A la llegada del presidente se escucharon algunos gritos de rabia y rencor de algunos sectores incapaces de entender los mecanismos de la democracia que permiten censurar a los corruptos. Son los de siempre, el franquismo que no cesa; aquellos que creen que las banderas y el patriotismo son propiedad de unos pocos y lamentablemente, esos pensamientos se dan no solo en Madrid sino también en otras latitudes.

Sin embargo, la parafernalia de un desfile, gusta a grandes sectores de la población y como he dicho, no es patrimonio de unos cuantos. Yo, personalmente, me lo tomo como el homenaje a todas las fuerzas armadas y de seguridad que, con la obligación de cumplir con el mensaje democrático, tienen el deber de proteger y de velar por todos nosotros… por todos.

Expuestas las razones y las excusas para este evento anual, inevitable al parecer, quiero hacer un par de consideraciones. La primera es de carácter reivindicativo e histórico. En la parada se ondearon, portadas por militares con trajes de época, las banderas de los reinados de Carlos III, Felipe IV e Isabel II, entre otros. Y me pregunto: ¿Por qué no la de la Primera y Segunda República? También fueron períodos de la Historia de España, regímenes legalmente constituidos y tenebrosamente liquidados por sendas algaradas militares. ¿No va siendo el momento de reconocer a todos los niveles que existieron, que tuvieron su momento y sus banderas legales y constitucionales?

Tal vez, muchos de los que estuvieron en el desfile, aplaudan mi idea, otros la discutan y algunos la rechacen, incluso unos pocos consideren que también la rojigualda franquista debería tener su representación. Grave error. La bandera golpista nunca fue constitucional. Hablamos de pendones legales.

Alguien me dirá que esto sería un agravio para el rey y aquí entra mi segunda consideración. Aunque surgido y cómplice del dictador el régimen monárquico es todavía hoy constitucional. Sin embargo, debe ser respetuoso con todas las manifestaciones del pensamiento popular; hoy, la figura del monarca sólo es otra circunstancia histórica, una servidumbre prescindible. Es decir, la monarquía pasará pero el Pueblo seguirá.

Quedan dos opciones: O suspendemos los desfiles y así ahorramos, o los hacemos abiertos a nuestra verdadera Historia y así aprendemos.