Con el descubrimiento de la energía nuclear y en especial desde la invención de la bomba atómica, se han esparcido por la Tierra numerosos productos residuales de origen nuclear. En los últimos años la descarga en la atmósfera de materias radiactivas ha aumentado considerablemente, constituyendo un peligro para la salud pública.

Dos son las principales fuentes responsables de las contaminaciones por sustancias radiactivas: las pruebas nucleares y la manipulación de materiales radiactivos en la industria, para todo tipo de usos, con las centrales nucleares y sus accidentes, a la cabeza.

En esta primera parte, hablaremos sobre las nocivas pruebas nucleares con fines militares.

PRUEBAS NUCLEARES.

Las más peligrosas son las que tienen lugar en la atmósfera. La fuerza de la explosión y el gran aumento de temperaturas que las acompaña convierten a las sustancias radiactivas en gases y productos sólidos que son proyectados a gran altura en la atmósfera y luego arrastrados por el viento. La distancia que recorren las partículas radiactivas así liberadas depende de la altura a la que han sido proyectadas y de su tamaño. Pero las partículas más finas pueden dar varias veces la vuelta a la Tierra antes de caer en un determinado punto de nuestro Planeta. Una vez depositadas en el suelo, las partículas radiactivas pueden ser arrastradas por la lluvia aumentando la radiactividad natural del agua.

Los efectos de una explosión nuclear dependen de muchos factores, entre ellos el rendimiento del artefacto, la altura sobre la superficie a la que es detonado, las condiciones climáticas, etc. El análisis que se presenta a continuación es el resultado de consideraciones físicas sencillas y de las observaciones y estudios realizados en Hiroshima y Nagasaki, las únicas dos oportunidades en que se han empleado bombas nucleares contra una población. A continuación se describen las consecuencias locales de una explosión nuclear superficial. Si la detonación es subterránea, submarina, o en la alta atmósfera, los resultados serán diferentes. Los efectos se encuentran agrupados en inmediatos (calor, presión, radiación y pulso electromagnético) y tardíos (lluvia radiactiva e incendios extendidos).

Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, norteamericanos y rusos se lanzaron, alocadamente, hacia la carrera nuclear para perfeccionar las bombas nucleares ya existentes, o conseguir nuevos artefactos atómicos, cada vez de mayor potencia y alcance.

Entre 1949 y 1989, la Unión Soviética lanzó 456 bombas atómicas en Semipalatinsk, que era un polígono de pruebas de armas nucleares de 18.000 Km2. Este lugar se considera el mayor laboratorio atómico de la historia. A lo largo de estos cuatro decenios, los ensayos nucleares liberaron en el medio ambiente 90.000 billones de bequerelios de cesio-137, un isótopo radiactivo muy tóxico que permanece en el entorno más de 30 años.

Las partículas radiactivas espolvoreadas en cada uno de los ensayos nucleares de Semipalatinsk (en la antigua Unión Soviética) afectaron a más de 1,3 millones de habitantes de la región, y muchas siguen sufriendo actualmente los efectos de la radiactividad, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

Los habitantes de los pueblos próximos al polígono se convirtieron en cobayas humanas. Los estudios científicos de la época hablan de una mayor incidencia de tumores de esófago, estómago, hígado, pulmón, mama y tiroides. Se calcula que la incidencia de tumores cancerígenos en esta región de Semipalatinsk, es hasta un 30% más alta que en otras zonas de la ex  Unión soviética.

Además, según señala Yuri Dubrova, en la revista Science: “Muchas de las 700.000 personas que vivían en el entorno del polígono de Semipalatinsk llevan en sus genes la marca de las bombas atómicas. La proporción de mutaciones en el ADN de los habitantes de esta zona, duplica la detectada en otras comarcas apartadas del polígono”.

En 1946 se iniciaron las pruebas nucleares norteamericanas en las islas Bikini. Entre 1946 y 1958, se detonaron veintitrés dispositivos nucleares en el Atolón de Bikini.

En 1952 se produce la explosión de la 1ª bomba H (de hidrógeno) en las islas Marshall del Pacífico con una energía 125 veces mayor que la de la bomba atómica de Hiroshima.

Durante años de locura nuclear se hicieron tests, no sólo en el Pacífico, si no también en Estados Unidos, Rusia, Argelia, etc.

Un error en la bomba de hidrógeno diseñada por los científicos de Los Álamos condujo a que una explosión que debía limitarse a los 5 millones de toneladas de TNT alcanzara los 15 megatones el 1 de marzo de 1954, convirtiéndose en el mayor test nuclear efectuado nunca por Estados Unidos. Esta operación, denominada Bravo, equivalía a 1.000 bombas de Hiroshima. Los habitantes de las islas Bikini no fueron evacuados. Muchos sufrieron quemaduras severas por la radiación, perdieron el pelo y enfermaron. Pero la Comisión de Energía Atómica afirmó que no había quemaduras y que los habitantes estaban con buena salud.

