Bolivia es el país más subdesarrollado de América Latina y el trabajo en la minería se remonta a la etapa de los conquistadores españoles. Pero, al contrario del avance que se supone debería haber alcanzado este trabajo, la realidad nos dice que las condiciones laborales y de seguridad en las minas distan mucho de estar desarrolladas. Lo cierto es que las minas no están en condiciones óptimas para su explotación, puesto que tras tantos años de extracción de sus minerales, algunas presentan un aspecto muy deteriorado. Por lo que resulta evidente que las posibilidades de explotarlas con las condiciones básicas de seguridad es una tarea harto difícil.

Vivir del subsuelo

La esperanza de vida media de un minero en Bolivia es de 45 años. Algo lógico si tenemos en cuenta las elevadas temperaturas durante el día, que caen por la noche, haciendo de las minas un lugar muy frío. Además, su agua es de muy mala calidad. Añadiendo a eso el polvo en suspensión que deben respirar constantemente, teniendo en cuenta que un minero permanece allí dentro una media de ocho horas al día, hacen de la mina un lugar totalmente pernicioso para la salud de los trabajadores.

Hidrocarburos y minería suponen en Bolivia un alto porcentaje del Producto Interior Bruto. Según los datos obtenidos del año 2011, la cifra asciende al 18,08 por ciento. Sin embargo, pese a su importancia en la economía del país, da trabajo a muy poca gente. Solo el 3 por ciento de la población económicamente activa está empleada en este sector. Del cual, más de dos tercios de su fuerza laboral se encuentra concentrada en el sector privado pequeño.

La privatización del sector se tradujo en que los trabajadores estatales no fueran absorbidos por las transnacionales. Lo que supuso una enorme pérdida de puestos de trabajo de las empresas estatales, tanto mineras como petrolíferas.

Es decir, trabajan menos personas y en condiciones, si cabe, aún peores. Puesto que a la pérdida de empleos, se sumó la pérdida de derechos laborales.

El trabajo es por lo general manual, con los consiguientes trastornos para la salud. Silicosis y reumatismo son los más comunes, derivados de la constante exposición a gases, polvo y altas temperaturas, agravados por malas posturas durante periodos prolongados.

Poca o nula preparación

Otro factor relevante es la falta de ingenieros a la hora de colocar la dinamita, puesto que ese es un lujo por el que muchos dueños de las minas no están dispuestos a pagar y, por tanto, el trabajo recae sobre personas que carecen de conocimientos básicos para emprender tareas con un altísimo nivel de peligrosidad.

Por otro lado, ni siquiera económicamente el trabajo de los mineros se ve recompensado. Los trabajadores que forman parte de alguna cooperativa no tienen salario fijo. Este depende en gran medida de elementos como las cotizaciones internacionales en bolsa o el estado general de la mina. Y en muchas ocasiones, trabajar en zonas que permitan hallar minerales, es una cuestión de simple suerte.

Niños en las entrañas de Bolivia

Unos 28.800 niños, desde los siete años, cumplen jornadas laborales de ocho a doce horas de trabajo diario que inician desde la madrugada.

Así lo indica informe anual del 2012, presentado este año por el Defensor del Pueblo de Bolivia, Rolando Villena, que establece además que las peores formas de explotación infantil son la minería y la cosecha de caña.

Y parece que esta barbarie no vaya a remitir, porque los niños, por su tamaño, resultan operarios muy prácticos.

Miguel tiene diez años y trabaja en la minas del Cerro Rico, en los Andes bolivianos. Donde él y otros niños son empleados como cargadores, pionetas o encargados de hacer los orificios para colocar explosivos. Dice que “contra el hambre que nos tortura, mascamos hojas de coca. Esto al menos ayuda un poco”.

Hay muchas ONG’s trabajando en proyectos para evitar que niños como Miguel dejen de ser esclavizados en pleno siglo XXI y tengan una infancia.

Pero lo cierto es que esto sigue pasando. Aunque sucede a muchos metros bajo el nivel del suelo, para que el gobierno que no quiera, no tenga que verlo.

 

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