o En los últimos años comprobamos día a día que mejora el nivel de vida, que disminuye la ratio alumno/profesor, que la Sociedad está más cultivada, que la información es abundante y accesible con rapidez, que las posibilidades de aprendizaje son infinitas en cuanto a situaciones y medios, que los recursos tecnológicos facilitan enormemente la adquisición de conocimientos …

Por otra parte, cada vez somos más exigentes; necesitamos “ir al grano” y la información ha de estar bien elaborada para asimilarla; desaparece la familia nuclear y, en consecuencia, sus inmensas posibilidades de transmisión de saberes y valores; somos más individualistas y escasean los referentes colectivos, …

En este escenario cabe preguntarse:

¿Cuál es el papel que la Sociedad demanda a la institución escolar?

¿Qué perfiles personales, culturales y profesionales requieren las organizaciones de los individuos?

¿Qué necesidades tienen los alumnos y sus familias?

¿Qué estamos haciendo para lograr aprendizajes eficaces? ¿Motivamos adecuadamente a los alumnos?

¿Fomentamos suficientemente la cultura del logro personal y la implicación del alumno en su desarrollo y sus aprendizajes?

¿Reconocemos y admitimos las diferencias individuales?

¿Las integramos adecuadamente en el sistema educativo?

¿Cuál es el rol del educador actualmente?

En definitiva, ¿qué vamos a hacer para conseguir que la educación que pretendemos contribuya eficientemente al desarrollo personal y capacite para vivir un futuro distinto de forma plena?

Es hora de que los educadores diseñen una nueva línea de enseñanza que tenga una fuerte conexión con los cambios de nuestro tiempo. Han de ofrecer una nueva perspectiva que guíe el desarrollo en un entorno caracterizado por el cambio vertiginoso, la incertidumbre, la complejidad y la existencia de múltiples oportunidades al alcance de la mano. Así, surge una importante pregunta: “¿son capaces los centros educativos de adaptarse a los cambios?”.

Las organizaciones educativas de los países tecnológicamente avanzados han fracasado (Giberman). El profesor trata de transmitir datos, teorías y conceptos de actualidad sin preocuparse de que los contenidos tengan sentido para el alumno.

Aunque los educadores siempre han señalado las diferencias existentes entre aquellos que se encuentran en un mismo contexto de aprendizaje, se han sentido fuertemente inclinados a creer que todos los alumnos pueden aprender de un modo similar. Sin embargo, un maestro hábil es el que puede abrir una diversidad de puertas y trazar diferentes caminos a seguir para llegar al mismo concepto.

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Las ciencias nos dicen que todas las conexiones no producen el mismo resultado; es la fuerza de las conexiones lo que importa (Snyder). Cuando ocurren aleatoriamente, hay poco potencial para el crecimiento.

Si ocurren con frecuencia, existe un alto potencial para el crecimiento, al menos hasta una cierta medida. Sin embargo, cuando las conexiones son continuas, el propio sistema genera su propia energía y los recursos para afrontar desafíos, lo cual promueve el continuo intercambio y crecimiento. Gerzon observa que esta fuerte energía se transforma en sinergia. Ésta transforma imposibilidades en posibilidades, lo que conduce a resultados. Lo que esto significa para los centros educativos es que donde hay adultos y alumnos viviendo juntos en comunidades de aprendizaje o equipos, hay más energía y sinergia para crear nuevos programas sostenibles para afrontar desafíos emergentes y oportunidades vitales. De conexiones fuertes (colaboraciones, redes y alianzas) pueden evolucionar nuevas formas de enseñanza que respondan a los tiempos actuales.

Nada que sea natural crece por segmentos o partes, o contiene todos sus elementos originales durante su ciclo de vida. Los sistemas en crecimiento emergen enteros con el tiempo, en relación a las condiciones ambientales. Necesitamos despojarnos de toda evidencia de segmentación y pensamiento fragmentado cuando diseñamos la educación en esta era global, y centrarnos en la vida de cada alumno y analizar cómo los adultos apoyamos el crecimiento natural de cada uno y prepararle para la sociedad del conocimiento.

El profesor eficaz se convierte en “gestor del currículo del alumno”, siempre atento a las “prótesis educativas” (recursos) que pueden ayudar a transmitir contenidos importantes – de un modo tan participativo y efectivo como sea posible – a los alumnos que muestran un estilo de aprendizaje característico.

Comprender no es sólo tener conocimiento, es la habilidad para utilizar ese conocimiento para pensar y actuar de forma creativa y competente en el mundo.

La enseñanza ha de buscar como finalidad la autonomía. Que el alumno encuentre sus propias respuestas a sus propias preguntas. Que llegue a ser capaz de pensar por sí mismo con sentido crítico teniendo en cuenta muchos puntos de vista, tanto en el ámbito moral como en el intelectual.

Cuando una persona es capaz de manejar con comodidad los distintos “lenguajes modelo” (representaciones de las ideas esenciales) y hacer un uso adecuado de ellos, podemos decir que ha comprendido plenamente un concepto.

El principal objetivo del educador ha de ser el desarrollo de la comprensión, como método que garantiza la consecución de aprendizajes eficaces. Para ello, es preciso:

Reconocer las dificultades de los alumnos para lograr una verdadera comprensión de ciertos conceptos importantes.

Reconocer las distintas mentes de los alumnos y diseñar un currículo que tenga en cuenta estas diferencias.

La institución escolar ha de organizar y poner a disposición del proceso de aprendizaje los recursos –humanos y tecnológicos- que se adecuen a los diferentes estilos de aprendizaje y a la formación cultural previa que se halla presente en cualquier alumno.

Gardner considera que un centro educativo ha de valorar las diferencias humanas como algo fundamental (personalización de la educación), lo que se evidencia mediante indicadores como los siguientes:

Las diferencias individuales se toman en serio.

Lo que se conoce de estas diferencias se comparte con alumnos y familias.

Los alumnos asumen, gradualmente, la responsabilidad de su propio aprendizaje.

Los materiales se presentan de forma que cada niño tiene oportunidades de volverse experto en ellos.

El alumno puede mostrar a los demás y a sí mismo lo que ha comprendido.

¿Existe aún alguna duda de que las instituciones educativas necesitan un replanteamiento general para afrontar los desafíos de este siglo?