En la región norteamericana de Nevada Test Site (Emplazamiento de Pruebas de Nevada) se realizaron 925 pruebas nucleares, 825 de ellas subterráneas, desde 1951 hasta 1992. Esta zona está situada a sólo 100 kilómetros de la ciudad de Las Vegas y las explosiones nucleares eran perfectamente visibles desde la ciudad y, de hecho, eran una atracción turística. Pero lo que pone los pelos de punta son ver fotografías de unidades del ejército apenas a diez kilómetros de las explosiones, no hay ni que decir que los problemas que tuvieron estos soldados fueron tremendos, todo en aras de la experimentación militar sobre los efectos de la radiación en el cuerpo humano.

Las bombas más grandes y devastadoras, incluso superiores a las que cayeron en Japón, fueron detonadas en el desierto norteamericano de Nevada, que afectó a miles de comunidades de ciudadanos estadounidenses. Los más claramente afectados, fueron las comunidades en Utah, Idaho, y en adelante en todo el país, con la precipitación de sustancias radiactivas transportadas por el viento. Sin embargo, la precipitación radiactiva no afectó sólamente a esa zona en concreto, sino que se hizo notar hasta en el estado de Nueva York, a miles de kilómetros del sitio de la prueba.

Un lanzamiento importante de prueba fue el disparo, en la prueba nuclear de Sedan de la Operación Storax, de una explosión de 104 toneladas para la Operación Plowshare que pretendía demostrar que las armas nucleares podían utilizarse con finalidades pacíficas para crear bahías o canales; creó un cráter de 390 metros de ancho y de 100 metros de profundidad, que todavía puede verse. Aunque también se realizaron ensayos nucleares en otros lugares de Estados Unidos, Nevada Test Site acogió las pruebas de 500 a 1.000 kilotones de TNT (el rango de 2 a 4 petajulios), que provocó efectos sísmicos detectables en Las Vegas.

El gobierno norteamericano siempre dijo a la opinión pública que estas pruebas nucleares eran totalmente seguras y estaban controladas, pero un claro ejemplo de que esos comunicados no eran ciertos, es que mientras el gobierno aseguró que no hubo efectos dañinos de la radiación, retrasaron las pruebas en los días cuando el viento soplaba hacia Los Angeles o San Francisco.

A mediados de los años 80 el gobierno de los Estados Unidos pagó 270 millones de dólares, cantidad exigua, como compensación por los daños causados por las pruebas nucleares, presionado por el Tribunal de Demandas Nucleares en Majuro.

Las tasas de cáncer y la incidencia de defectos de nacimiento son mucho mayores en áreas expuestas a la precipitación radiactiva. Según el Instituto Nacional del Cáncer, publicado en 1997,determinó que: “Las noventa pruebas atmosféricas de Nevada Test Site depositaron altos niveles de yoduro-131 radiactivo (5,5 exabecquerels) a lo largo de grandes zonas de Estados Unidos; dosis suficientemente elevada para provocar un gran número de casos de cáncer de tiroides, (120.000 casos más de los normales) y 6.000 muertes”.

Los británicos detonaron su primer artefacto nuclear, Huracán, en la isla de Monte Bello, el 3 de octubre de 1952, seguido de pruebas (explosiones) del 16 de mayo al 19 de junio 1956. La explosión de junio tuvo una capacidad de sesenta kilotones. En una estación de monitoreo, a 3.200 kilómetros al este, la concentración de radioactividad se incrementó un cien por ciento.

Dos pruebas de bombas atómicas, Tótem 1 y 2, se llevaron a cabo en el Campo Emu el 15 y 27 de octubre de 1953. Las series de pruebas de la bomba atómicas se llevaron a cabo también en Maralinga entre el 27 de septiembre de 1956 y el 9 de octubre de 1957, junto con una serie de “ensayos menores” en 1963. Se emprendieron las series“Agarro”en Malden e islas de Navidad del 15 de mayo de 1957 al 23 de septiembre de 1958.

