en conflictos de todo el mundo. El pasado agosto Arabia Saudí bombardeó un hospital de MSF en Yemen. Un par de meses antes, el Consejo de Seguridad de la ONU había aprobado por unanimidad la Resolución 2286 sobre atención médica en conflictos armados, con la que llamaba al «cumplimiento de las obligaciones del Derecho Internacional Humanitario».

Papel mojado, opina el presidente de la Organización Médica Colegial, Juan José Rodríguez Sendín: «He oído muchas declaraciones en este sentido. Muchos gobiernos las firman de forma hipócrita. Al menos cuatro miembros del Consejo de Seguridad tienen algo que ver con los bombardeos en Yemen, que se llevan por delante escuelas y hospitales civiles».

Esta pasividad de la comunidad internacional, enmadejada sin cuenda en debates y resoluciones que nunca cristalizan en medidas reales y efectivas, lleva consigo otra consecuencia que tal vez no sea tangible como una herida de guerra, pero es igualmente desoladora: «No es solo el drama de ser asesinados en sus casas, en sus escuelas y hospitales. Lo peor es que las víctimas civiles de Siria han perdido la esperanza de ser ayudados. Ese es el sentir general», remata el jefe de Misión en Siria de MSF España.

Luis Meyer