Muhammad V, sultán nazarí de Granada, no sólo mandó construir el famoso Patio de los Leones, también las salas adyacentes entre la que destaca la Sala de los Reyes, objeto de la restauración apuntada. En ella, y según han ido sacando a la luz los pacientes restauradores, podremos disfrutar a partir del próximo año de una hermosa bóveda central de diez figuras de ilustres musulmanes presididos por el propio Muhammad V.

El sultán nazarí protegió, durante su largo reinado, a los hombres de ciencia y artistas que llegaban pidiendo refugio en su corte. Un ejemplo es el caso de Ibn al-Jatib, médico, historiador y literato árabe de origen yemení, pero nacido en Loja. Muhammad le acogió en Granada donde pudo desarrollar sus conocimientos, que ayudaron a paliar en el sultanato los efectos de la epidemia de peste que azotó a la Península en 1348. También los cristianos tuvieron acogida en Granada durante los reinados de Muhammad, puesto la autoría de las pinturas de las bóvedas parecen obras de influencia cristiana. Si algún enemigo feroz tuvo el sultán fue la cristiana Mayram, esposa de su padre Yusuf, que compró voluntades y aliados para colocar a su hijo Ismail II en el trono. Muhammad tuvo que huir de Granada y refugiarse en  Fez, capital del imperio benimerí, donde fue acogido por su amigo el  emir  Abu Salim Ibrahim. Al poco tiempo regresó a la Península y recuperó el reino de Granada.

Ya ven los avatares de  Muhammad, que abrió su reino a los que huían, que se convirtió en exiliado, para después recuperar su hogar perdido. Algo que, a través de los siglos, parece no haber cambiado. Las guerras, las traiciones, las religiones y los intereses nos hacen ser a veces exiliados y en otras ocasiones acogidos; depende del soplar de los vientos de guerra o de los manejos de los manipuladores. Nadie puede asegurar que siempre vivirá en su casa y en su patria. Tampoco es creíble que alguien abandone por placer su hogar e inicie el incierto camino del exilio si no es por hambre, por miedo o por necesidad.

Todos somos frutos del mestizaje, incluso Trump, que es hijo de una emigrante escocesa, nacida en la Isla de Lewis y que también sus abuelos paternos fueron emigrantes alemanes. Seguro que alguno de nuestros ancestros pidió y recibió asilo en algún momento del tiempo y es probable que tengan que hacerlo nuestros nietos o nuestros biznietos. Por eso es indecente pensar en la Europa de las murallas y poner vallas, cercas o alambres de espinos a los que piden ser acogidos.

Las gentes que llaman a nuestras puertas con la intención de empezar de nuevo deben contar con nuestra ayuda, pero recíprocamente respetar nuestra cultura y nuestra forma de vida, sin renunciar a la suya, pero integrándose. Volviendo a los misterios que esconde la Alhambra podemos observar más de 10.000 inscripciones que adornan sus paredes. Antes se creía que su contenido eran hermosos poemas o piadosos versículos del Corán. Sin embargo, los epigramas murales relatan las excelencias de las construcciones nazaríes, pero también hazañas y conquistas de sus sultanes. Algunas de ellas, en particular las de las paredes de la sala que llamaron El jardín feliz, hoy conocida como la De las dos hermanas, contenían el lema de la dinastía: “Wa-la galib illa Allah”,  que significa “No hay más vencedor que Alá”. Para los acogidos en el palacio nazarí aquella indicación era claro anuncio de que eran bien recibidos, pero conscientes de las condiciones. Hoy, las naciones europeas también tenemos nuestro lema: Leyes, Paz, y Constitución. Acatarlo, sin subterfugios, es síntoma de gratitud.