Durante el periodo crítico parte del personal del ejército fue expuesto deliberadamente a las explosiones para ver qué efecto tenían en las tropas. La seguridad de estos lugares era escasa.Los límites de rango de comprobación no fueron supervisados apropiadamente, permitiéndoles a las personas caminar dentro y fuera del área contaminada. Las señales estaban en inglés y la población aborigen local no podía entenderlas. La precipitación radiactiva de las explosiones molidas llevaron la contaminación maciza al interior australiano. La precipitación radiactiva de Maralinga alcanzó la ciudad de Adelaide y Melbourne. Algunos lugares todavía son muy radiactivos debido a la presencia de 20 kg de plutonio, el elemento más tóxico conocido.

Maralinga quiere decir en dialecto Pitjantjatjara “el Campo de Trueno”. Los aborígenes pueden haber sido directamente afectados por las explosiones. Se está buscando, actualmente en las cortes australianas, una compensación económica para los 15.000 australianos que trabajaron en los tres lugares donde los británicos realizaron las pruebas nucleares durante los doce años que duraron estas pruebas en Australia.

En 1980,el Consejo Pitjantjatjara informa al Ministro de Asuntos Aborígenes sobre la posible contaminación radiactiva de los aborígenes de Wallatinna Station, en South Australia, afectados por las pruebas atómicas de la Operación Tótem. La Niebla Negra de 1953 sale a la luz pública, revelando problemas de pérdida de visión y de erupciones en la piel. Mueren numerosos aborígenes a raíz de las pruebas atómicas británicas y unas 1000 resultan afectadas directamente.

Francia firmó en 1996 el Tratado para la Prohibición Completa de Ensayos Nucleares (TPCEN) en Nueva York y comenzó, inmediatamente, a desmantelar su centro de experimentos en esa región del océano Pacífico.

Hasta entonces, y a lo largo de tres décadas, este país europeo llevó a cabo 192 ensayos nucleares en Polinesia francesa, un conjunto de islas en el Pacífico, dentro de los cuales hubo 43 pruebas atmosféricas a pesar de la oposición de la población local.

A 40 años de aquellos ensayos, París finalmente comenzó a admitir que los habitantes de la Polinesia habrían tenido razón en temer  las consecuencias de la radiactividad.

Marcel Jurien de la Gravière, representante de una comisión francesa para la seguridad nuclear, anunció en Pepetee que se iba a proponer a los habitantes de ese país, con mayores posibilidades de haber sufrido las consecuencias de las pruebas, un “examen médico coherente y continuo”. Los análisis se practicaron a unas 2.000 personas. Jurien de la Gravière admitió que 6 de los 192 ensayos “afectaron de modo significativo algunas islas y atolones” de la región.

Los 6 experimentos del ejército francés se llevaron a cabo entre 1966 y 1974 en las islas de Mururoa, Fangataufa, Magareva, Gambier, Tureia y Tahití. Esos ensayos “representaron un leve riesgo sanitario”, dice ahora el Ministerio de Defensa.

Actualmente dos de ellos son especialmente cuestionados, los llamados Aldébaran (1966) y Phoebe (1971). Las nuevas cifras oficiales revelan que en esos lugares se liberó mucha más radiación de la que se suponía hasta ahora En esa época, esas islas tenían más de 150.000 habitantes. Otras 20.000 trabajaban en los lugares donde se realizaron las pruebas nucleares durante los 30 años de experimentación.

El cambio de postura del gobierno de Francia se debe a que el investigador del Instituto Nacional de Salud y de Investigaciones Médicas (Inserm, en francés) Florent de Vathaire señaló que: “ Los ensayos nucleares estaban estrechamente vinculados con la aparición de cáncer de tiroides, tipicamente asociado a la radiactividad”. Ese investigador, jefe de la unidad de cáncer epidemiológico del Inserm, descubrió:“Una relación estadísticamente significativa entre los experimentos y la incidencia de cáncer de tiroides”.

El lunes, 9 de octubre de 2006, Corea del Norte llevó a cabo su primera prueba nuclear subterránea, en desafío a las advertencias hechas por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (CSNU) y a pesar de la amenaza de sanciones económicas.

La prueba se llevó a cabo en un túnel horizontal cavado en una montaña de la zona noroeste del país. Científicos surcoreanos confirmaron la realización de la explosión, que produjo ondas sísmicas de una magnitud de 3,6 grados en la escala de Richter (4,2 según el United States Geological Survey de EUA), lo cual equivale a una explosión de 800 toneladas de dinamita y demuestra que la explosión es más pequeña de lo anticipado. Las ondas detectadas tienen las características de una explosión artificial. La bomba que destruyó la ciudad japonesa de Hiroshima en 1945, a modo de comparación, tenía el equivalente de 12.500 toneladas de dinamita.

