Levantó la vista al cielo y agradeció a sus pretéritos predecesores los médicos griegos, los sacerdotes hindúes, y a los chamanes de las tribus indias de Norteamérica, sus aplicaciones de tierras con hongos para curar las heridas de guerra. A todos había seguido Fleming en sus investigaciones. Los terribles efectos de las infecciones en las heridas de la Primera Guerra Mundial, en la que sirvió como capitán médico, habían inspirado al científico escocés para tratar de encontrar un bactericida eficaz; y ese viernes de septiembre se topó, casi de casualidad, como él mismo confesó en el discurso de entrega del Premio Nobel de 1945, con el Penicillum chrysogenum al que seguirían otros Penicilliun mejores productores de penicilina.

La historia de Fleming es la historia de un chaman moderno. Compartió su Nobel con otros dos científicos, un alemán Ernst Boris Chain y un australiano, Howard Walter Florey, ambos habían conseguido en 1940 extraer la penicilina de los cultivos del hongo Penicillum y purificarla mediante métodos químicos. Con ello se inició la era de los antibióticos que tantas vidas ha salvado.

Tal vez alguno de ustedes, amables lectores, reciba o haya recibido un correo que circula por Internet y que cuenta una romántica leyenda en la que el padre de Fleming salvó la vida de Winston Churchill cuando era niño, rescatándole de un lago helado donde se había caído, y que en agradecimiento el padre del futuro político pagó los estudios de medicina de Fleming; en realidad, la educación médica de Alexander Fleming, fue costeada con una herencia de 250 libras esterlinas que le dejó uno de sus tíos. La primera historia aunque hermosa es totalmente incierta. Tampoco es verídica aquella otra de que fue Fleming quién salvó la vida a Churchill, aquejado de una pulmonía pillada en El Cairo en diciembre de 1943, en plena Segunda Guerra Mundial y tratada en Cartago. Para sanar al entonces Premier inglés se utilizó otro medicamento, la sulfamida, y fue atendido por los doctores Charles Wilson y Bedford, entre otros.

Tampoco es correcta la versión de que fue Alexander quién rescató a Winston del lago helado. Fleming nació el 6 de agosto de 1881 y Churchill el 30 de noviembre de 1874 y la leyenda del rescate cuenta que ocurrió en 1885, cuando el futuro descubridor tenía cuatro años y el político, once. Tanto de la interpretación del padre como la del hijo y la de la pulmonía de Churchill, salvado por Fleming, he encontrado más de cien entradas en blogs y páginas de curiosidades en Internet. Incluso en blogs educacionales. Todas ellas absolutamente falsas.

Sin embargo, el descubrimiento de Fleming sí salvó la vida de millares de combatientes de aquella contienda y la Penicilina sigue siendo uno de los grandes medicamentos de la medicina. Esa es la mejor de las historias.