En su carta, remitida a directores y directoras de centros educativos y a los consejos escolares por las Oficinas Nacionales de Amnistía Internacional en Canadá, España, Australia, Hungría, Nueva Zelanda y Reino Unido, Kumi Naidoo afirma:

La razón de que estos niños y niñas estén luchando me parece de tal trascendencia histórica que hoy me dirijo a ustedes para pedirles que no impidan a su alumnado participar en las jornadas de huelga previstas para los días 20 y 27 de septiembre en todo el mundo ni le impongan castigos por ello.

La emergencia climática es el problema de derechos humanos más acuciante para los niños y niñas de esta nueva generación. Sus consecuencias van a determinar sus vidas de todas las formas imaginables. La pasividad de la mayoría de los gobiernos ante las abrumadoras pruebas científicas probablemente sea la mayor violación de derechos humanos intergeneracional de la Historia.”

Activistas juveniles de 115 países planean llevar a cabo protestas por el clima del 20 al 27 de septiembre, y el día de movilización principal está programado para el viernes, 20 de septiembre. Están previstos más de 2.400 actos en 1.000 ciudades de todo el mundo.

En la carta, Kumi Naidoo pide al personal docente de las escuelas que no olvide que, al participar en las huelgas, estos niños y niñas están ejerciendo sus derechos humanos a la libertad de expresión y de reunión pacífica, y a tener voz en las decisiones y los asuntos que afectan a sus vidas.

Además, Kumi Naidoo comparte la experiencia personal de su expulsión de la escuela a la edad de 15 años por organizar una protesta contra el apartheid en su centro escolar de Durban, en Sudáfrica:

Este tropiezo redobló mi compromiso con el estudio y, gracias a Dios, fui capaz de terminar mi formación y, finalmente, de asumir el cargo que hoy tengo el honor de ejercer. Sin embargo, yo contaba con algo que los niños y niñas de esta generación no tienen: la posibilidad de imaginar un futuro sin la sombría perspectiva de una emergencia climática.

Mi experiencia influyó también en mi firme convicción de que no se debe castigar a niños o niñas por hablar en voz alta de las grandes injusticias de nuestra época. De hecho, cuando la gente joven se ha visto obligada a asumir un liderazgo que no han ejercido muchas personas adultas que ocupan altos puestos de poder, no es su conducta la que deberíamos cuestionar, sino la nuestra.”