Esta prueba nuclear es la primera evidencia confirmada de que Corea del Norte dispone de la tecnología nuclear necesaria para fabricar una bomba atómica. No existen datos fidedignos sobre la cantidad de ingenios con que cuenta, pero los expertos consideran que estaría en posesión de material para fabricar media docena de artefactos, aunque todos de pequeño tamaño, similar al usado en ese ensayo nuclear.

El 25 de mayo de 2009, Corea del Norte lleva a cabo la segunda prueba nuclear del país, más potente y con un mayor dominio de la tecnología que en la primera ocasión, en octubre de 2006, según ha señalado el gobierno del país comunista, que ha calificado el test de “éxito rotundo” en un comunicado de su agencia oficial de noticias. Según una agencia rusa: “ la prueba habría tenido una potencia de 20 kilotones”.

Tras la prueba, el régimen de Pyongyang lanzó también un misil de corto alcance, según fuentes diplomáticas surcoreanas citadas por la agencia local Yonhap. Los servicios de inteligencia de Corea del Sur y de EEUU consideran que el misil “habría sido lanzado desde la base norcoreana de Musudanri y habría tenido un alcance de 130 kilómetros”.

Corea del Norte ya se granjeó duras críticas y sanciones de la comunidad internacional tras la primera prueba, y venía amenazando con realizar un segundo test para responder a la condena que hizo el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de un intento fallido de lanzar un misil de largo alcance. Esta vez no ha sido distinto y horas después del lanzamiento el Consejo de Seguridad de la ONU anunciaba una reunión urgente.

Lejos de un fracaso, el gobierno del Estado comunista indicó entonces que: “ Había logrado poner en órbita un satélite de comunicaciones como parte de su ambicioso programa espacial”. Asimismo, anunció que:“Volvería a la senda nuclear, abandonando la mesa hexagonal en la que cinco naciones tratan de negociar con Pyongyang el desarme de su arsenal atómico desde hace más de dos años”.

Según la Agencia de Noticias Central de Corea (KCNA,en inglés), la prueba nuclear implica “Un mayor nivel de potencia explosiva y de dominio de la tecnología propia”. Nuestra República ha concluído con éxito una nueva prueba nuclear subterránea como parte de las medidas para fortalecer nuestro poder nuclear defensivo de la manera que han indicado nuestros científicos y técnicos”, señala el texto de la agencia.

Autoridades del vecino del Sur han detectado un “terremoto artificial” en el Norte. El Servicio Geológico estadounidense también ha registrado un temblor de magnitud 4,7 al noreste del país comunista, cerca de la ciudad de Kilju, donde se llevó a cabo la prueba de 2006.

En abril de 2009, Corea del Norte lanzó un misil sobre el espacio aéreo japonés, y las airadas protestas de Japón, EEUU, Corea del Sur, así como de los portavoces de la Unión Europea y la OTAN hacen previsible la adopción de nuevas sanciones contra este país.

El 11 de febrero de 2013, Corea del Norte ensayó su tercera prueba nuclear. La detonación habría tenido una potencia de entre seis y siete kilotones, lo que supone un tercio de la lanzada en Hiroshima, en 1945. Esta prueba nuclear provocó “un terremoto artificial”de 5,1 grados en la escala de Richter.

Esta noticia proviene de la agencia de noticias oficial de Corea del Norte que asegura cínicamente que: “La prueba nuclear que se llevó a cabo en un nivel alto de una manera segura y perfecta usando un dispositivo nuclear miniaturizado y más ligero con una mayor fuerza explosiva que las anteriores no planteó un impacto negativo en el ambiente ecológico circundante”.

El 26 de septiembre de 2009, la sección aérea de la Guardia Revolucionaria iraní inició una serie de maniobras militares con “un gran número de misiles”, informó este cuerpo de élite del Ejército iraní.

En un comunicado difundido por la agencia de noticias local Fars, la Guardia Revolucionaria explica que el objetivo de este ejercicio es “probar los programas de defensa del país así como mantener y elevar su capacidad de disuasión”.

Además, el Ejército iraní exhibió varios de sus misiles balísticos de fabricación nacional durante un desfile celebrado frente al mausoleo del fundador de la República Islámica, gran ayatolá Rujolá Jomeini, en el sur de Teherán. Entre los misiles mostrados en el desfile, destacaron la segunda generación del misil “Seyil”, que Irán comenzó a producir en masa el año pasado, el “Zelzal” y las tres generaciones de misiles de largo alcance”Shahab”. Según las autoridades iraníes, el “Seyil”, alimentado con combustible sólido y que costa de dos módulos con sendos motores, alcanza una gran altura y longitud. Por su parte,el “Shahab 3” es propulsado por combustible líquido y está diseñado para alcanzar objetivos a más de dos mil kilómetros de distancia.

La existencia de la planta en construcción de Qom, que según Teherán podrá contener 3.000 centrifugadoras de enriquecimiento de uranio, fue revelada a la AIEA el 21 de septiembre de 2009. Irán ha declarado que: “ la planta centrífuga que está construyendo en un complejo militar enterrado en una montaña cerca de la ciudad santa chií de Qom refinaría uranio sólo para energía nuclear civil”.

Diplomáticos occidentales y analistas sostienen que la capacidad parece demasiado pequeña como para alimentar una planta nuclear, pero suficiente para conseguir material fisible para una o dos cabezas nucleares al año.

Irán rechaza suspender sus actividades de enriquecimiento a pesar de cinco resoluciones del Consejo de Seguridad, tres de ellas acompañadas de sanciones.

Por otra parte, Israel no es un país miembro del Tratado de No Proliferación Nuclear y rehúsa confirmar oficialmente, o negar, la posesión de arsenal nuclear, o de haber desarrollado armas nucleares o incluso tener un programa de armas nucleares. Aunque Israel afirma que el Centro de Investigación Nuclear del Néguev cerca de Dimona es un “reactor para investigaciones,” ningún informe científico basado en el trabajo hecho allí ha sido publicado. Amplia información sobre el programa en Dimona fue también revelado por el técnico Mordejái Vanunu en 1986. Analistas de imágenes pueden identificar búnkers de armas, lanzadores de misiles móviles y lugares de lanzamiento en fotos de satélites. Según el Organismo Internacional de Energía Atómica: “Se cree que posee armas nucleares. Se sospecha que Israel ha probado una arma nuclear junto con Sudáfrica en 1979, pero esto nunca ha sido confirmado”. Según el Natural Resources Defense Council y la Federation of American Scientists: “Israel posee alrededor de 75-200 armas nucleares”.

No se sabe, con exactitud,ni el número de bombas atómicas existentes en el mundo ni su megatonelaje total. En plena Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, el Centro de las Naciones Unidas para el Desarme alarmaba del peligro nuclear: “Se calcula, decía, que el megatonelaje total (de explosivos nucleares) desplegados actualmente por todo el mundo, asciende a más de un millón de bombas como la lanzada sobre Hiroshima, lo que representa unas dos toneladas de explosivos convencionales para cada hombre, mujer y niño de la Tierra”. (Nota descriptiva nº5. Revista Mientras Tanto nº 4. Mayo, 1980).

Actualmente se calcula que existen más de 45.000 bombas atómicas almacenadas entre los países productores de energía nuclear (EE.UU, Rusia, India, Francia, Gran Bretaña, Pakistán, Israel, etc). Esta gran cantidad de bombas atómicas, de producirse una explosión en cadena, sería capaz de destruir nuestro Planeta varias veces. Además, se consiga o no la destrucción física de la Tierra, la vida animal y vegetal sería inexistente, ya que la radiación que provocarían las explosiones nucleares haría irrespirable el aire, por la gran cantidad de microorganismos radiactivos de uranio y plutonio suspendidos en la atmósfera, capaz de dar varias vueltas a toda la Tierra, así como el agua potable sería también inutilizable por la gran contaminación de agentes radiactivos que tendría.

Estas profundas diferencias, entre los analistas, al señalar el número total de bombas atómicas almacenadas en el mundo, irían desde las 10.230, la cifra más baja, pasando por las 20.000 como señaló el presidente mexicano Calderón ante la Asamblea de la ONU en octubre de 2009, hasta las 45.000 indicadas anteriormente que sería la cifra más alta de todas. En realidad es casi imposible saber con exactitud la cifra exacta, ya que constantemente se están fabricando en secreto, incluso en países subdesarrollados como Corea del Norte, India, Pakistán o Irán.

*Todos los números son estimaciones del Concilio de Defensa de los Recursos Naturales, publicado en el Boletín de los Científicos Atómicos. (2007).

La simple idea de la raza humana borrada del mapa es atroz. De acuerdo a todos los expertos en armamento nuclear, el más “leve” de los problemas que acarrea una detonación atómica es el de la destrucción física. En realidad son todas las secuelas posteriores a la detonación  las que más daño causan. De una forma u otra, la radiación “viaja”, y una bomba atómica puede matar un poblado entero a cientos de kilómetros de distancia si las condiciones del clima son las adecuadas. En resumen, es probable que se necesiten muchas menos  bombas atómicas para eliminar a la raza humana.

En los últimos años se están produciendo periódicamente negociaciones entre Estados Unidos y Rusia centradas en la reducción de las armas euroestratégicas. Estos euromisiles tienen un alcance entre 1.000 y 5.000 kilómetros.